Por: Darío Valle Risoto
No fue muy difícil invitarla a tomar un café,
teníamos hora libre en nuestras respectivas clases y creí bueno conocerla.
Lamentablemente desplegó sus femeninas armas defensivas antes que pronto
y yo no quise explicarle que era cierto: me gustaba.
Pero que no era un hombre común no podría salir de mí,
a fin de cuentas todos nos creemos especiales en algún momento.
Pero mi ausencia de machismo me hacía verla como a una semejante
y no como ella pensaba: Una preza de caza sexual.
Lamentablemente desplegó sus armas defensivas femeninas antes que pronto
y perdimos la oportunidad de hablar de libros, de curso, de cine y tal vez de nosotros.
Cuando le dije que no me interesaba si tenía pareja y que no era necesario
que pusiera a su novio entre nosotros se ofendió.
Yo tan solo quería conocerla convencido de que era una buena persona
por supuesto que hermosamente atractiva,
hasta que ensayó una batería de frases prefabricadas para disuadirme.
Entonces me aburrí pensando en que también hay mujeres vacías
y extrañé con dolor en el alma.... a la televisión.
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