Sunday, August 2, 2009

Invasión Alien (Cuento)

Invasión Alien (Cuento)
Por: Darío Valle Risoto

Hasta la diversión se puede transformar en una rutina, por lo tanto no era raro estar todos los sábados reunidos desde temprano en la tarde en la barra de Jone’s allí donde termina casi el pueblo y pasa la vía rumbo a Nueva York. En los años cincuenta parecía que todo el mundo quería olvidar la guerra y Norteamérica estaba realmente enfrascada en rejuvenecer porfiadamente, aún así el comunismo asolaba la libre empresa y al sueño americano como una nube de siniestros bolcheviques prestos a cobrarse las vidas de los hombres independientes.
Eran un grupo en pleno crecimiento de una docena de jóvenes llenos de ganas de vivir, de conocer el sexo y disfrutar de una libertad que sus mayores veían como “libertinaje”.
Ronald Church era el más rudo del grupo, hasta practicaba boxeo en la secundaria, luego venía Steve el más buen mozo, alto, rubio y con buena dentadura, todo lo que las chicas buscaban en el momento, tenía dos novias: Ema la empleada del restaurante y Sabrina que era bastante loca y era hija del dueño de la gasolinera, desde luego que la primera no sabía que Steve se acostaba con Sabrina y a esta última le importaba un verdadero cuerno que fuera novio de otra aparte de ella. El único negro del grupo era Little Brown que se había escapado del sur y había llegado a vivir a la casa de su tía luego de recorrer medio país a dedo y casi sin comer. Los demás no eran menos pintoreezcos.
De los catorce a los veinte años estaban todos realmente enloquecidos con Elvis y el rock and roll y aunque sus padres prefirieran llamarle “música del demonio” y otros epítetos no menos jerarquizantes, todos buscaban la forma de agenciarse algún nuevo disco de vez en cuando.
Aquel sábado en especial hacía un intenso calor y Sabrina había llegado temprano junto a su hermana Liz, ambas pidieron dos batidos de chocolate y se pusieron a hojear una revista de compras por correo, cuando nadie las observaba miraban los catálogos de brazieres y sonreían picaronamente.
En ese momento llegó el bus de la ciudad y solo bajó un pasajero que entró limpiándose el polvo y las saludó tocándose el sombrero.
___¡Que apuesto!. ___Exclamó demasiado efusivamente Liz derramando un poco de espuma de su batido sobre su camisa de seda.
___¡Cállate!, ¡Te puede oír!. ___Enrojeció Sabrina mientras observaba al hombre alto de apuesta figura apoyado en la barra y recibiendo un plato de la especialidad de la casa: hamburguesas con huevos revueltos, también una botella de cerveza.
Era alto, intensamente rubio, tenía la barba apenas crecida y un fino bigote a lo Errol Flyn, estaba vestido con un traje barato y llevaba una bolsa color verde oliva con una inscripción del ejército.
___Buenas Tarde, me llamo Red Baron, ¿Gustan otro batido?
Ambas enrojecieron, felizmente en ese momento entraron todos los muchachos con su algarabía y Steve se tiró casi sobre la mesa para estamparle un beso en los labios a su novia, mientras los demás se sentaban alrededor de la mesa donde hasta el momento estaban ella y su hermana a solas.
Red volvió a su comida pero podía ver a los muchachos reflejado en el enorme espejo, pidió una cajilla de cigarros y encendió un Camel, estaba realmente cansado de viajar tanto.
En ese momento escucharon todo un enorme estruendo en las afueras del pueblo, no muy lejos pero suficientemente cerca como para que varias de las ventanas a la calle se hicieran añicos.
Una nube de humo se divisaba detrás de la carpintería de Brown, Little salió corriendo temiendo que algo le haya pasado a su tío Jeremahia que era el dueño, los demás subieron a sus autos y salieron rumbo al lugar, solo quedó Red terminando sus huevos revueltos.
___Bueno, tal parece que en este caso los guardianes me dieron bien los datos, pero bien que podrían haber aterrizado sin tanta alharaca.___ Pagó su comida y se olvidó del cambio, afuera todos corrían hacia el lugar mientras el Sheriff intentaba mostrarse menos histérico de lo que se sentía.
Red dio vuelta hacia el callejón detrás del Bar y accionó su pequeño anillo verde, era el momento de evitar que la muchedumbre vuelva a repetir esa vieja costumbre de disparar primero y preguntar después.
Al impulso de su voluntad volvió a vestir su traje verde y negro y el clásico antifaz y voló rápidamente sobre los tejados solo visto por algunos perros que ya ladraban desde la explosión.
Era de esperarse, la humeante nave rusa permanecía dentro de un cráter de unos cincuenta metros, algunos de los muchachos ya habían sacado al astronauta soviético y lo zarandeaban haciéndole las tontas preguntas de siempre.
Red fabricó una red de energía con su anillo mientras el apesadumbrado comandante Ilich no comprendía mucho inglés pero se imaginaba para que eran esos puños que se levantaban airosos.
___Retírense por favor, no quiero hacerles daño.
___¡Es un comunista!. ____Gritó Ronald, mientras los otros se aproximaban amenazadoramente incluido el ayudante del comisario que ya había sacado su arma.

Linterna verde los paralizó con ayuda de su anillo y cargando a Ilich en sus brazos lo sacó volando rumbo al Esta, solo se detuvo al llegar a una colina donde esperaban otros amigos.
___Gracias, me salvó la vida. ___Exclamó el comunista, mientras lo subían a un avión pintado de negro con el emblema de un murciélago.

Esa tarde Red Baron regresó al pueblo y escuchó las más inverosímiles teorías sobre la explosión del bosque tras la carpintería, no había sido fácil dejarles una cierta amnesia para que olviden el hecho, aún así tenía que permanecer alerta porque los Guardianes le habían advertido que en América se acercaban momentos muy difíciles para los superhéroes.

FIN

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