Quiero Toda la Tierra Más El 5%
Larry Hannigan & Stephanie RelfeFabian se entusiasmaba mientras ensayaba una vez más su discurso para la muchedumbre que se presentaría mañana. Él había deseado siempre prestigio y poder y ahora sus sueños iban a hacerse realidad. Él era un artesano que trabajaba con plata y oro, haciendo joyería y ornamentos, pero estaba descontento con tener que trabajar para vivir. Él necesitaba entusiasmo, un desafío, y su plan estaba listo para comenzar.
Por generaciones la gente utilizó el sistema del trueque. Un hombre mantenía a su propia familia proporcionando todas sus necesidades o bien se especializaba en un comercio particular. Los bienes excedentes de su propia producción, los intercambiaba por los excedentes de otros.
El día del mercado había sido siempre ruidoso y polvoriento, sin embargo la gente deseaba los gritos y los saludos, y disfrutaba especialmente el compañerismo. Solía ser un lugar feliz, pero ahora había demasiada gente, demasiados discutiendo. No había tiempo para charlar —se hacía necesario un sistema mejor—.
Generalmente, la gente había sido feliz, y gozó de los frutos de su trabajo.
En cada comunidad un gobierno simple había sido formado para cerciorarse de que las libertades y los derechos de cada persona fueran protegidos y que ningún hombre o grupo de hombres forzara a otro/s a realizar cualquier cosa contra su voluntad. Éste era el único propósito del gobierno y cada gobernador era apoyado voluntariamente por la comunidad local que lo eligió.
Sin embargo, el día del mercado era un problema que no podían solucionar. ¿Valía un cuchillo una o dos cestas de maíz? Valía una vaca más que un carro... etcétera. A ninguno se le ocurría un sistema mejor.
Fabian había anunciado, “tengo la solución a nuestros problemas del trueque, e invito a todos a una reunión pública mañana”.
El día siguiente sobre un escenario en la plaza de la ciudad, Fabian explicó a todos el nuevo sistema que él llamó “dinero”. La idea sonaba bien. “¿Cómo vamos a comenzar?” preguntó la gente. “El oro que uso en ornamentos y joyería es un metal excelente. No se deslustra ni se enmohece, y durará muchos años. Fundiré un poco de mi oro en monedas y llamaremos a cada moneda ‘dólar’”.
Él explicó cómo trabajarían los valores, y que ese “dinero” sería realmente un medio para el intercambio —un sistema mucho mejor que el trueque—.
Uno de los gobernadores preguntó, “algunas personas pueden encontrar oro y hacer las monedas para sí mismos”. “Eso sería de lo más injusto”, Fabian tenía preparada la respuesta: “solamente las monedas aprobadas por el gobierno pueden ser utilizadas, y éstas tendrán una marca especial estampada en ellas”. Esto parecía razonable y fue propuesto que se le de a cada hombre un número igual de monedas. “Sólo yo merezco la mayoría”, dijo el fabricante de velas, “todos utilizan mis velas”. “No”, dijo el granjero, “sin alimento aquí no hay vida, nosotros tenemos que tener la mayor cantidad de monedas”. Y la discusión continuaba.
Fabian los dejó discutir por un rato y finalmente dijo, “puesto que ninguno de ustedes puede llegar a un acuerdo, yo sugiero que cada uno obtenga la cantidad que requiera de mí. No habrá límite, a excepción de su capacidad de devolverlas. Cuanto más dinero cada uno obtiene, más debe devolver al final del año”. “¿Y qué pago recibe usted?” la gente le preguntó a Fabian. “Puesto que estoy proporcionando un servicio, es decir, la fuente de dinero, me dan derecho al pago por mi trabajo. Digamos que para cada 100 monedas que ustedes obtienen, me devuelven 105 por cada año que ustedes mantienen la deuda. Los 5 serán mi pago, y llamaré a este pago, ‘interés’”.
No parecía haber otra manera, y además, el 5% parecía poca cantidad para un año. “Vuelvan el viernes próximo y comenzaremos”.
Fabian no perdió un minuto. Él hizo monedas día y noche, y al final de la semana ya estaba listo. Hizo cola la gente para entrar en su tienda, y después de que las monedas fueran examinadas y aprobadas por los gobernadores el sistema comenzó. Algunos pidieron solo unas pocas monedas y se fueron a intentar el nuevo sistema.
Encontraron que el dinero era maravilloso, y pronto valoraron todo en monedas o dólares de oro. El valor que pusieron en cada cosa fue llamado un “precio”, y el precio dependió principalmente de la cantidad de trabajo requerida para producir el bien. Si tomaba mucho trabajo el precio era alto, pero si era producido con poco esfuerzo el precio era bajo.
En una ciudad vivía Alan, que era el único relojero. Sus precios eran altos porque los clientes estaban ansiosos de pagar para obtener uno de sus relojes.
Después otro hombre comenzó a hacer los relojes y los ofreció en un precio más bajo para conseguir ventas. Alan fue forzado para bajar sus precios, y luego todos los precios se vinieron abajo, de modo que ambos hombres se esforzaran en dar la mejor calidad en el precio más bajo. Ésta era libre competencia genuina.
Era igual con los constructores, operadores del transporte, contables, granjeros, de hecho, en toda empresa. Los clientes elegían siempre lo que sentían era el mejor trato —tenían libertad de elección—. No había protección artificial tal como licencias o tarifas para evitar que la gente entre en el negocio . El estándar de vida se elevó, y después de poco tiempo la gente se preguntaba cómo había podido vivir sin “el dinero”.
Al fin del año, Fabian salió de su tienda y visitó a toda la gente que le debía las monedas. Algunos tenían más de lo que pidieron prestado, pero ésto significaba que otros tenían menos, puesto que solo había cierto número de monedas distribuidas inicialmente. Los que tenían más de lo que pidieron prestado devolvieron lo prestado más 5 adicionales cada 100, pero de todos modos, luego de devolver sus monedas, tuvieron que pedir prestado nuevamente para poder continuar.
Los otros descubrieron por primera vez que tenían una deuda. Antes de prestarles más dinero, Fabian tomó una hipoteca sobre algunos de sus activos, y cada uno salió una vez más a intentar conseguir esas 5 monedas extra que siempre parecían tan difíciles de encontrar.
Nadie se dio cuenta que en realidad el país nunca podría salir de su deuda hasta que todas las monedas fueran devueltas, pero, aunque se devolvieran todas las monedas, estaban siempre esos 5 adicionales en cada 100 que nunca habían sido puestos en circulación. Nadie más que Fabian podía ver que era imposible pagar el interés —el dinero adicional nunca había sido puesto en circulación, por lo tanto a alguien siempre le faltaba—.
Era verdad que Fabian gastaba algunas monedas, pero él por sí mismo no podía gastar tanto como el 5% de la economía total del país. Había millares de gente y Fabian era solamente uno. Por otro lado, él seguía siendo un orfebre viviendo una vida confortable.
En la parte posterior de su tienda Fabian hizo una caja fuerte y la gente encontró conveniente dejar algunas de sus monedas en ella como depósito de seguridad. Cobraba un honorario pequeño dependiendo de la cantidad de dinero y la cantidad de tiempo que permanecía con este. Él daba al dueño de las monedas un recibo por cada depósito.
Cuando una persona iba a hacer compras, no llevaba normalmente muchas monedas de oro. La persona le daba al comerciante uno de los recibos de Fabian, segun el valor de las mercancías que deseaba comprar.
Los comerciantes reconocían el recibo como genuino y lo aceptaban con la idea de llevarlo luego ante Fabian y recoger la cantidad apropiada en monedas. Los recibos pasaron de mano en mano en vez de transferir el oro en sí mismo. La gente tenía completa confianza en los “recibos”, y los aceptaban como si fueran las monedas de oro.
Después de poco tiempo, Fabian notó que era bastabte raro encontrar que alguna persona le pidiera realmente sus monedas de oro. Él pensó: “aquí estoy en la posesión de todo este oro y sigo teniendo que trabajar duro como artesano. No tiene sentido. Hay docenas de personas que estarían contentas de pagarme el interés por el uso de este oro, que esta depositado aquí y que sus dueños raramente reclaman. Es verdad, el oro no es mío, pero está en mi posesión, que es todo lo que importa. Ya no necesito hacer más monedas para prestar, puedo utilizar algunas de las monedas almacenadas en la caja fuerte”.
Al principio él era muy cauteloso, prestando unas pocas monedas cada vez, y sólo cuando tenía amplia seguridad de su devolución. Pero gradualmente tomó confianza, y prestó cantidades más grandes.
Un día, un préstamo muy grande fue solicitado. Fabian sugirió, “en vez de llevar todas estas monedas podemos hacer un depósito en su nombre, y entonces le daré varios recibos al valor de las monedas”. El prestatario convino, y se fué con un manojo de recibos. Él había obtenido un préstamo, sin embargo el oro permanecía en la caja fuerte de Fabian. Después de que el cliente se fuera, Fabian sonrió. Él podía tener la torta y encima comerla también. Él podría “prestar” el oro y todavía mantenerlo en su posesión.
Los amigos, los extranjeros e incluso los enemigos necesitaron fondos para realizar sus negocios —y siempre y cuando podían asegurar la devolución, podían pedir prestado tanto como necesitaran—. Simplemente escribiendo recibos Fabian podía “prestar” tanto dinero como varias veces el valor del oro en su caja fuerte, y él ni siquiera era el dueño del dinero en ella. Todo era seguro siempre y cuando los dueños verdaderos no pidieran su oro y la confianza de la gente fuera mantenida.
Él mantenía un libro mostrando los debitos y los créditos de cada persona. De hecho, el negocio de préstamos demostraba ser muy lucrativo. Su posición social en la comunidad aumentaba casi tan rápidamente como su riqueza. Él se estaba convirtiendo en un hombre de importancia que requería respeto. En materias de finanzas, su palabra era como una declaración sagrada.
Los orfebres de otras ciudades tuvieron curiosidad sobre sus actividades y un día lo llamaron para verlo. Él les dijo qué era lo que hacía, pero tuvo mucho cuidado en remarcar la necesidad de mantener el secreto. Si su plan fuera expuesto, el esquema fallaría, así que acordaron formar su propia alianza secreta.
Cada uno volvió a su propia ciudad y comenzó a operar como Fabian les había enseñado.
La gente ahora aceptaba los recibos como algo tan bueno como el oro en sí mismo, y muchos recibos fueron depositados para mantenerlos seguros de la misma manera que las monedas. Cuando un comerciante deseaba pagar a otro mercancías, él escribía simplemente una nota corta dirigida a Fabian en la que le mandaba transferir el dinero de su cuenta a la del segundo comerciante. Le tomaba a Fabian solamente algunos minutos para ajustar los números en el libro.
Este nuevo sistema llegó a ser muy popular, y las notas con la instrucción de transferencia fueron llamadas “cheques”.
Tarde una noche, los orfebres tuvieron otra reunión secreta y Fabian les reveló un nuevo plan. Convocaron el día siguiente una reunión con todos los gobernadores, y Fabian comenzó. “los recibos que nosotros emitimos han llegado a ser muy populares. Sin duda, la mayoría de ustedes, los gobernadores, los está utilizando y los encuentran muy convenientes”. Los gobernadores asintieron. Estaban de acuerdo, pero se preguntaban cuál era el problema. “Bien”, continuó Fabian, “algunos recibos están siendo copiados por falsificadores. Esta práctica se debe parar”.
Los gobernadores se alarmaron. “¿qué podemos hacer?” preguntaron. Fabian contestó, “mi sugerencia es: primero que todo, hagamos que sea el trabajo del gobierno el imprimir nuevas notas en un papel especial con diseños muy intrincados, y entonces cada nota se firmará por el principal gobernador. Las notas las llamaremos ‘billetes’. Los orfebres estaremos felices de pagar los costos de la impresión, pues nos ahorrará mucho del tiempo que pasamos escribiendo nuestros recibos”. Los gobernadores razonaron, “bien, es nuestro trabajo proteger a la gente contra falsificadores y su consejo parece ciertamente una buena idea”. Acordaron entonces imprimir los “billetes”.
“En segundo lugar”, dijo Fabian , “algunas personas han hecho excavaciones y están haciendo sus propias monedas de oro. Sugiero que emitan una LEY, para que cualquier persona que encuentre pepitas de oro deba entregarlas. Por supuesto, será pagado con billetes y monedas”.
La idea sonaba bien, y sin pensarlo mucho, imprimieron una gran cantidad de nuevos y flamantes billetes. Cada billete tenía un valor impreso sobre el —$1, $2, $5, $10, etc—. Los pequeños costos de impresión fueron pagados por los orfebres.
Los billetes eran mucho mas fáciles de transportar y rapidamente fueron aceptados por la gente. A pesar de su popularidad, estos billetes eran usados sólo para el 10% de las transacciones. Los registros mostraban que el sistema de cheques era usado para el 90% de todos los negocios.
La siguiente etapa del plan comenzó. Hasta ahora, la gente le estaba pagando a Fabian por guardar su dinero. Para atraer más dinero a la caja fuerte, Fabian se ofreció a pagar a los depositantes un 3% de interés sobre los depósitos.
La mayoría de la gente creía que él estaba prestando ese dinero a los deudores al 5%, y su ganacia era el 2% de diferencia. Además, la gente no le preguntó mucho, ya que obtener el 3% era mucho mejor que estar pagando para depositar el dinero en lugar seguro.
La cantidad de ahorros creció, y con el dinero adicional en las bóvedas, Fabian podía prestar $200, $300, $400, hasta $900 por cada $100 en billetes y monedas que mantenía en depósito. Él debía ser cuidadoso de no exceder este factor de 9 a 1, ya que una persona de cada diez, le requería retirar el depósito para usar su dinero. Si no había suficiente dinero disponible cuando alguien se lo requería, la gente hubiera comenzado a sospechar, ya que las libretas de depósito mostraban exactamente cuanto habían depositado.
Mas allá de esto, sobre los $900 en asientos contables que Fabian había prestado escribiendo cheques él mismo, podía demandar hasta $45 de interés, (45=5% de 900). Cuando el préstamo más los intereses eran devueltos ($945), los $900 se cancelaban en la columna de débitos y Fabian se guardaba los $45 de interés. Por lo tanto, él estaba más que contento de pagar $3 de interés sobre los $100 depositados originalmente, los cuales nunca habían salido de la bóveda. Esto significaba, que por cada $100 que mantenía en depósito, era posible obtener un 42% de ganancia, mientras la mayoría de la gente pensaba que él sólo ganaba el 2%. Los otros orfebres estaban haciendo la misma cosa. Creaban dinero de la nada, sólo con su firma en un cheque, y encima le cargaban interés.
Es cierto, ellos no estaba haciendo billetes, el Gobierno imprimía los billetes y se los entregaba a los orfebres para distribuír. El único gasto de Fabian era el pequeño costo de impresión. Sin embargo, ellos estaban creando dinero de “crédito”, que salía de la nada y le cargaban intereses encima. La mayoría de la gente creía que la provisión de dinero era una operación del Gobierno. También creían que Fabian estaba prestando el dinero que alguien más había depositado, pero había algo extraño: ningún depósito decrecía cuando Fabian entregaba un préstamo. Si todos hubieran tratado de retirar sus depósitos al mismo tiempo, el fraude hubiera sido descubierto.
No había problemas si alguien pedía un prestamo en monedas o billetes. Fabian simplemente le explicaba al Gobierno que el incremento de la población y de la producción requería más billetes, y los obtenía a cambio del pequeño costo de impresión.
Un día, un hombre que solía pensar mucho fue a ver a Fabían, “esta carga del interés está mal”, le dijo. “Por cada $100 que usted presta, está pidiendo $105 en devolución. Los $5 extra no pueden ser pagados nunca ya que no existen.
”Muchos granjeros producen comida, muchos industriales producen bienes, y así hacen todos los demás, pero sólo usted produce dinero. Suponga que existimos sólo dos empresarios en todo el país, y que nosotros empleamos al resto de la población. Le pedimos prestado $100 cada uno, pagamos $90 en salarios y gastos y nos quedamos con $10 de ganacia (nuestro salario). Eso significa que el poder adquisitivo total, de toda la población, es $90 + $10 multilicado por dos, esto es $200. Pero, para pagarle a usted, nosotros debemos vender toda nuestra producción por $210. Si uno de nosotros tiene éxito y vende todo lo que produce por $105, el otro hombre sólo puede esperar obtener $95 (si el poder adquisitivo total es $205, y uno de los empresarios vende $105, solo quedan $95 en manos de la gente para comprarle al otro empresario). Además, parte de los bienes no pueden ser vendidos, ya que no quedaría más dinero en manos de los consumidores para comprarlos.
”Vendiendo por $95, el segundo empresario todavía le debería a usted $10 y sólo podrá pagarle pidiendo más prestado. Este sistema es imposible. Seguramente usted debería emitir $105, esto es 100 para mi y 5 para que gaste usted. De esta manera habría $105 en circulación, y la deuda podría ser pagada.”
Fabian escuchó en silencio y finalmente dijo: “La Economía Financiera es un tema muy profundo, amigo, toma años de estudio. Déjeme a mí preocuparme por estos asuntos, y usted preocúpese por los suyos. Usted debe volverse más eficiente, incremente su producción, baje sus gastos y conviértase en un mejor empresario. Siempre estaré dispuesto a ayudarlo en esos asuntos”.
El hombre se fue sin estar convencido. Había algo mal con las operaciones de Fabian, y él sentía que su pregunta había sido contestada con evasivas.
Sin embargo, la mayoría de la gente respetaba la palabra de Fabian, “él es el experto, los otros deben estar equivocados. Miren como se desarrolló el país, cómo se incrementó nuestra producción, mejor dejemos que él maneje estos temas”.
Para pagar los intereses sobre los préstamos que habían pedido, los comerciantes tuvieron que elevar sus precios. Los asalariados se quejaron de que los sueldos eran muy bajos (al subir los precios podían comprar menos bienes con su salario). Los empresarios se negaron a pagar mayores salarios, diciendo que quebrarían. Los granjeros no podían obtener precios justos por su producción. Las amas de casa se quejaban de que los alimentos estaban muy caros.
Y finalmente algunas personas se declararon “en huelga”, algo de lo que nunca se había oído hablar antes. Otros habían sido golpeados por la pobreza, y sus amigos y parientes no tenían dinero para ayudarlos. La mayoría había olvidado la riqueza real alrededor de ellos —las tierras fértiles, los grandes bosques, los minerales y el ganado—. Sólo podían pensar en el dinero, que siempre parecía faltar. Pero nunca cuestionaron el sistema bancario. Ellos creían que el gobierno lo manejaba.
Algunos pocos habían juntado su dinero y formaron compañías de préstamos o “compañías financieras”. Podían obtener 6% o más, de esta manera, lo que era mejor que el 3% que pagaba Fabian, pero solo podían prestar el dinero que poseían, no tenían el poder de crear dinero de la nada simplemente escribiendo asientos contables en un libro.
Estas compañías financieras preocuparon a Fabian y a sus amigos, así que rápidamente formaron sus propias compañías. En la mayoría de los casos, compraron a las otras companías antes de que se pusieran en marcha. En poco tiempo, todas las compañías financieras les pertenecían o estaban controladas por ellos.
La situación económica empeoró. Los asalariados estaban seguros de que los patrones estaban teniendo mucha ganancia. Los patrones decían que los trabajadores eran muy vagos y no estaban haciendo honestamente su día de trabajo, y todos culpaban a todos. Los gobernantes no pudieron encontrar una respuesta, y además, el problema inmediato parecía ser combatir la creciente pobreza.
El Gobierno emprendió entonces esquemas de beneficencia e hicieron leyes forzando a la gente a contribuir en ellos. Esto hizo enojar a mucha gente, que creían en la vieja idea de ayudar al vecino voluntariamente.
“Estas leyes no son más que un robo legalizado. Sacarle algo a una persona, contra su voluntad, más allá del propósito para el cual se usará, no es diferente de robar”.
Pero cada hombre se sentía indefenso y temía ir a la cárcel si no pagaba. Estos esquemas de beneficencia dieron algún alivio en principio, pero al tiempo el problema de la pobreza se agravó nuevamente y más dinero era necesario para la beneficencia. El costo de los esquemas de beneficencia se elevó más y más y el tamaño del Gobierno creció.
La mayoría de los gobernantes eran hombres sinceros tratando de hacer lo mejor posible. A ellos no les gustaba pedir más dinero de su pueblo (aumentar impuestos) y finalmente, no tuvieron otra opción que pedir prestado a Fabian y sus amigos. No tenían idea de cómo iban a hacer para devolverlo. La situación empeoraba, los padres ya no podían pagar los maestros para sus hijos. No podían pagar doctores, y las empresas de transporte estaban quebrando.
Uno por uno, el gobierno fue forzado a tomar estos servicios por su cuenta. Maestros, doctores y muchos otros se convirtieron en servidores públicos.
Muy pocos estaban satisfechos de su trabajo en el Estado. Recibían un salario razonable, pero perdieron su identidad. Se convirtieron en pequeños engranajes de una maquinaria gigantesca.
No había espacio para la iniciativa personal, muy poco reconocimiento para el esfuerzo, sus ingresos eran fijos, y sólo se ascendía cuando un superior se retiraba o moría.
Deseperados, los gobernantes decidieron pedir un consejo de Fabian. Lo consideraban muy sabio y parecía saber cómo resolver asuntos de dinero. Fabian los escuchó explicar todos sus problemas, y finalmente respondió, “mucha gente no puede resolver sus problemas por sí mismos, ellos necesitan a alguien que lo haga por ellos. Seguramente ustedes estarán de acuerdo que la mayoría de la gente tiene el derecho a ser feliz y a ser provista con lo básico para vivir. Uno de nuestros grandes dichos es ‘Todos los hombres son iguales’, ¿cierto?. Bien, la única manera de balancear las cosas es tomar el exceso de riqueza de los ricos y darla a los pobres. Introduzcan un sistema de impuestos. Cuanto más un hombre tiene, más debe pagar. Recojan los impuestos de cada persona según su capacidad, y dén a cada uno según su necesidad. Las escuelas y los hospitales deben ser gratuitas para los que no puedan permitírselos”.
Él les dio una larga charla sobre grandes ideales y acabó diciendo: “Oh, a propósito, no se olviden que me deben dinero. Han estado pidiendo prestado por mucho tiempo. Lo menos que puedo hacer para ayudar, es, como una atención para ustedes, que sólo me paguen el interés. Dejaremos el capital como deuda, solo paguen el interés”.
Salieron, y sin hacer mucho análisis sobre las filosofías de Fabian, introdujeron el impuesto graduado sobre la renta —cuanto más usted gana, más alta es su imposición fiscal—. A nadie le gustó esto, pero, o pagaban los impuestos o iban a la cárcel.
Los nuevos impuestos forzaron a los comerciantes nuevamente a subir sus precios. Los asalariados exigieron salarios más altos lo que causó que muchas empresas cerraran, o que sustituyeran hombres por maquinaria. Esto causó desempleo adicional y forzó al gobierno a introducir más esquemas de beneficencia y más seguros de desempleo.
Se fijaron tarifas y se implementaron otros mecanismos de protección para resguardar algunas industrias y que se mantuvieran dando empleo. Algunas personas se preguntaban si el propósito de la producción era producir mercancías o simplemente proporcionar empleo.
Mientras las cosas se ponían peores, intentaron el control del salario, el control de precios, y toda clase de controles. El gobierno intentó conseguir más dinero con un impuesto a las ventas, aportes patronales, aportes salariales y toda clase de impuestos. Alguien observó que en el camino desde la cosecha del trigo hasta la mesa de los hogares, había cerca de 50 impuestos sobre el pan.
Los “expertos” se presentaron y algunos eran elegidos para gobernar, pero después de cada reunión anual aparecían sin soluciones, a excepción de la noticia de que los impuestos debían ser “reestructurados”, pero siempre, luego de las reestrucutraciones la suma total de impuestos aumentaba.
Fabian comenzó a exigir sus pagos de interés, y una porción cada vez más grande del dinero de los impuestos era necesaria para pagarlo.
Entonces vino la política partidaria, la gente discutía sobre qué partido político podría solucionar lo mejor posible sus problemas. Discutieron sobre las personalidades, idealismo, los slogans, todo excepto el problema real. Los consejos deliberantes estaban en problemas.
En una ciudad el interés de la deuda excedió la cantidad de impuestos que se recaudaron en un año. En todo el país el interés sin pagar siguió aumentando —se cargó interés sobre el interés sin pagar—.
Gradualmente, mucha de la riqueza real del país fue comprada o controlada por Fabian y sus amigos y con ello vino el mayor control sobre la gente. Sin embargo, el control no era todavía completo. Sabían que la situación no sería segura hasta que cada persona fuera controlada.
La mayoría de la gente que se oponía al sistema era silenciada por presión financiera, o sufría el ridículo público. Para lograr esto, Fabian y sus amigos compraron la mayoría de los periódicos, T.V. y las estaciones de radio. Y seleccionaron cuidadosamente a la gente para operarlas. Muchas de estas personas tenían un deseo sincero de mejorar el mundo, pero nunca se dieron cuenta cómo los utilizaban. Sus soluciones se ocuparon siempre de los efectos del problema, nunca de la causa.
Había varios periódicos, uno para el ala derecha, uno para el ala izquierda, uno para los trabajadores, uno para los patrones, etcétera. No importaba mucho en cual usted creyera, siempre y cuando usted no pensara en el problema real.
El plan de Fabian casi estaba en su terminación, el país entero le debía dinero a él. Con la educación y los medios, él tenía el control de las mentes de la gente. Podían pensar y creer solamente lo que él deseaba que pensaran. Los medios fijaban los temas y los debates.
Una vez que un hombre tiene mucho más dinero que el que puede gastar para sus placeres, ¿qué desafío queda para excitarlo? Para aquellos con una mentalidad de clase dominante, la respuesta es el poder —poder puro y completo sobre otros seres humanos—. Colocaron idealistas en los medios de comunicación y en el gobierno, pero los controladores reales que Fabian buscaba eran los que tenían mentalidad de clase dominante.
La mayoría de los orfebres se habían dirgido por este camino. Conocían la sensación de gran abundancia, pero ya no los satisfacía. Necesitaban desafíos y emoción, y el poder sobre las masas se convirtió en el gran juego.
Creyeron que eran superiores a todos los demás. “Es nuestro derecho y nuestro deber gobernar. Las masas no saben qué es bueno para ellos. Necesitan ser dirigidos y organizados. Gobernar es nuestro derecho de nacimiento”.
A través del país Fabian y sus amigos poseían muchas oficinas de préstamos. Es cierto que eran de propiedad privada y de diferentes dueños. En teoría estaban en competencia unos con otros, pero en realidad trabajaban juntos. Después de persuadir algunos de los gobernadores, instalaron una institución que llamaron La Reserva Central de Dinero. Ni siquiera usaron su propio dinero para hacer esto —crearon crédito contra una parte de los depósitos de la gente—.
Esta institución parecía regular la fuente del dinero y ser una institución perteneciente al gobierno, pero extrañamente, no se permitió a ningún gobernador o servidor público ingresar a la Junta Directiva.
El gobierno dejó de pedir prestado directamente de Fabian, pero comenzó a utilizar un sistema de Bonos contra la Reserva Central de Dinero. La garantía ofrecida era el rédito estimado de los impuestos del año próximo. Esto estaba en línea con el plan de Fabian: alejar las sospechas de su persona y dirigir la atención hacia una aparente institución del gobierno. Detrás de la escena, él todavía estaba en control.
Indirectamente, Fabian tenía tal control sobre el gobierno que ellos estaban obligados a seguir sus instrucciones. Él solia jactarse: “déjenme controlar el dinero de una nación y no me importa quién haga sus leyes”. No importaba mucho qué partido fuera elegido para gobernar. Fabian tenía el control del dinero, la sangre vital de la nación.
El gobierno obtuvo el dinero, pero el interés fue cargado siempre en cada préstamo. Más y más se gastaba en esquemas de beneficencia y en seguros de desempleo, y no pasó mucho tiempo antes de que el gobierno encontrara difícil incluso de pagar el interés, sin hablar del capital.
Pero todavía había gente que se preguntaba: “El dinero es un sistema hecho por el hombre. Seguramente puede ser ajustado para ponerlo al servicio de la gente, y no que la gente este al servicio del dinero”. Pero cada vez había menos personas que se hacían esta pregunta y sus voces se perdieron en el loca búsqueda del dinero inexistente para pagar el interés.
Los gobiernos cambiaron, los partidos políticos cambiaron, pero la políticas de base continuaban. Sin importar qué gobierno estaba en el “poder”, la meta final de Fabian se acercaba más y más cada año. Las políticas de la gente no significaban nada. La gente pagaba impuestos al límite, no podían pagar más. Maduraba el momento para el movimiento final de Fabian.
10% del dinero todavía estaba en forma de billetes y monedas. Esto tenía que ser suprimido de manera tal de no despertar sospechas. Mientras la gente utilizara efectivo, estaría libre para comprar y vender como quisiera —la gente todavía tenía cierto control sobre sus propias vidas—.
Pero no era siempre seguro llevar billetes y monedas. Los cheques no eran aceptados fuera del país, y por lo tanto se buscó un sistema más conveniente. Fabian tenía de nuevo la respuesta. Su organización le dió a cada uno una tarjeta plástica que mostraba el nombre de la persona, la fotografía y un número de identificación.
En cualquier lugar donde esta tarjeta fuera presentada, el comerciante telefoneaba a la computadora central para controlar el crédito. Si tenía crédito, la persona podría comprar lo que desee; hasta cierta cantidad.
Al principio, a la gente se le permitió gastar una cantidad pequeña en crédito, y si esto se pagaba dentro del mismo mes, no se cobraba ningún interés. Esto estaba muy bien para el asalariado, pero ¿qué pasaría con los empresarios?. Ellos tenían que instalar maquinaria, fabricar las mercancías, pagar los salarios, etc., vender todas sus mercancías y recién pagar el crédito. Si se excedían un mes, lo cargaban con un 1,5% por cada mes que la deuda era debida. Esto ascendía al 18% por año.
Los empresarios no tenían ninguna opción más que agregar el 18% sobre el precio de venta. Pero todo este dinero o crédito adicional (el 18%) no había sido prestado a nadie (no estaba en circulación). En todo el país los empresarios tenían la imposible tarea de pagar $118 por cada $100 que pidieron prestados, pero los $18 adicionales nunca habían sido creados en el sistema. No existían.
Fabian y sus amigos aumentaron aún más su posición social. Eran mirados como pilares de respetabilidad. Sus declaraciones en finanzas y en economía eran aceptadas con convicción casi religiosa.
Bajo la carga de impuestos cada vez más altos, muchas pequeñas empresas se derrumbaron. Licencias especiales eran necesarias para varias operaciones, de modo que las empresas restantes encontraran muy difícil participar. Fabian poseía y controlaba todas las compañías grandes que tenían centenares de subsidiarias. Éstos parecían estar en competencia unos con otros, sin embargo Fabian los controlaba a todos. Eventualmente, todos los otros competidores fueron forzados a cerrar. Los plomeros, los carpinteros, los electricistas y la mayoría de las industrias pequeñas sufrieron el mismo destino, fueron tragados por las compañías gigantes de Fabian que tenían protección del gobierno.
Fabian quería que las tarjetas plásticas reemplazaran a los billetes y las monedas. Su plan era que cuando todos los billetes fueran retirados, sólo los negocios que usaran el sistema de tarjeta contra la computadora central podrían funcionar.
Él planeó que eventualmente alguna gente perdería sus tarjetas y estaría entonces imposibilitada de comprar o vender algo hasta que que se hiciera una prueba de identidad. El quería imponer una Ley, que le daría el control total: una ley obligando a todos a tener su número de identificación tatuado en la mano. El número sería visible sólo bajo una luz especial, conectada a una computadora. Cada computadora estaría conectada a la computadora central gigante y así Fabian podría saber todo sobre todos...