Hoy es un mal día Martínez
Por: Darío Valle Risoto
Recorrió los casi doscientos kilómetros hasta la finca de Genaro con cierta mala disposición, le habían dicho en la editorial que ya hacía tres semanas que no enviaba sus columnas para la revista y que si no cumplía tendrían que substituirlo. ¡Como si fuera fácil cambiar con los artículos de un genio por otro! Por lo tanto le aconsejaron ir a visitarlo ya que no atendía ni los mails ni el teléfono.
No era la primera vez que iba, de vez en cuando lo tomaban por “pibe de los mandados” y tenía que llevarle los cheques del pago. Genaro era un anciano extraño, un tipo enjuto de pocas palabras hasta que alguna conversación, gesto o movimiento le disparaba la verborragia y entonces daba tanto satisfacción como espanto escucharle.
La casa, una casa demasiado humilde para un hombre que había editado cuatro libros, hasta en Europa era respetado, mucho más que en el Uruguay, pero eso suele pasar con todo el mundo en estas tierras malagradecidas.
Golpeó, batió las manos y luego de unos segundos volvió a encontrar el timbre entre las hojas que cubrían las paredes de la finca como si la vegetación se quisiera tragar al viejo.
__ ¿Quién es carajo?
__ Pedro Martínez, de la editorial, me mandan para…
Adentro había algunos cambios, sobretodo un candelabro de siete puntas sobre el aparador que nunca antes había observado, luego una silla rota en el piso y el viejo con el pelo enmarañado y cara de muy pero muy pocos amigos. Nunca daba la mano, solo un mohín era el saludo casi obligatorio.
__ ¿Se le rompió una silla? __ Pregunta idiota pero necesaria para comenzar a hablar.
__ La cagué a patadas, hoy es un mal día Martínez.
__ ¿Qué le pasó?
__ La maté, no tenía otro remedio, maté a la protagonista de mi último libro, no tuve más que hacerla suicidarse porque… porque. ¡Que vas a entender vos!
Pedro Martínez caminó hasta la cocina para hacer té, la primera vez que llegó a la casa el viejo le había dicho que si quería café o té se lo hiciera el mismo porque el no era una puta mucama, así que ya ni pedía permiso.
Volvió con dos tazas de té “President” en la mano mientras trataba de poner una cara acorde a la crisis creativa del hombre que se había sentado a la mesa del comedor y miraba la pantalla de su notebook con rostro demacrado.
__ ¿Y que te trae por acá?
__ Dicen en la editorial que si no se pone al día con las columnas para la revista lo van a echar del culo.
El viejo sonrió, le encantaban las malas palabras.
__ ¿Y a quién van a contratar para poner algo inteligente entre artículos de puto bricolage y la casa de la última modelo anoréxica?, Pero vamos a hablar de otra cosa mientras les mando lo que escribí y me había olvidado de enviar. __ Abrió su correo electrónico y les envió sus últimas columnas, luego hizo fuerza por sonreír mientras con sus manos huesudas tomaba la taza de té como su fuera un moje budista, esto es: con ambas manos.
__ El candelabro del living, discúlpeme pero…
__ Soy judío, ¿No te habías dado cuenta?, bueno, nunca me viste en pelotas, si querés te muestro…
__ No gracias, no es necesario. ¿Azúcar?
__ No, yo tomo el té como se debe, si quiero dulces me como un caramelo.
__ ¿Pero usted no es Genaro Salvatierra?
__ Seguro, ¿Vos te pensás que todos los judíos somos Sokolinski o Cohen?
__ Bueno, pero antes no había mencionado nada de…, digamos, su…
__ ¡Una cagada!, Mi personaje se llama Sarah, es una judía que estuvo en los campos durante los fines de la segunda guerra que en realidad fue la primera porque la otra no fue mundial, bueno, después te cuento de eso… entonces, ella me hizo recordar cosas… ¡Que hija de puta!
__ ¿Más té?
__ Traeme otra tasa pero esta vez calentalo de verdad que chifle la pava porque hoy es un mal día.
__ Así que entonces ¿usted rompió la silla porque Sarah lo hizo calentar?
__ No, no mi hijo, lo hice porque tuve que matar a Sarah, me estaba enamorando de un personaje y eso es tétrico, infame, enfermo…
__ Bueno, pero usted es el autor, puede reescribir el capítulo, hacer que reviva, yo que sé…
__ Vos no sabes un piojo de nada, cuando uno escribe una novela se involucra tanto que los personajes dejan de ser tuyos, adquieren vida propia, vos sos como un dios que de pronto encuentra que sus creaciones lo superan en número y pensamiento.
__ Yo soy ateo Genaro.
__ ¡Feliz de vos pibe!, pero los judíos somos religiosos hasta cuando somos anarquistas y nos cagamos en cristo, que salvo sea de paso, si nos cagamos en cristo.
__ Nunca lo había escuchado mencionar tanto sus orígenes, digamos… Hebreos, es raro, yo me pensaba que usted es español, al menos eso dice en su biografía y en las pestañas de su último libro.
__ Nací en Valencia, ¿Eso es suficientemente español?, los judíos podemos nacer en Londres, Túnez o Saturno pero somos judíos, es una maldición hermosa y casi prohibida ser judío.
Se quedó meditando y abriendo de nuevo su notebook comenzó a escribir frenéticamente.
__ Es una…maldición… hermosa y casi…
Pedro terminó de tomar su té, siguieron conversando un rato hasta que se hizo tarde y debió despedirse, de regreso a casa se iba preguntando sobre todo lo que no sabía del escritor que había ganado millones por sus libros y que sin embargo vivía solo en una vieja chacra alejado de Montevideo.
Por: Darío Valle Risoto
Recorrió los casi doscientos kilómetros hasta la finca de Genaro con cierta mala disposición, le habían dicho en la editorial que ya hacía tres semanas que no enviaba sus columnas para la revista y que si no cumplía tendrían que substituirlo. ¡Como si fuera fácil cambiar con los artículos de un genio por otro! Por lo tanto le aconsejaron ir a visitarlo ya que no atendía ni los mails ni el teléfono.
No era la primera vez que iba, de vez en cuando lo tomaban por “pibe de los mandados” y tenía que llevarle los cheques del pago. Genaro era un anciano extraño, un tipo enjuto de pocas palabras hasta que alguna conversación, gesto o movimiento le disparaba la verborragia y entonces daba tanto satisfacción como espanto escucharle.
La casa, una casa demasiado humilde para un hombre que había editado cuatro libros, hasta en Europa era respetado, mucho más que en el Uruguay, pero eso suele pasar con todo el mundo en estas tierras malagradecidas.
Golpeó, batió las manos y luego de unos segundos volvió a encontrar el timbre entre las hojas que cubrían las paredes de la finca como si la vegetación se quisiera tragar al viejo.
__ ¿Quién es carajo?
__ Pedro Martínez, de la editorial, me mandan para…
Adentro había algunos cambios, sobretodo un candelabro de siete puntas sobre el aparador que nunca antes había observado, luego una silla rota en el piso y el viejo con el pelo enmarañado y cara de muy pero muy pocos amigos. Nunca daba la mano, solo un mohín era el saludo casi obligatorio.
__ ¿Se le rompió una silla? __ Pregunta idiota pero necesaria para comenzar a hablar.
__ La cagué a patadas, hoy es un mal día Martínez.
__ ¿Qué le pasó?
__ La maté, no tenía otro remedio, maté a la protagonista de mi último libro, no tuve más que hacerla suicidarse porque… porque. ¡Que vas a entender vos!
Pedro Martínez caminó hasta la cocina para hacer té, la primera vez que llegó a la casa el viejo le había dicho que si quería café o té se lo hiciera el mismo porque el no era una puta mucama, así que ya ni pedía permiso.
Volvió con dos tazas de té “President” en la mano mientras trataba de poner una cara acorde a la crisis creativa del hombre que se había sentado a la mesa del comedor y miraba la pantalla de su notebook con rostro demacrado.
__ ¿Y que te trae por acá?
__ Dicen en la editorial que si no se pone al día con las columnas para la revista lo van a echar del culo.
El viejo sonrió, le encantaban las malas palabras.
__ ¿Y a quién van a contratar para poner algo inteligente entre artículos de puto bricolage y la casa de la última modelo anoréxica?, Pero vamos a hablar de otra cosa mientras les mando lo que escribí y me había olvidado de enviar. __ Abrió su correo electrónico y les envió sus últimas columnas, luego hizo fuerza por sonreír mientras con sus manos huesudas tomaba la taza de té como su fuera un moje budista, esto es: con ambas manos.
__ El candelabro del living, discúlpeme pero…
__ Soy judío, ¿No te habías dado cuenta?, bueno, nunca me viste en pelotas, si querés te muestro…
__ No gracias, no es necesario. ¿Azúcar?
__ No, yo tomo el té como se debe, si quiero dulces me como un caramelo.
__ ¿Pero usted no es Genaro Salvatierra?
__ Seguro, ¿Vos te pensás que todos los judíos somos Sokolinski o Cohen?
__ Bueno, pero antes no había mencionado nada de…, digamos, su…
__ ¡Una cagada!, Mi personaje se llama Sarah, es una judía que estuvo en los campos durante los fines de la segunda guerra que en realidad fue la primera porque la otra no fue mundial, bueno, después te cuento de eso… entonces, ella me hizo recordar cosas… ¡Que hija de puta!
__ ¿Más té?
__ Traeme otra tasa pero esta vez calentalo de verdad que chifle la pava porque hoy es un mal día.
__ Así que entonces ¿usted rompió la silla porque Sarah lo hizo calentar?
__ No, no mi hijo, lo hice porque tuve que matar a Sarah, me estaba enamorando de un personaje y eso es tétrico, infame, enfermo…
__ Bueno, pero usted es el autor, puede reescribir el capítulo, hacer que reviva, yo que sé…
__ Vos no sabes un piojo de nada, cuando uno escribe una novela se involucra tanto que los personajes dejan de ser tuyos, adquieren vida propia, vos sos como un dios que de pronto encuentra que sus creaciones lo superan en número y pensamiento.
__ Yo soy ateo Genaro.
__ ¡Feliz de vos pibe!, pero los judíos somos religiosos hasta cuando somos anarquistas y nos cagamos en cristo, que salvo sea de paso, si nos cagamos en cristo.
__ Nunca lo había escuchado mencionar tanto sus orígenes, digamos… Hebreos, es raro, yo me pensaba que usted es español, al menos eso dice en su biografía y en las pestañas de su último libro.
__ Nací en Valencia, ¿Eso es suficientemente español?, los judíos podemos nacer en Londres, Túnez o Saturno pero somos judíos, es una maldición hermosa y casi prohibida ser judío.
Se quedó meditando y abriendo de nuevo su notebook comenzó a escribir frenéticamente.
__ Es una…maldición… hermosa y casi…
Pedro terminó de tomar su té, siguieron conversando un rato hasta que se hizo tarde y debió despedirse, de regreso a casa se iba preguntando sobre todo lo que no sabía del escritor que había ganado millones por sus libros y que sin embargo vivía solo en una vieja chacra alejado de Montevideo.
FIN
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