Tuesday, November 25, 2008

Los Fantasmas del Intermezo

Los Fantasmas del Intermezo
Por: Darío Valle Risoto

Mi madre me contaba que comencé a ir al cine dentro de su barriga, luego de bebé me llevaban con mi padre, bien limpio y con la mamadera y así me hice cinéfilo de toda la vida, muchos años después el profesor de Técnicas de Cine del curso de Comunicación Social se sorprendía de mi manejo de la cámara y de mi forma de editar mientras grababa un vídeo.
Le conté que nací y viví yendo al cine, allá en mi querida barriada de la Unión el Cine Intermezo quedaba a unas seis cuadras de mi casa y ya desde unos ocho o nueve años iba solo, o por supuesto que también con mis padres. Resulta que todos los empleados conocían a mi viejo de toda la vida y muchas veces entrábamos gratis, cuando salíamos a caminar por la avenida 8 de octubre nos invitaban a entrar, en una semana vi Pinocho tres veces.
Pero también había muchos comentarios en casa, me encantaba que mi padre me contara películas, los viejos seriales como “El imperio submarino” o “Flash Gordon” que veía por los años cincuenta mi padre me los narraba con lujo de detalles, ver a ese enorme hombre de un metro noventa y ocho y cuerpo atlético escenificarme algunas escenas era lo máximo.Mi padre era fanático del cine fantástico y a tal punto me contagió su afición que mi madre bromeaba con que Bela Lugosi, Boris Karlof y Long Chaney eran mis tíos. Años después continué con las películas inglesas de la Hammer Hilms y me hice incondicional del gran Christopher Lee y su eterno compañero en el celuloide: Peter Cushing.
El amor al cine se complementó magníficamente con las decenas de comics que mi padre me regalaba, también con aquellas tardes de televisión viendo a: Los Tres Chiflados, Ultra Seven, El Llanero Solitario, la Tortuga D’Artagnan, El Robot Gigante y tantos otros.
El cine hizo por mi padre de maestro, entretenimiento y fortaleza con sus códigos sobre la valentía de los hombres, eran tiempos donde la pantalla nos mostraba un ideal americano que aunque artificial nos enseñó a soñar con que los débiles y desafortunados pueden vencer a los opresores; en Uruguay eran tiempos de dictadura y hasta muy adulto no supe lo importante que fue creer al manos en la pantalla que la justicia era posible.
Podría escribir un enorme libro sobre las horas conversando con mi viejo y mi tío Tito sobre aquella enorme saga de “El Planeta de los Simios”, sobre las historias del Tarzan de Jhonny Weismuller, de El Fantasma y tantos personajes que con el tiempo se fueron difuminando o tuvieron honrosos resurgimientos. Hace unos años al ver Rocketeer me conmovió pensar en mi padre, parecía que el estaba sentado a mi lado en aquel inmenso cine que se escuchaba mal, su pantalla estaba raída y muchas butacas rechinaban, pero me disparó a lejanos y apasionantes mundos donde la verdad siempre vencía y el crimen no pagaba.

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