La Marca de Caín
Por: Darío Valle Risoto
Ayer luego de salir del trabajo fuimos a tomar una cerveza fría con Emilio, casi nunca salimos a la misma hora y hasta el momento no lo habíamos hecho, a raíz de la llegada de un nuevo compañero comenzamos intercambiar ideas ya que le pregunté si este muchacho no es Testigo de Jehová, él lo conoce de antes y cree que no.
Se trataba de otra de mis ironías porque en realidad lo que me llamó la atención del tipo es que parece extremadamente normal, o sea que es un ciudadano estandart tipo uruguayo con todo lo que esto significa para mí. Por lo tanto casi toda la gente normal me parece algún tipo de evangélico – testigo o católico.
La conversación derivó en que personas como Emilio o yo con determinada línea de pensamientos, valores y forma de vida, inevitablemente terminamos perdiendo buenos amigos ya que estos como todo ser que convive en estas urbes terminan inevitablemente devorados por los procesos de socialización y no es raro que un buen día un Punk o un metalero nos llegue feliz porque se comprometió con la novia, bautizó a su primogénito o terminó de decorar el arbolito de navidad.
Esto no quiere decir que seamos unos extremistas antisociales sino que el paquete del ciudadano promedio nos agota y destruye las ganas de ser creativos, de llevar nuestras vidas por donde nos antoje y por sobre todas las cosas evadir los rituales de la mejor manera posible. Hace unos años la hermana de un amigo me acusó en medio de su familia de anormal, cuando todos creían que me ofendería le dije que sí, que era cierto, que toda mi vida apuntaba a ser un anormal diferente de ella y de la mayoría de la gente que no me interesa.
Por una cuestión de respeto y porque me encontraba en su casa no le dije que me revolvía el estómago la foto del papa que tenían en la pared, escucharlas decir. “Si dios quiere” y “Gracias a dios” por cualquier cosa y que ella era una alcahueta miserable en su fábrica de vestimentas y por ello la habían “ascendido” a supervisora, además de muy puta, pero esto último me parece bárbaro.
Emilio como yo fue perdiendo amigos no porque se haya peleado sino que con el tiempo se agotan los puntos de encuentro, un buen día nos encontramos con que no tenemos conversaciones que nos acerquen con aquellos que engullidos por la maquinaria cotidiana nos ven como tipos raros que escuchamos Heavy Metal, miramos mucho cine extraño y hasta nos copamos con los dibujos animados, ni que decir en mi caso que se me quedan mirando cuando les comento algún cómic que leí recientemente y me voló la cabeza.
Los procesos de socialización son excluyentes de los individuos no alineados a la mayoría de sus liturgias y sus integrantes castigan severamente a los raros con críticas, burlas e insultos, curiosamente todos los que por un motivo u otro somos diferentes, muchas veces nos hemos cuestionado volver al rebaño. En mi caso cuando tenía unos veinte años me pregunté si realmente era así porque me gustaba o solamente para llevarles la contra a todos los demás, los años me han demostrado que me gusta como soy, mis hobbies y mi ropa negra, etc.; No podría ser de otra manera.
Cuando en comunicación social critiqué severamente una línea de publicidad que trataba a los posibles consumidores como auténticos imbéciles, el profesor muy inteligentemente me dijo que la mayoría de la publicidad no iba dirigida a individuos como yo sino a la maza restante y su vista recorrió a la mayoría de mis compañeros, muchos de ellos habían defendido con uñas y dientes esos paupérrimos anuncios.
Realmente me sentí honrado de ser un anormal, igual que ahora.
Por: Darío Valle Risoto
Ayer luego de salir del trabajo fuimos a tomar una cerveza fría con Emilio, casi nunca salimos a la misma hora y hasta el momento no lo habíamos hecho, a raíz de la llegada de un nuevo compañero comenzamos intercambiar ideas ya que le pregunté si este muchacho no es Testigo de Jehová, él lo conoce de antes y cree que no.
Se trataba de otra de mis ironías porque en realidad lo que me llamó la atención del tipo es que parece extremadamente normal, o sea que es un ciudadano estandart tipo uruguayo con todo lo que esto significa para mí. Por lo tanto casi toda la gente normal me parece algún tipo de evangélico – testigo o católico.
La conversación derivó en que personas como Emilio o yo con determinada línea de pensamientos, valores y forma de vida, inevitablemente terminamos perdiendo buenos amigos ya que estos como todo ser que convive en estas urbes terminan inevitablemente devorados por los procesos de socialización y no es raro que un buen día un Punk o un metalero nos llegue feliz porque se comprometió con la novia, bautizó a su primogénito o terminó de decorar el arbolito de navidad.
Esto no quiere decir que seamos unos extremistas antisociales sino que el paquete del ciudadano promedio nos agota y destruye las ganas de ser creativos, de llevar nuestras vidas por donde nos antoje y por sobre todas las cosas evadir los rituales de la mejor manera posible. Hace unos años la hermana de un amigo me acusó en medio de su familia de anormal, cuando todos creían que me ofendería le dije que sí, que era cierto, que toda mi vida apuntaba a ser un anormal diferente de ella y de la mayoría de la gente que no me interesa.
Por una cuestión de respeto y porque me encontraba en su casa no le dije que me revolvía el estómago la foto del papa que tenían en la pared, escucharlas decir. “Si dios quiere” y “Gracias a dios” por cualquier cosa y que ella era una alcahueta miserable en su fábrica de vestimentas y por ello la habían “ascendido” a supervisora, además de muy puta, pero esto último me parece bárbaro.
Emilio como yo fue perdiendo amigos no porque se haya peleado sino que con el tiempo se agotan los puntos de encuentro, un buen día nos encontramos con que no tenemos conversaciones que nos acerquen con aquellos que engullidos por la maquinaria cotidiana nos ven como tipos raros que escuchamos Heavy Metal, miramos mucho cine extraño y hasta nos copamos con los dibujos animados, ni que decir en mi caso que se me quedan mirando cuando les comento algún cómic que leí recientemente y me voló la cabeza.
Los procesos de socialización son excluyentes de los individuos no alineados a la mayoría de sus liturgias y sus integrantes castigan severamente a los raros con críticas, burlas e insultos, curiosamente todos los que por un motivo u otro somos diferentes, muchas veces nos hemos cuestionado volver al rebaño. En mi caso cuando tenía unos veinte años me pregunté si realmente era así porque me gustaba o solamente para llevarles la contra a todos los demás, los años me han demostrado que me gusta como soy, mis hobbies y mi ropa negra, etc.; No podría ser de otra manera.
Cuando en comunicación social critiqué severamente una línea de publicidad que trataba a los posibles consumidores como auténticos imbéciles, el profesor muy inteligentemente me dijo que la mayoría de la publicidad no iba dirigida a individuos como yo sino a la maza restante y su vista recorrió a la mayoría de mis compañeros, muchos de ellos habían defendido con uñas y dientes esos paupérrimos anuncios.
Realmente me sentí honrado de ser un anormal, igual que ahora.
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