El Silencio
Por: Darío Valle Risoto
Un leve y extraño resplandor
cubría la tarde moribunda
curiosos rayos de un sol muerto
horadaban la triste llanura.
Imposible precisar el momento
en que todo se volvió oscuridad
y la fría lamida del viento supo
que algo habitaba entre las sombras.
No supe si estaba realmente solo
pero algo me oprimía la garganta
con dedos invisibles y tiesos
pero no veía absolutamente nada
más que un creciente terror
que comenzaba a ahogarme sin remedio.
Y allí estaban las piedras carcomidas
de un abandonado cementerio
y tropezé entonces con mi tumba
custodiada por fantasmales cuervos.Lloré sin lágrimas por el designio
que nos deja a los muertos merodear
para repasar dolorosamente...
todo el tiempo que hemos perdido...
irremediablemente.
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