Por: Darío Valle Risoto
Cierta aciaga mañana del dos mil y algo, Gregorio Samsorkis se despertó sintiéndose extraño. En principio algo en su cabeza le evitaba que pudiera dormir o darse vuelta en la cama, mucho menos le era posible permanecer boca abajo y por lo tanto molesto se tuvo que ir a mirar al espejo.
__ ¡Paaa! ___Exclamó al comprobar que tenía un objeto extraño pegado en su cabeza que no era nada más ni nada menos que un gorro de beisbolista multicolor y con el logo de una reconocida marca deportiva en el frente.
Otra cosa que pudo comprobar era que su cuerpo había adquirido una extraña forma simiesca y que le era casi imposible caminar sin bambolearse o dejar de repiquetear sobre cualquier objeto que se encuentre cerca de sus manos ahora de dedos anchos, mugrientos y desparejos.
Y si bien se había acostado descalzo ahora tenía puesta una vestimenta grande, de plástico y con una combinación de colores que lo obligó a ir a vomitar al baño.
__ ¿Qué me está pasando?
Llevaba unas “Bases” con una suela terminada en resortes y de cordones color verde fluo sobre un diseño tan aerodinámico como podría ser posible solo en una dimensión absurda.
__ ¿Bases?
Pensaba en forma muy lenta se sintió preso de una suerte de maldición cuando encontró que lo que antes le resultaba sencillo ahora se transformaba en una agonía, no había podido tender la cama porque sencillamente no recordaba como se hacía, tampoco pudo cnectar dos pensamientos sin sentir que le dolía la cabeza y solo se aliviaba volviendo a repiquetear sus dedos sobre el aparador donde antiguas fotos familiares le mostraban al viejo Gregorio antes intelectual y de buen gusto por las cosas de la vida.
Su hermana lo llamó desde la cocina para que acuda a desayunar, con una voz gutural trató de responderle que pensaba seguir durmiendo.
__ ¡Esta sucia me tiene…!
Se tapó la boca, estaba aterrado, no podía dejar de pensar o hablar sin proferir insultos crueles disonantes e inmerecidos para su antes querida hermana o cualquier mujer que se le recruzara por la cabeza.
Sentado en la cama desarreglada se miró al reflejo del ropero, al tratar de sonreír comprobó que se le habían caído la mayoría de los dientes y cuando al acercarse el aspecto on un grito ahogado comprobó que debajo del gorro le salían unos cabellos teñidos con mechas de diversos tonos de un amarillo espantoso.
__ ¡Toy frito! __ Gritó. __ ¡Toy re-frito! ___Gritó de nuevo y se tiró en la cama a llorar.
Tras intentar superar esa pesadilla se puso de pie y salió a la calle, no sin antes tomar su campera “Nike” de vivos colores: rosado-amarillo-verde y una navaja. Ya se sentía mejor y si conseguía afanarse unos mangos, tal vez se pudiera comprar el último disco de Daddy Yankie.
FIN
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