Paro General Gráfico
Memorias de un anarquista de salón
Por: Darío Valle Risoto
Había un viejo dicho de entre tantos que repetía mi madre si se daba el caso; “Se acuerdan de Santa Bárbara cuando llueve” o algo así. Lo decía criticando a aquellos que carecen de capacidad de prevenir las tormentas de la vida.
Previsora hasta la obsesión me enseñó a campear los temporales de la vida, claro que uno no siempre puede y la mayoría de las veces tampoco se sale bien parado pero al menos estuvo preparado.
En el tema laboral los anarquistas somos en la mayoría eternos realistas frente a las relaciones de explotación que se dan en los ámbitos de trabajo, para la mayoría pesimistas, sabemos cuando “nos acarician el lomo” y nos quieren comprar al bajo precio de la necesidad y tenemos una lista de prioridades donde corromperse no entra ni en el último escaño.
Recuerdo hace muchos años, allá por 1990 cuando comenzó a mermar el trabajo en los Talleres Barreiro, primero comenzaron con algunos despidos y luego el fantasma del Seguro de Paro comenzó a poner nerviosa a la mayoría de la gente. Algunos pocos, sobretodo del sector encuadernación ya habituados a ganar sueldos de miseria ya estábamos preparados para las calamidades y tomando en cuenta que el ambiente de trabajo era una mierda, no nos asustaba demasiado quedar en el Paro como le llaman en España.
En una asamblea del taller propuse dejar de trabajar los sábados, hasta ese momento trabajábamos de lunes a sábado ocho horas. Se me ocurrió que quitándoles un día a la semana a todos, nadie iría al seguro de paro y repartíamos el poco trabajo que había a la espera de que la cosa se normalice.
Casi nadie estuvo de acuerdo conmigo, es más, no me dieron ni bola.
No se cuanto tiempo después la empresa quitó los sábados y nadie protestó, claro que viniendo de arriba era indiscutible algo que se podía haber hecho antes y evitar que padres de familia fueran al seguro como pasó en realidad, lo curioso de esto fue que a mi solo me enviaron un mes porque me precisaban en la apestosa máquina de doblar pliegos.
Reflexioné en ese momento en que a la mayoría de la gente les cuesta decidir y prefieren ser hijos del rigor, tener alguien sobre sus cabezas que piensen por ellos aunque los caguen de verde todo el tiempo.
En el año 1994 me fui de Barreiro y la empresa quebró más o menos por el 97 o 98, también al pasar frente al taller que queda a la vuelta de mi casa y toparme con compañeros haciendo huelga les dije que ocuparan inmediatamente mientras todavía quedaban máquinas dentro.
Cuando comenzaron a venderlo todo solo se limitaron a sacar fotos para los juicios que terminaron en medio despido para cada uno bastante tiempo después de quedar en la calle.
Luego de trabajar trece años en Barreiro trabajé unos once años en la imprenta Rosgal, acá se daba todo lo contrario que en mi trabajo anterior, si en Barreiro la patronal era absolutamente fascista en cambio los compañeros eran en su mayoría respetuosos del sindicalismo y más o menos había oportunidad de debatir aunque como dije antes, en definitiva también había una pulsión natural por el arrastre en algunos de ellos.
En Rosgal la patronal te dejaba trabajar tranquilo, no había esa marcación cuerpo a cuerpo de Barreiro pero el nivel de los compañeros era paupérrimo, al decir simplemente la palabra “Sindicato” era como hablar del diablo.
De todas formas durante la crisis económica que cubrió al país entero en el año 2000 se le ofreció a la gente trabajar horas extras a sueldo simple porque “La empresa no podía pagar el doble salario” tal como marca la ley porque parecía que no estaban bien de plata, cosa que disimulaba bastante el patrón en su 4x4 y sus viajes a los Estados Unidos.
Los compañeros decidieron seguir cumpliendo horas extras a salario normal, menos yo que me enteré tarde ya que trabajaba de noche, cuando me lo informó el encargado le dije que mi único capital era mi trabajo y que ya lo regalaba bastante nueve horas de lunes a viernes para que me sobre exploten en las horas extras. Desde ese momento y hasta mi despido en el 2005 me enviaban al Paro cada vez que tenían oportunidad poniendo a compañeros que cumplían mi función por mucho menos sueldo y por supuesto: Haciendo extras a salario normal aún sábados y domingos y a veces hasta dieciséis horas seguidas.
Memorias de un anarquista de salón
Por: Darío Valle Risoto
Había un viejo dicho de entre tantos que repetía mi madre si se daba el caso; “Se acuerdan de Santa Bárbara cuando llueve” o algo así. Lo decía criticando a aquellos que carecen de capacidad de prevenir las tormentas de la vida.
Previsora hasta la obsesión me enseñó a campear los temporales de la vida, claro que uno no siempre puede y la mayoría de las veces tampoco se sale bien parado pero al menos estuvo preparado.
En el tema laboral los anarquistas somos en la mayoría eternos realistas frente a las relaciones de explotación que se dan en los ámbitos de trabajo, para la mayoría pesimistas, sabemos cuando “nos acarician el lomo” y nos quieren comprar al bajo precio de la necesidad y tenemos una lista de prioridades donde corromperse no entra ni en el último escaño.
Recuerdo hace muchos años, allá por 1990 cuando comenzó a mermar el trabajo en los Talleres Barreiro, primero comenzaron con algunos despidos y luego el fantasma del Seguro de Paro comenzó a poner nerviosa a la mayoría de la gente. Algunos pocos, sobretodo del sector encuadernación ya habituados a ganar sueldos de miseria ya estábamos preparados para las calamidades y tomando en cuenta que el ambiente de trabajo era una mierda, no nos asustaba demasiado quedar en el Paro como le llaman en España.
En una asamblea del taller propuse dejar de trabajar los sábados, hasta ese momento trabajábamos de lunes a sábado ocho horas. Se me ocurrió que quitándoles un día a la semana a todos, nadie iría al seguro de paro y repartíamos el poco trabajo que había a la espera de que la cosa se normalice.
Casi nadie estuvo de acuerdo conmigo, es más, no me dieron ni bola.
No se cuanto tiempo después la empresa quitó los sábados y nadie protestó, claro que viniendo de arriba era indiscutible algo que se podía haber hecho antes y evitar que padres de familia fueran al seguro como pasó en realidad, lo curioso de esto fue que a mi solo me enviaron un mes porque me precisaban en la apestosa máquina de doblar pliegos.
Reflexioné en ese momento en que a la mayoría de la gente les cuesta decidir y prefieren ser hijos del rigor, tener alguien sobre sus cabezas que piensen por ellos aunque los caguen de verde todo el tiempo.
En el año 1994 me fui de Barreiro y la empresa quebró más o menos por el 97 o 98, también al pasar frente al taller que queda a la vuelta de mi casa y toparme con compañeros haciendo huelga les dije que ocuparan inmediatamente mientras todavía quedaban máquinas dentro.
Cuando comenzaron a venderlo todo solo se limitaron a sacar fotos para los juicios que terminaron en medio despido para cada uno bastante tiempo después de quedar en la calle.
Luego de trabajar trece años en Barreiro trabajé unos once años en la imprenta Rosgal, acá se daba todo lo contrario que en mi trabajo anterior, si en Barreiro la patronal era absolutamente fascista en cambio los compañeros eran en su mayoría respetuosos del sindicalismo y más o menos había oportunidad de debatir aunque como dije antes, en definitiva también había una pulsión natural por el arrastre en algunos de ellos.
En Rosgal la patronal te dejaba trabajar tranquilo, no había esa marcación cuerpo a cuerpo de Barreiro pero el nivel de los compañeros era paupérrimo, al decir simplemente la palabra “Sindicato” era como hablar del diablo.
De todas formas durante la crisis económica que cubrió al país entero en el año 2000 se le ofreció a la gente trabajar horas extras a sueldo simple porque “La empresa no podía pagar el doble salario” tal como marca la ley porque parecía que no estaban bien de plata, cosa que disimulaba bastante el patrón en su 4x4 y sus viajes a los Estados Unidos.
Los compañeros decidieron seguir cumpliendo horas extras a salario normal, menos yo que me enteré tarde ya que trabajaba de noche, cuando me lo informó el encargado le dije que mi único capital era mi trabajo y que ya lo regalaba bastante nueve horas de lunes a viernes para que me sobre exploten en las horas extras. Desde ese momento y hasta mi despido en el 2005 me enviaban al Paro cada vez que tenían oportunidad poniendo a compañeros que cumplían mi función por mucho menos sueldo y por supuesto: Haciendo extras a salario normal aún sábados y domingos y a veces hasta dieciséis horas seguidas.
"Acordarse de Santa Bárbara cuando llueve”, mi ex “compañeros” ahora algunos están sindicalizados y supongo que van seguido a las asambleas y habrán comprobado que los colegas no muerden ni te llevan a Siberia. Recuerdo que cuando les mencionaba el afiliarse al sindicato muchos de ellos comenzaban a decirme que: “Los sindicatos no sirven para nada”, cierto día un compañero que se deslomaba trabajando pidió un aumento y se lo negaron, le pregunté que pensaba hacer de allí en adelante y decidió “trabajar más”, Ahora si no lo echaron antes del cierre de la empresa supongo que también quedó en la calle y me consta que era un excelente operario.
Este martes hay un paro general gráfico en el Uruguay para solidarizarnos por las situaciones de la imprenta Rosgal y el diario Últimas Noticias, paro que pienso respetar aunque donde trabajo ahora tengo por primera vez en mi vida una patronal donde puedo dialogar casi de igual a igual, no me joden con el sueldo y hasta me preguntan de vez en cuando si hay algún paro.
Triste y lamentable será siempre que los hombres nos separemos aún hasta para mejorar y esperar después de que pasan las cosas para solucionarlas es desde todos los puntos de vista un doble trabajo, donde tampoco se paga doble.
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