Tuesday, August 30, 2011

¿Quién determina el buen gusto? 3

¿Quién determina el buen gusto?
3ª Parte
Por: Darío Valle Risoto


“La vida está llena de cosas insignificantes pero algunas de ellas son más importantes de lo que creemos”   (Yo)

Noche de asma e insomnio, pongo HBO y están exhibiendo la película Sex and the city 2 donde las cuatro protagonistas, verdaderas pelotillas neoyorquinas viajan a Abu Dhabi invitadas por un Jeque árabe a un hotel de más o menos diez estrellas. Entonces aparte de comprobar que a medida que se va poniendo vieja la actriz Sarah Jessica Parker se parece más a un transvertí, veo que los chistes habituales sobre carteras, zapatos y atuendos de moda siguen en pie y parece que venden entre una audiencia que probablemente sea de clase media para abajo.

El secreto del cine y la televisión es mostrarnos aquellos mundos a los que raramente accederemos en nuestra vida cotidiana paupérrima y aburrida, la condición para acceder a determinados status de vida puede pasar por trabajar mucho (Que es una mentira), robar bastante o rezar hasta que se te calcifiquen las rodillas. Las opciones no van mucho más allá, bueno, algunos juegan a la lotería, estudian alquimia para transmutar plomo en oro o se la pasan dándole a las drogas para seguir soñando… cada loco con su tema.

Pero acaso la realidad no sea posible desde una sola óptica sino que habrá que ensayar diversos puntos de vista, a saber: Hace algunos años mi madre miraba un programa que se llamaba: “Verano del…”, agréguenle el año en curso. Este programa de televisión se basaba en narrarnos toda la vida y eventos sociales de Punta del Este (Punta del Este: Famoso balneario Uruguayo conquistado por los Argentinos tal islas Malvinas por los Británicos) en ese verano donde desfilaba una enorme cohorte de personajes famosos nacionales y extranjeros, alcahuetes, viejas y viejos con botox hasta en el culo y toda suerte de animales más o menos pintorescos.

Mi intención no fue que mi vieja se dejara de entretener con ese maravilloso programa pero me bastó sentarme un par de veces a su lado tratando de aguantar las nauseas para deslizarle algunos comentarios como: __ ¿Te diste cuenta que la mayoría de la gente que muestran allí son unos explotadores hijos de puta que tienen a una gran cantidad de pobres ignorantes rompiéndose el lomo para que ellos luego nos muestren esas vidas de mierda por televisión?
¿Acaso alguna vez no habrá un mozo que saque una AK 47 y se los cargue a todos para que el programa sirva definitivamente para algo?, ¿Esa modelo cuantos viejos pelados se tuvo que masticar para tener tapas de revistas y entrevistas varias?

Los conductores eran una verdadera joya, desde una minita que solo era linda pero con un enorme vacío espacial en el cerebro hasta un periodista remedo de mal cómico que intentaba darle dinámica a las notas más idiotas que se puedan contemplar en la vida. Por ejemplo: “El jardín de la condesa Mierlanguer”, “¿Que se toma este verano?”, ¿Es in ser puto?
Cosas por el estilo y no olvidemos al disc. jockey nacido en 1942 que nos pasa el video clip del momento, video clip igualito a unos mil cuatrocientos videos ya vistos antes con una negrita rapeando mientras detrás cuarenta musculosos mulatos mueven los culos. ¿?

A veces lo insignificante cobra verdadero significado e importancia si lo vemos con ojos críticos y por favor no olvidemos el buen humor porque sino sobrarían los asesinos en serie y habría muchos más suicidios de los que ya hay. Pero lo patético escapa de un análisis fácil (Como todos los de este blog) para transformarse en un buen instrumento de análisis social que a veces se parece demasiado a una película de terror.
Por lo pronto si bien la frase de que “Los opuestos se parecen” me parece absurda es innegable que lo que acabamos de contar con la High Society vista en televisión por intermedio de programas sobre las vacaciones de los pitucos y las películas de Sex and the City tienen su reflejo en lo más cotidiano de la escala social barrial y ordinaria.

Y me he preguntado a menudo los últimos casi cuarenta años si en realidad no nací en un planeta equivocado cuando me siento extraño en tierra extraña caminando entre la gente que hace de lo cotidiano una apología del crimen y del delito y no me refiero a estos en términos de códigos penales ni otras bazofias, sino al crimen que se comete diariamente contra los de una misma clase robando, avasallando o impidiéndoles una vida mínimamente digna.

La absoluta carencia de valores y la pérdida de viejos códigos transforma la ciudad en una jungla donde los depredadores son las victimas y estos roles se intercambian minuto por minuto, en una total ausencia de conciencia a grados que suelen aterrarme, pero en definitiva se trata muchas veces de aprender que los seres humanos le llamamos civilización a la represión de aquellos instintos básicos que hoy parece que está de moda exponer y sacar a flote como en una especie de catarsis enferma y colectiva.

Nunca pude soportar aquellos programas presuntamente cómicos donde todo el humor se basa en tomarle el pelo a alguien inocente, sobran los ejemplos: El falso comprador del auto que para probarlo delante de su dueño se lo choca, el delivery que lleva pizzas a una dirección donde lo espera una vedette que lo seduce, el tipo ignorante expuesto en radio que pide una mano para que vuelva la mujer que se le fue con su mejor amigo, etc.

Frecuentemente en estos últimos tiempos suben los planchas al colectivo escuchando sus patéticas cumbias en celulares que valen el sueldo que gano en un mes y más, en ocasiones suben unos raperos a cantarme al oído lo bueno que es creer en Cristo o me tengo que cruzar en el barrio con zombies subdesarrollados que me piden plata para pagarse la pasta base, ese mismo tipo de personas son la audiencia mayoritaria de los programas y películas que comenté al principio de esta pobre nota porque los que tienen toda la plata están demasiado ocupados haciendo más.

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