Wednesday, September 3, 2008

Oriana

Por: Darío Valle Risoto

Estaban tan frescas las flores de tu patio que me quise quedar para siempre,
vos brillabas asustando al sol y la música de Bach era increíble,
no supimos como pero se nos fue la tarde riéndonos de cualquier cosa
sin embargo apenas nos besamos perdimos algo de magia
y nos volvimos dos jóvenes sometidos al deseo y la forma,
por suerte tu madre dormía y no te sabía desnuda y tierna a mi lado.
Yo tuve ganas de asomarme a tu ventana y gritarle a los vecinos que era inmortal,
y que la locura se llamaba Oriana y verano y Enero y tu conventillo infinito.
Luego escuchamos al polaco y Goyeneche nos ocultó el romance como todo un caballero.
Los perros ladraron y me tuve que desprender de tus brazos y de las sábanas,
me caí y vos te reíste a carcajadas y yo casi me arranco un dedo.
Me vestí olvidando mis calzoncillos Gino Paolli que me había regalado mi vieja
y que nunca me devolviste.
Bajamos sonriendo como dos estupidos y ninguna conversación lograba involucrarnos
porque eramos uno como los dos fantasmas que aún en el altillo del convento
seguían haciendo el amor y deshaciéndolo y volviéndolo a hacer.

Hoy recuerdo que pasaron más de veinticinco años de aquello
y de que jamáz te he vuelto a ver...

Gracias.

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