Porcelanas Orientales
Por: Darío Valle Risoto
El ébano y el incienso arrastran
mi alma que se desgrana en racimos
de impurezas desencontradas,
Ella es la Geisha que nunca reclama,
el confín del infinito en una isla lejana.
Se deja caer el Kimono y es diáfana
recorro su cuerpo como la nieve
que cae en copos de brillantes lágrimas,
acaricio su piel y nada la iguala,
temo que desaparezca como las hadas.
El ojo de la tormenta acecha en su mirada
mujer amarilla de piel prohibida y blanca,
ojos de almendras, dedos de avellanas,
sexo sobre un papel de arróz que se desarma.
Baile Kabuki, sombra de la madrugada,
silente princesa de un sol en la distancia
heredera del mito, orgasmo de la llama,
beso sus pies que parecen como estatuas
siento en mi corazón habitar las enseñanzas
de un tiempo de oriente, perdido,
y me reencuentro con mis esperanzas.
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