Por: Darío Valle Risoto
Raúl llegó tarde y borracho a casa, su esposa lo esperaba y como era de esperarse se suscitó una tremenda discusión, sus dos hijos escuchaban desde su cuarto con los ojos abiertos como estrellas y brillantes en lágrimas.
___¡Es la última vez que te espero Raúl!
___¡No me molestes!
Zulma tomó unas frazadas del ropero, sabanas, una almohada y empujándolo fuera del cuarto del matrimonio se las tiró encima a su esposo y le cerró la puerta en la cara, el aliento alcohólico permaneció en el aire unos segundos mientras él intentaba llegar a la sala.
___¿Papá?___ Desde la puerta entornada del cuarto de los chicos, recortada por la luz de la luna llena pudo ver la debilucha silueta de su hijo más pequeño sentado en la cama que lo llamaba.
___Duerme que es tarde Luisito, mañana te voy a comprar algo..
Iba a seguir camino a la sala pero la voz lloriqueante de su pequeño de seis años le detuvo los pasos erráticos obligándolo a entrar en el cuarto, parado entre las dos camas observó a sus hijos, Leandro el más grande también tenía el rostro triste, mala cosa para un niño.
___¿Mamá está enojada?, ¿Te vas de casa?, ¿Estás borracho?
Raúl aún sometido a los raptos del alcohol intentó permanecer entero frente a una oleada de auto decepción frente a las dos personas que más quería en el mundo.
Tiempo, necesitaba tiempo para exiliar definitivamente esas malditas copas de Caña y poder abrazarlos sin dejarles los piyamas apestando, así que lentamente desplegó las sábanas y frazadas entre las dos camas en su mismo sentido y apoyó la almohada a los pies de la mesita que las separaba, los niños asomaron sus cabezas para mirarlo.
___¡Que olor a chivo! ___Exclamó Luisito.
___Se me calló algo encima y no me lave, lo siento. ___Se disculpó mal.
___Si claro, se te calló algo... ___Leandro miró acusador, con nueve años era tan sutil como su madre.
Zulma había sentido las voces y salió descalza del cuarto, detenida junto a la puerta escuchaba con un nudo en la garganta a su marido dialogando con los niños.
Raúl les pidió que duerman pero era imposible, eran las tres de la mañana y la luna llena como un inesperado invitado les observaba a través de la ventana abierta, era verano y desde afuera una leve brisa fresca le despertaba los sentidos al hombre tomado.
___Papá: ¿Porqué tomas vino?, Mamá dice que ya no te quiere más.
___Les voy a contar una historia...
El aire y sobretodo sus hijos absortos en la tristeza de un momento familiar no deseado le clavaron tantas agujas en el corazón que Raúl se dedicó el resto de la noche a contarles historias de exploradores espaciales, vaqueros del oeste que atrapan bandidos y alguna que otra mentira sobre su juventud como pirata del caribe; cuando el sol asomó a las seis de la mañana los niños estaban dormidos y él totalmente despejado.
Se levantó del piso y recogió muy despacio la ropa de cama pero cuando dejaba la habitación se topó con su esposa dormida en el piso del pequeño corredor que iba a su alcoba.
Luego de dejar las frazadas y lo demás en el cuarto volvió por ella, la tomó en sus brazos tal como hacía doce años el día en que recién casados la entró a casa; la dejó sobre la cama, ella lo besó en los labios y sus ojos brillaron.
Raúl nunca más tomó una copa de alcohol.
FIN
___¡Es la última vez que te espero Raúl!
___¡No me molestes!
Zulma tomó unas frazadas del ropero, sabanas, una almohada y empujándolo fuera del cuarto del matrimonio se las tiró encima a su esposo y le cerró la puerta en la cara, el aliento alcohólico permaneció en el aire unos segundos mientras él intentaba llegar a la sala.
___¿Papá?___ Desde la puerta entornada del cuarto de los chicos, recortada por la luz de la luna llena pudo ver la debilucha silueta de su hijo más pequeño sentado en la cama que lo llamaba.
___Duerme que es tarde Luisito, mañana te voy a comprar algo..
Iba a seguir camino a la sala pero la voz lloriqueante de su pequeño de seis años le detuvo los pasos erráticos obligándolo a entrar en el cuarto, parado entre las dos camas observó a sus hijos, Leandro el más grande también tenía el rostro triste, mala cosa para un niño.
___¿Mamá está enojada?, ¿Te vas de casa?, ¿Estás borracho?
Raúl aún sometido a los raptos del alcohol intentó permanecer entero frente a una oleada de auto decepción frente a las dos personas que más quería en el mundo.
Tiempo, necesitaba tiempo para exiliar definitivamente esas malditas copas de Caña y poder abrazarlos sin dejarles los piyamas apestando, así que lentamente desplegó las sábanas y frazadas entre las dos camas en su mismo sentido y apoyó la almohada a los pies de la mesita que las separaba, los niños asomaron sus cabezas para mirarlo.
___¡Que olor a chivo! ___Exclamó Luisito.
___Se me calló algo encima y no me lave, lo siento. ___Se disculpó mal.
___Si claro, se te calló algo... ___Leandro miró acusador, con nueve años era tan sutil como su madre.
Zulma había sentido las voces y salió descalza del cuarto, detenida junto a la puerta escuchaba con un nudo en la garganta a su marido dialogando con los niños.
Raúl les pidió que duerman pero era imposible, eran las tres de la mañana y la luna llena como un inesperado invitado les observaba a través de la ventana abierta, era verano y desde afuera una leve brisa fresca le despertaba los sentidos al hombre tomado.
___Papá: ¿Porqué tomas vino?, Mamá dice que ya no te quiere más.
___Les voy a contar una historia...
El aire y sobretodo sus hijos absortos en la tristeza de un momento familiar no deseado le clavaron tantas agujas en el corazón que Raúl se dedicó el resto de la noche a contarles historias de exploradores espaciales, vaqueros del oeste que atrapan bandidos y alguna que otra mentira sobre su juventud como pirata del caribe; cuando el sol asomó a las seis de la mañana los niños estaban dormidos y él totalmente despejado.
Se levantó del piso y recogió muy despacio la ropa de cama pero cuando dejaba la habitación se topó con su esposa dormida en el piso del pequeño corredor que iba a su alcoba.
Luego de dejar las frazadas y lo demás en el cuarto volvió por ella, la tomó en sus brazos tal como hacía doce años el día en que recién casados la entró a casa; la dejó sobre la cama, ella lo besó en los labios y sus ojos brillaron.
Raúl nunca más tomó una copa de alcohol.
FIN
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