Síndrome del fin del Mundo
La Navidad
Por: Darío Valle Risoto
Un conglomerado de costumbres entrecruzadas entre mitologías cristianas, paganas y publicidad yanqui nos envuelven tal que todos los años poco antes de comenzar diciembre uno anda con ganas de quemar arbolitos e imágenes de ese viejo de mierda de Santa Claus.
Montevideo no es la excepción a un frenesí consumista que comienza a expandirse por todos los medios posibles dejando a la mayoría de la gente a la altura de hormigas que marchan cargando bolsas, electrodomésticos, regalos y comestibles tal como si a la tierra le esperara el fin de los tiempos. Canciones boludas nos reciben en el supermercado y adornos aborrecibles nos rodean con blancos, verdes y rojos cual si nos encontráramos en una dimensión paralela donde no hay una puta persona que se pregunte la razón por la cual la gente se ha metido a fabricar tanta cosa al santo cuete.
Bueno, si usted es comerciante no opinará igual y mucho menos si anda a cargo de algún templo metodista, testículo de Jehová o de Las hermanas descalzas y putas de la caridad celestial.
Cuando veo un pesebre tengo ganas de vomitar y muchas veces he lamentado no tener una casa con jardín la frente porque siempre tuve ganas de crucificar una imagen de Jesús cabeza abajo, llenarlo de guirnaldas de colores y encima ponerle dos testículos luminosos mientras una estatua de Santa Cláus con los pantalones bajos se mea en una biblia… pero creo que sería muy caro hacerlo y alguno puede resultar ofendido.
La Navidad
Por: Darío Valle Risoto
Un conglomerado de costumbres entrecruzadas entre mitologías cristianas, paganas y publicidad yanqui nos envuelven tal que todos los años poco antes de comenzar diciembre uno anda con ganas de quemar arbolitos e imágenes de ese viejo de mierda de Santa Claus.
Montevideo no es la excepción a un frenesí consumista que comienza a expandirse por todos los medios posibles dejando a la mayoría de la gente a la altura de hormigas que marchan cargando bolsas, electrodomésticos, regalos y comestibles tal como si a la tierra le esperara el fin de los tiempos. Canciones boludas nos reciben en el supermercado y adornos aborrecibles nos rodean con blancos, verdes y rojos cual si nos encontráramos en una dimensión paralela donde no hay una puta persona que se pregunte la razón por la cual la gente se ha metido a fabricar tanta cosa al santo cuete.
Bueno, si usted es comerciante no opinará igual y mucho menos si anda a cargo de algún templo metodista, testículo de Jehová o de Las hermanas descalzas y putas de la caridad celestial.
Cuando veo un pesebre tengo ganas de vomitar y muchas veces he lamentado no tener una casa con jardín la frente porque siempre tuve ganas de crucificar una imagen de Jesús cabeza abajo, llenarlo de guirnaldas de colores y encima ponerle dos testículos luminosos mientras una estatua de Santa Cláus con los pantalones bajos se mea en una biblia… pero creo que sería muy caro hacerlo y alguno puede resultar ofendido.
Papa Noel
Realmente estoy de acuerdo que con cualquier excusa se reúnan las familias a pasarla bien, hasta me fumo el cumpleaños del Zombie hijo del dios fascista, pero al menos deberíamos conservar cierto recato y no tener que soportar que más de media ciudad se llene de lamparitas de colores y los estúpidos compitan a ver que casa está más “navideña” con tan solo la seguridad de que hay que estar muy bobito para andar coleccionando cotillones a nombre de un espíritu navideño que eclosiona en malísimas películas de Hollywood donde siempre hay un idiota que descubre el amor luego de caer sentado arriba de un angelito de yeso.
Me gusta que mis amigos se mamen hasta las patas festejando en un boliche hasta que los echan al amanecer siguiente, que los niños pidan para el Judas y se atiborren de caramelos y no duerman por un mes, me gusta que alguna prima venga a saludarnos y nosotros le mostremos el “arbolito” en la oscuridad de un closet. Lo que me molesta es el consumo desmedido interpretando mal el concepto de felicidad ya lamentablemente trastocado por esta sociedad de consumo que nos hace creer que acaparar porquerías y hacer mucho ruido a fiesta significa algo bueno para nosotros.
Quiero más reuniones sencillas con conversaciones divertidas, una buena copa y una mesa cálida donde compartir una buena cena para recordar que la gente, solo la gente es lo más importante y que todo lo demás es puro cotillón e imágenes de la ignorancia colectiva. En navidad no se recuerda a Jesús porque ni sabemos si existió o quien carajo era, en navidad se festeja el momento más sublime del sistema capitalista.
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