Por: Darío Valle Risoto
(Basado en un caso real)
Fui de mala gana a ese estúpido programa de televisión donde hacían competir a los liceos entre sí en juegos realmente tontos y para sentir vergüenza ajena, sin embargo opté por una vez en la vida en tratar de ser un ser humano común e integrarme al grupo de “normalidades”
El Club Defensor descollaba en gente, gritería y diversión, una verdadera mierda para mi vida, pero allí estaba con mis quince años fértiles en deseos de asesinar masivamente a mis compañeros y compañeras, también a la vieja Ferraro, la profesora de Literatura más fascista que ví en mi vida y si era posible matar empalando con una bazooka al pesado del profesor de educación física que era un puto inaguantable.
Allí estaba yo, precuela de metalero y futuro ente solitario entre tanta algarabía intentando parecer divertido mientras “Cacho de la Cruz” intentaba animarnos frente a las enormes cámaras de televisión. Un gordo corría carrera de embolsados intentando sostener la bolsa con una mano y en la otra llevaba una cuchara con un huevo de un lado al otro de la cancha de basquet mientras una horda de famélicos adolescentes intentaba motivarlo.
La cuenta regresiva eliminó al gordo imbécil y su colegio quedó rezagado frente al “Sagrado Corazón”, un grupito de nenas con piernas extremadamente gordas aplaudía y se babeaba cuando un tal Luís Perdomo subió a calzarse la deprimente bolsa.
___¿Dale Luís!, ¡Aguante el Sagrado!___ Gritaban los nenes bien que le llevaban tres puntos adelante a mi liceo el liceo público número catorce del barrio Unión.
Algunos compañeros míos tenían la idea de cagarlo a trompadas al tal Perdomo si ganaba la competencia de embolsados, lo que me pareció una idea interesante hasta que la vi parada cerca del placard donde leíamos las puntuaciones.
Era Silvia Costa, la chica más rubia que vi en mi vida, estaba en mi clase pero yo tenía la seria sensación que a la mitad de año nunca nos habíamos hablado todavía, lo raro era que me miró y sonrió por lo que me arrimé más rápido que Flash resbalándose con una banana.
___¿Cómo estás?
___Bien ¿Y vos? ___Me dijo sonriente, lo que significó que me le quedé pegado el resto de la jornada y poco me importó que el tal Perdomo haya ganado la puta carrera de pelotudos y que Cacho de la Cruz siguiera vendiéndonos productos a costa del programa de tele.
Fuimos a tomar una coca a la planta alta a la cantina y conversamos mucho aunque me pareció extraño que no reconociera ciertos nombres, al fin de la hora del programa nuestro liceo perdió como en la guerra y se llevaron algunos regalos de porquería de recuerdo mientras que el Sagrado Corazón seguía en carrera para el premio final de un viaje a Bariloche.
Por fin se terminó el romance, Silvia Costa se fue a su casa y yo volví a mi hogar absolutamente enamorado de esa rubia que me cautivó con una sonrisa nunca vista y que tenía un sentido del humor maravilloso.
El Lunes siguiente volvimos a clase y mi corazón no se podía contener en el pecho cuando me crucé con ella en la entrada, le di un beso y su rostro se transfiguró.
___¿Qué te pasa?___ Me preguntó contrariada y me preocupó realmente su actitud.
Entonces sucedió lo que nunca me hubiera imaginado en la vida, resultó que la chica que había tomado una coca cola conmigo y había conversado animadamente casi tres horas no era otra que su hermana gemela.
___Era Adriana, la vi contigo en la cantina pero yo estaba en la competencia, ¿No me viste?.
Imposible que hubiera reparado siquiera que mi real compañera de clase estaba allá abajo en la cancha haciendo alguna de esas competencias estúpidas cuando me estaba enamorando de una hermosa rubia de gran sonrisa.
___Mi hermana tiene un... Cierto retraso mental. ___Me dijo con gran pena y mucha cautela.
Nunca más volví a ver a Adriana, a fin de año se fueron a México y por una cosa u otra no nos vimos, pero siempre me quedó la idea de que ella era mucho más normal que mi antipática compañera de clase.
El Club Defensor descollaba en gente, gritería y diversión, una verdadera mierda para mi vida, pero allí estaba con mis quince años fértiles en deseos de asesinar masivamente a mis compañeros y compañeras, también a la vieja Ferraro, la profesora de Literatura más fascista que ví en mi vida y si era posible matar empalando con una bazooka al pesado del profesor de educación física que era un puto inaguantable.
Allí estaba yo, precuela de metalero y futuro ente solitario entre tanta algarabía intentando parecer divertido mientras “Cacho de la Cruz” intentaba animarnos frente a las enormes cámaras de televisión. Un gordo corría carrera de embolsados intentando sostener la bolsa con una mano y en la otra llevaba una cuchara con un huevo de un lado al otro de la cancha de basquet mientras una horda de famélicos adolescentes intentaba motivarlo.
La cuenta regresiva eliminó al gordo imbécil y su colegio quedó rezagado frente al “Sagrado Corazón”, un grupito de nenas con piernas extremadamente gordas aplaudía y se babeaba cuando un tal Luís Perdomo subió a calzarse la deprimente bolsa.
___¿Dale Luís!, ¡Aguante el Sagrado!___ Gritaban los nenes bien que le llevaban tres puntos adelante a mi liceo el liceo público número catorce del barrio Unión.
Algunos compañeros míos tenían la idea de cagarlo a trompadas al tal Perdomo si ganaba la competencia de embolsados, lo que me pareció una idea interesante hasta que la vi parada cerca del placard donde leíamos las puntuaciones.
Era Silvia Costa, la chica más rubia que vi en mi vida, estaba en mi clase pero yo tenía la seria sensación que a la mitad de año nunca nos habíamos hablado todavía, lo raro era que me miró y sonrió por lo que me arrimé más rápido que Flash resbalándose con una banana.
___¿Cómo estás?
___Bien ¿Y vos? ___Me dijo sonriente, lo que significó que me le quedé pegado el resto de la jornada y poco me importó que el tal Perdomo haya ganado la puta carrera de pelotudos y que Cacho de la Cruz siguiera vendiéndonos productos a costa del programa de tele.
Fuimos a tomar una coca a la planta alta a la cantina y conversamos mucho aunque me pareció extraño que no reconociera ciertos nombres, al fin de la hora del programa nuestro liceo perdió como en la guerra y se llevaron algunos regalos de porquería de recuerdo mientras que el Sagrado Corazón seguía en carrera para el premio final de un viaje a Bariloche.
Por fin se terminó el romance, Silvia Costa se fue a su casa y yo volví a mi hogar absolutamente enamorado de esa rubia que me cautivó con una sonrisa nunca vista y que tenía un sentido del humor maravilloso.
El Lunes siguiente volvimos a clase y mi corazón no se podía contener en el pecho cuando me crucé con ella en la entrada, le di un beso y su rostro se transfiguró.
___¿Qué te pasa?___ Me preguntó contrariada y me preocupó realmente su actitud.
Entonces sucedió lo que nunca me hubiera imaginado en la vida, resultó que la chica que había tomado una coca cola conmigo y había conversado animadamente casi tres horas no era otra que su hermana gemela.
___Era Adriana, la vi contigo en la cantina pero yo estaba en la competencia, ¿No me viste?.
Imposible que hubiera reparado siquiera que mi real compañera de clase estaba allá abajo en la cancha haciendo alguna de esas competencias estúpidas cuando me estaba enamorando de una hermosa rubia de gran sonrisa.
___Mi hermana tiene un... Cierto retraso mental. ___Me dijo con gran pena y mucha cautela.
Nunca más volví a ver a Adriana, a fin de año se fueron a México y por una cosa u otra no nos vimos, pero siempre me quedó la idea de que ella era mucho más normal que mi antipática compañera de clase.
FIN
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