Trabajo: Delincuencia y honor
Por: Darío Valle Risoto
Desde siempre nos enseñaron que la gente honesta se gana la vida trabajando, esto quiere decir entre otras cosas que aquellos que tienen buenos principios de vida se procuran el pan por si mismos sin necesidad de quitárselo a otros. Desde luego que desde el preciso momento en que las personas deben tomar a otras como empleados o ayudantes para su negocio y les pagan sus honorarios con una ínfima parte de las ganancias de este, ya el tema del trabajo honesto se enrarece. Para mejores datos que los míos sería bueno repasar algo de Marxismo o al menos leer “El contrato social” de Rousseau.
También están aquellos que sin molestarse mucho se ganan el pan de cada día robándoselo directamente a sus semejantes, a estos les llamamos malvivientes, delincuentes, etc. Pero la frontera entre vivir decentemente y no hacerlo se puede tornar difusa cuando por un lado tenemos a un delincuente que por ejemplo: roba carteras a las viejitas por la calle y por otro a grandes consorcios comerciales que con una simple reunión de directorio dejan a unos quinientos trabajadores en la calle. Si, los mismos trabajadores que durante muchos años les hicieron ricos con el sudor de sus manos.
“El trabajo dignifica” nos enseñaron a todos desde pequeños, al punto de que cada vez que nos ausentamos del mismo nos sentiremos culpables porque está tan arraigado el sentido del deber en nuestras cabezas, que cualquier violación al orden social dispuesto nos resulta molesto, aún a los anarquistas. “A usted no le gusta trabajar” era una de las amonestaciones de los supervisores cuando en los Talleres Barreiro nos rehusábamos a quedarnos a hacer extras y “Debe colaborar con la empresa” era el hermoso consejo de estos peleles cuando nos trataban de incentivar para producir más y más.
Toda la mecánica económica social se mueve en torno a la explotación del hombre por el hombre, el sistema capitalista y también aunque de formas diferentes y con mayor distribución de las riquezas (Presumimos), los sistemas Socialistas y comunistas. Aunque si rascamos un poquito nomás veremos que arriba de muchos trabajadores siempre hay una élite de avivados que se llevan parte de su esfuerzo para vivir cada vez mejor.
¿Por qué sucede esto? :Creo que tal vez en nuestra conciencia animal todavía persisten los atisbos de un “macho alfa” que lidera a la manada y su liderazgo deberá ser indiscutible o quitado por alguien que lo supere en fuerza, así ha sucedido con cada revolución perpetrada por los grupos humanos desde que el mundo es mundo y me temo que los cambios posteriores siempre e indefinidamente han vuelto a poner de nuevo la vieja pirámide donde muchos laburan para que unos pocos disfruten.
He visto a muchos trabajadores añorar puestos de mayor compromiso, querer tener posiciones jerárquicas y conseguir ser empleados de confianza de sus empleadores, con los años comprendí que era mucho mejor ganar poco y sobrevivir con unos pesos pero no terminar siendo un títere en manos de las patronales al bajo precio de la necesidad. Antes compañeros y ahora supervisores, capataces o encargados de sección he conocido a muchos e invariablemente, lejos de despertar en mi admiración, solo me han producido bronca y asco, por partes iguales.
Por: Darío Valle Risoto
Desde siempre nos enseñaron que la gente honesta se gana la vida trabajando, esto quiere decir entre otras cosas que aquellos que tienen buenos principios de vida se procuran el pan por si mismos sin necesidad de quitárselo a otros. Desde luego que desde el preciso momento en que las personas deben tomar a otras como empleados o ayudantes para su negocio y les pagan sus honorarios con una ínfima parte de las ganancias de este, ya el tema del trabajo honesto se enrarece. Para mejores datos que los míos sería bueno repasar algo de Marxismo o al menos leer “El contrato social” de Rousseau.
También están aquellos que sin molestarse mucho se ganan el pan de cada día robándoselo directamente a sus semejantes, a estos les llamamos malvivientes, delincuentes, etc. Pero la frontera entre vivir decentemente y no hacerlo se puede tornar difusa cuando por un lado tenemos a un delincuente que por ejemplo: roba carteras a las viejitas por la calle y por otro a grandes consorcios comerciales que con una simple reunión de directorio dejan a unos quinientos trabajadores en la calle. Si, los mismos trabajadores que durante muchos años les hicieron ricos con el sudor de sus manos.
“El trabajo dignifica” nos enseñaron a todos desde pequeños, al punto de que cada vez que nos ausentamos del mismo nos sentiremos culpables porque está tan arraigado el sentido del deber en nuestras cabezas, que cualquier violación al orden social dispuesto nos resulta molesto, aún a los anarquistas. “A usted no le gusta trabajar” era una de las amonestaciones de los supervisores cuando en los Talleres Barreiro nos rehusábamos a quedarnos a hacer extras y “Debe colaborar con la empresa” era el hermoso consejo de estos peleles cuando nos trataban de incentivar para producir más y más.
Toda la mecánica económica social se mueve en torno a la explotación del hombre por el hombre, el sistema capitalista y también aunque de formas diferentes y con mayor distribución de las riquezas (Presumimos), los sistemas Socialistas y comunistas. Aunque si rascamos un poquito nomás veremos que arriba de muchos trabajadores siempre hay una élite de avivados que se llevan parte de su esfuerzo para vivir cada vez mejor.
¿Por qué sucede esto? :Creo que tal vez en nuestra conciencia animal todavía persisten los atisbos de un “macho alfa” que lidera a la manada y su liderazgo deberá ser indiscutible o quitado por alguien que lo supere en fuerza, así ha sucedido con cada revolución perpetrada por los grupos humanos desde que el mundo es mundo y me temo que los cambios posteriores siempre e indefinidamente han vuelto a poner de nuevo la vieja pirámide donde muchos laburan para que unos pocos disfruten.
He visto a muchos trabajadores añorar puestos de mayor compromiso, querer tener posiciones jerárquicas y conseguir ser empleados de confianza de sus empleadores, con los años comprendí que era mucho mejor ganar poco y sobrevivir con unos pesos pero no terminar siendo un títere en manos de las patronales al bajo precio de la necesidad. Antes compañeros y ahora supervisores, capataces o encargados de sección he conocido a muchos e invariablemente, lejos de despertar en mi admiración, solo me han producido bronca y asco, por partes iguales.
“El trabajo dignifica” será una frase que nunca entenderé completamente pero cuando miro atrás y veo un montón de años donde cada objeto que he comprado con el fruto de mi trabajo me ha costado el doble de esfuerzo que los alcahuetes, no dejo de sentir cierta satisfacción.
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