Monday, April 6, 2009

La Sociedad Asmática (Cuento)

La Sociedad Asmática
Por Darío Valle Risoto

____¡Dale Pipo, toda tuya! ___Le gritó Mario desde el centro de la cancha, la pelota venía como teledirigida a sus pies, era la primera que tocaba en más de medio juego.
Le pegó con todas las fuerzas de sus cortas piernas y esta se elevó sobre el golero, el improvisado arco y calló picando en la calle, un auto les tocó bocina esquivando el balón.
___¡Gordo de mierda!, ¡No servís para nada! ___Le gritó alguno, poco le importaba a esa altura quien fuera, sumado a la frustración venía el temido ronquido del pecho y la falta de aire, se apoyó sobre sus rodillas encorbado y buscó el inhalador en el bolsillo.
___¿Estás atacado?, Le preguntó Luis, su único amigo.
El partido siguió a sus espaldas mientras regresaba a casa, en el gran costado de la fábrica textil de los Judíos les permitían jugar al fútbol siempre y cuando no rompan nada, a veces los operarios miraban los partidos por las ventanas, el sonido de los telares era un continuo fondo a los gritos de los pibes.
Pipo sentía que cada paso el aire era pesado como si tratara de meterse un trapo por la nariz, temblaba de miedo y transpiraba, Luis siempre allí, le palmeó la espalda.
___Pancho te gritó gordo de mierda, le voy a romper la trompa un día de estos.
___No... hagas lío, déjalos.
Él “déjalos” sonó como a la resignación de un moribundo, no bien entraron al corredor buscaron la tercera puerta sin llaves, su madre los miró con gesto policial.
___¡Otra vez corriendo!, Luis, vos sabes que tiene asma.
___No señora, él estaba mirándonos jugar y se agitó solo, así nomás.
Prestamente trajo la perita con el recipiente de vidrio, le puso la medicación y Pipo inhaló varios bombazos hasta sentirse algo más calmado, las palpitaciones bajaron y el color gris de sus uñas se tornó otra vez rosado.
___¿Y el inhalador de repuesto?
___Creo que lo perdí.
___¡Ándate a la cama!, Estás en penitencia.
___Pero... pero, los tres chiflados y luego...
___¿Qué te dije carajo?
Luis se despidió casi en silencio y volvió de regreso a la cancha, por el camino entre las baldosas y algunos canteros con pasto buscó el aparato de su amigo, sentía pena por ese gordito amigable que siempre tenía problemas para respirar.

Treinta años después.

___¿Está todo en esta carpeta?
___Si señor juez, ese es el legajo de este sujeto.
Había olor a tiza en el despacho, el pizarrón del fondo tenía nombres y algunas cifras de cuentas bancarias, la secretaria continuaba en la computadora revisando las cuentas de Paraguay y Colombia. El sol difuso rebotaba en un busto de Artigas.
___Bueno... hágalo pasar, ¿Tiene custodia?
___Si señor, mandaron dos patrullas.
Cuatro policías trajeron a un hombre de raza negra, alto, de mirada dura y actitud prepotente.
___Amilcar Dos Santos, Colombiano, importador y exportador.
___Exacto.
___¿Cuánto hace que trae droga al Uruguay?
___No señor, importo vestimentas y calzado.
___Seguro que sí, bueno.
Un policía entró presuroso y le hizo la veña al juez.
___Ya le dije oficial Rodríguez que soy civil, ¿Qué le urge?
___Trajeron al otro...
El hombre de color intentó mirar atrás pero la puerta continuaba cerrada, lo sacaron por una salida lateral y entraron a un tipo blanco mucho más joven, tenía el pelo largo desarreglado.
El juez casi ni lo miró revisando la pesada carpeta llena de datos, fotos y fichas diversas, la red del narcotráfico era imponente.
___¿Nombre?
Estaba esposado por delante, así que le fue fácil sacarse algo de pelo de la cara aunque los dos milicos a su lado lo miraron con cierta precaución.
___¿Todavía sós asmático Pipo?
El juez levantó la cara y frente al tipo detrás del mostrador entraron por sus ojos miles de imágenes de un tiempo tan lejano que parecía ausente, extraño, fuera de lo normal.
___¿Luis Eduardo Rosas?
___Acá me ves, progresando por la vida.
El juez cerró la carpeta y se sacó los lentes, le temblaban las manos, ¿Qué podía hacer por ese viejo amigo perdido en el pasado?, ¿Qué podía hacer?.
___Voy a solicitar cambio de funcionario, no puedo seguir con este caso.
Se levantó y se retiró de la sala sin mirar atrás, ya en su despacho entró al baño y estuvo largo rato lavándose la cara como para quitarse los recuerdos, pero fue imposible. Volvió a ahogarse y sacó el inhalador del bolsillo, antes de darse una dosis miró al aparato como un objeto testigo de los tiempos idos.
Aún visita todos los domingos a su viejo amigo en la cárcel central, su carrera de Juez terminó y ahora se dedica a la abogacía nuevamente, ya sabemos quién es su primer defendido.
FIN

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