Saturday, April 18, 2009

Supermercados Uruguayos

La Locura cotidiana
Por: Darío Valle Risoto

Uno de los grandes inventos yanquis son los supermercados, la idea es práctica como la mayoría de las ideas anglosajonas, se trata de colocar los productos a la vista del público ordenados por tipos, especies, clases, etc., para que la gente los elija; se matan dos pájaros de un tiro: uno elige por uno mismo y la empresa se ahorra empleados. Bien, bárbaro.
En Latinoamérica importamos este nuevo estilo comercial abocados a seguir las políticas del primer mundo con la errónea idea de que lo que es bueno para ellos, también debe serlo para nosotros, nada más lejano de la realidad.
Para empezar nuestra reducida capacidad craneal no ha hecho trasladar todos los vicios de aquellos viejos almacenes de barrio donde uno para comprar un kilo de azúcar, por ejemplo, debía ir con unas cuatro horas de antelación. En el primer mundo los supermercados son estructuras pensadas e ideadas para facilitar que los consumidores encuentren todo a la mano y cada cosa está ubicada de forma racional, en Uruguay NO.
Yo voy regularmente a dos supermercados: El Disco en la misma manzana donde trabajo y El Devoto que me queda a una cuadra de casa, también tengo un super de unos evangelistas cerca pero dejé de ir porque son unos mugrientos.
En el Devoto llegué a la conclusión de que hay un empleado especialmente capacitado para cambiar todos los días las pizzas de lugar, me refiero a esas para pobres, las que tienen un lengüetazo de salsa y uno tiene que adicionar con muzzarella para hacerlas comestibles. Hay por lo menos cuatro sectores en torno a la sección de carnes donde las pizzas viajan de un cubículo a otro, de una mesa a otra. En el mismo Devoto tienen cajas rápidas. ¡Ja!. Voy a hacer la prueba de poner un caracol a mi lado cuando haga una de estas graciosas colas y seguramente sus caracolitos ya estén graduados en la universidad para cuando yo salga. En el mismo Devoto tienen un encargado que pone cumbias prácticamente todo el día como música de fondo y si usted entra y ve como diez o más cajas y solo están funcionando dos, llámese afortunado porque a veces solo hay una y... La “rápida”.
En el Disco suelo ir para comprarme la comida de mediodía para el trabajo, a esa hora van todas las viejas que están todo el día al pedo, van juntas, deben de pertenecer al club secreto de las mismas ancianas rompebolas que entran llenas de bolsos a los colectivos. Amen de esto en la fiambrería del mismo Disco hay dos o tres empleados pero casi nunca atienden ni siquiera de a dos, siempre uno de ellos se encuentra envasando, pesando o contando porquerías mientras uno espera como un imbécil con el número en la mano. Hay un curioso cartelito detrás junto a las canillas que dice: “Jabonarse las manos”, no en-ja-bo-nar-se, pero eso es una bobada y tal ves también se pueda escribir así..
Este mismo Disco tiene cajas en la puerta principal, unas cinco o seis y dos en la salida trasera, indefectiblemente en la trasera habrá funcionando solo una y siempre que yo voy a pagar el de adelante lleva una tarjeta de crédito que no sirve, entonces tengo que esperar que llamen a una encargada para que habilite la cuenta, la deshabilite o elimine al imbécil que va a comprar cuatro pavadas a crédito, entonces ya con medio descanso perdido camino resignado hasta la puerta principal donde hay mas cajas. ¡Ja!, Busco la menos llena de gente en espera y cuando llego tiene una empleada nueva a la que le están enseñando a cobrar, dar el vuelto y casi ha respirar, imagino que por un sueldo grandioso. ¡A mediodía carajo!, ¿No pueden instruir a los nuevos operarios en horas menos colmadas de gente?
Por eso sostengo la teoría de que los latinos no estamos capacitados para muchas de las costumbres del primer mundo y nos merecemos arrastrar estos remedos de atención al público que son suertes de torturas sociales a la ¿Vivesa” criolla.

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