Aquella Mulata
Por: Darío Valle Risoto
Aquel verano viajé a regañadientes al Brasil, Pablo y Marcelo me llevaron a un lugar que según ellos era: “El paraíso en la tierra macho”, el último término “Macho” es más bien cosa de Marcelo que no se destaca por ser muy bien hablado, sin embargo ambos son excelentes tipos si uno puede soportar sus delirios.
No recuerdo bien el nombre de esa pequeña playa, creo que se llamaba “Camarao” o algo por el estilo, la verdad que el portugués siempre me produjo un cierto desasosiego, peor aún que el que me puede producir el Chino o el Ruso
Yo no hubiera debido viajar, hacía solo seis meses que había muerto mi madre y no me sentía con ánimo de intentar aventuras y menos con dos famélicos que apenas paramos en el hotel se metieron a cargarse a una camarera que era tan culona como fea… pero en fin.
Pero la vida continua nos guste o no nos guste y haciendo de tripas corazón traté de no empalidecerles las vacaciones y eran solo quince días de palmeras, garotas y mucho alcohol lo que no está nada mal si uno quiere romper la rutina además de su hígado.
Me putearon porque no llevé short y Pablo tan atento cortó un pantalón Jean que yo amaba haciéndome unas bermudas que debo reconocer me aportaban un aire… ¿Cómo decirlo?, así, de pelotudo con bermudas cortadas.
__Podría haber comprado algo en el hotel, pero ya lo cortaste.
__ Tenés razón, bueno, pero debes reconocer que te quedan pochochas.
__ ¡Anda a cagar!
La playa era como una enorme media luna de arena salpicada por algunas palmeras, el mar estaba de un verde esmeralda que quitaba el aliento y también me quitaban el aliento mis dos queridos amigos que gritando como dos desalmados corrieron hasta meterse en el agua dejando un reguero de bolsos, gorros y todo lo que llevaban encima que me tuve que ocupar de juntar como si fuera la tía vieja de dos niños de siete años.
Chapoteaban como si hubieran visto una playa por primera vez y gritaban ordinarieses cada vez que una chica pasaba cerca, temí por un momento que nos llevaran presos pero por suerte no entendían bien el castellano o eran suficientemente inteligentes para no darles bola.
Entonces me senté en la arena y debí respirar ese aroma salado del mar para tratar de comprender que ya no estaba en Montevideo y que tal vez ese viaje era buena idea antes de seguir clavado frente al ordenador tratando de escribir algo mínimamente interesante.
Salieron del mar al rato y se me sentaron en frente, estaban agitados y pletóricos de hormonas.
__ ¿Viste que culos?
__ ¿Viste que tetas?
__ No griten ché, aunque hablemos otro idioma no esta bien, seamos un poco más…
Entonces la vi, era como si esas viejas películas donde la mujer solitaria se va a bañar mientras el hombre la mira desde la proximidad de una soledad que…
__ Danielito… ¡Como te miró esa mulata!
Danielito soy yo.
__ Creo que nos miró a los tres a la vez, y déjense de babearse que ya habrá tiempo de…
Pero era cierto, como si la playa hubiera quedado desierta, ella había pasado con su delgado cuerpo color aceituna y unos cabellos negros como el azabache y todo, todo resaltaba con sus tangas amarillas y un enorme pareo de diversos colores cálidos.
Pero un segundo de distracción fue suficiente para verla desaparecer zambulléndose en el mar y por más que fui a nadar un poco para verla más de cerca la perdí de vista.
A la llegada del mediodía el calor llegaba casi a los treinta y cinco grados y volvimos al hotel para almorzar, en la tarde decidimos separarnos, en realidad ellos querían salir al casino y yo preferí no tentar mi suerte y deambular por el puerto para conocer el lugar, entonces quiso el destino o mi suerte que en un pequeño bar de esos que tienen mostrador a la calle la volviera a ver.
Estaba sentada y por suerte sola, se había cambiado, ahora un conjunto de pantalón corto blanco y blusa igual le daban a su ensortijado cabello negro el marco perfecto para que su rostro exótico me volviera a embriagar.
__ Daniel Funes. __ Le dije sin saber que decir.
__ ¿Argentino?
__ Uruguayo, ¿Brasileña?
Sonrió y me señaló la silla vacía enfrente de ella.
__ Soy Brasileña pero vivo en Berlín, mi marido es alemán.
__ ¡Debí suponerlo!, No podría existir una mujer tan hermosa como usted sin que alguien no haya caído enamorado antes como lo hice yo,
Su risa fue como una catarata enorme de alegría y sorpresa, todos nos miraron, ella con un par de lágrimas saliéndoseles de los ojos me tomó las manos y levantándose me dio un beso en la mejilla que me sonrojó como un tomate.
Los minutos volaron cayéndose con la tarde y un cielo difuminado de rojos intensos con algunos tintes violetas detrás de su silueta perfecta, se llamaba Doralice y yo trataba por todos los medios de que el tiempo se detuviera en esa imagen fantástica.
A la mañana siguiente volví al hotel, los muchachos me recibieron como si fueran mis padres puteándome como si fuera un chico por no avisarles que no iba a pasar la noche con ellos.
__ ¡Incluso te trajimos una mina para vos! __Gritó Marcelo.
__ Bueno, pero nos la repartimos. ___Dijo Pablo sin ningún prejuicio.
__ ¿Les cobraron mucho? __Pregunté seguro de que eran putas.
__ ¿Qué te crees?, Las conocimos en la playa. ___Dijo Pablo.
__ Nos costaron menos que el casino, casi nos quedamos en pelotas, menos mal que a último momento saqué un pleno y recuperé todo. ¿Y vos?
__ Tranquilo, caminé por aquí y por allá, conocí a la mulata de la playa, ¿Recuerdan?, Se llama Doralice, hicimos el amor tres veces, todavía me tiemblan las piernas, lástima que se vuelve hoy de tarde a Europa, es casada.
Ambos me miraron y luego cruzaron sus vistas.
__ ¡Déjate de joder Daniel, siempre con tus cuentos!
Por: Darío Valle Risoto
Aquel verano viajé a regañadientes al Brasil, Pablo y Marcelo me llevaron a un lugar que según ellos era: “El paraíso en la tierra macho”, el último término “Macho” es más bien cosa de Marcelo que no se destaca por ser muy bien hablado, sin embargo ambos son excelentes tipos si uno puede soportar sus delirios.
No recuerdo bien el nombre de esa pequeña playa, creo que se llamaba “Camarao” o algo por el estilo, la verdad que el portugués siempre me produjo un cierto desasosiego, peor aún que el que me puede producir el Chino o el Ruso
Yo no hubiera debido viajar, hacía solo seis meses que había muerto mi madre y no me sentía con ánimo de intentar aventuras y menos con dos famélicos que apenas paramos en el hotel se metieron a cargarse a una camarera que era tan culona como fea… pero en fin.
Pero la vida continua nos guste o no nos guste y haciendo de tripas corazón traté de no empalidecerles las vacaciones y eran solo quince días de palmeras, garotas y mucho alcohol lo que no está nada mal si uno quiere romper la rutina además de su hígado.
Me putearon porque no llevé short y Pablo tan atento cortó un pantalón Jean que yo amaba haciéndome unas bermudas que debo reconocer me aportaban un aire… ¿Cómo decirlo?, así, de pelotudo con bermudas cortadas.
__Podría haber comprado algo en el hotel, pero ya lo cortaste.
__ Tenés razón, bueno, pero debes reconocer que te quedan pochochas.
__ ¡Anda a cagar!
La playa era como una enorme media luna de arena salpicada por algunas palmeras, el mar estaba de un verde esmeralda que quitaba el aliento y también me quitaban el aliento mis dos queridos amigos que gritando como dos desalmados corrieron hasta meterse en el agua dejando un reguero de bolsos, gorros y todo lo que llevaban encima que me tuve que ocupar de juntar como si fuera la tía vieja de dos niños de siete años.
Chapoteaban como si hubieran visto una playa por primera vez y gritaban ordinarieses cada vez que una chica pasaba cerca, temí por un momento que nos llevaran presos pero por suerte no entendían bien el castellano o eran suficientemente inteligentes para no darles bola.
Entonces me senté en la arena y debí respirar ese aroma salado del mar para tratar de comprender que ya no estaba en Montevideo y que tal vez ese viaje era buena idea antes de seguir clavado frente al ordenador tratando de escribir algo mínimamente interesante.
Salieron del mar al rato y se me sentaron en frente, estaban agitados y pletóricos de hormonas.
__ ¿Viste que culos?
__ ¿Viste que tetas?
__ No griten ché, aunque hablemos otro idioma no esta bien, seamos un poco más…
Entonces la vi, era como si esas viejas películas donde la mujer solitaria se va a bañar mientras el hombre la mira desde la proximidad de una soledad que…
__ Danielito… ¡Como te miró esa mulata!
Danielito soy yo.
__ Creo que nos miró a los tres a la vez, y déjense de babearse que ya habrá tiempo de…
Pero era cierto, como si la playa hubiera quedado desierta, ella había pasado con su delgado cuerpo color aceituna y unos cabellos negros como el azabache y todo, todo resaltaba con sus tangas amarillas y un enorme pareo de diversos colores cálidos.
Pero un segundo de distracción fue suficiente para verla desaparecer zambulléndose en el mar y por más que fui a nadar un poco para verla más de cerca la perdí de vista.
A la llegada del mediodía el calor llegaba casi a los treinta y cinco grados y volvimos al hotel para almorzar, en la tarde decidimos separarnos, en realidad ellos querían salir al casino y yo preferí no tentar mi suerte y deambular por el puerto para conocer el lugar, entonces quiso el destino o mi suerte que en un pequeño bar de esos que tienen mostrador a la calle la volviera a ver.
Estaba sentada y por suerte sola, se había cambiado, ahora un conjunto de pantalón corto blanco y blusa igual le daban a su ensortijado cabello negro el marco perfecto para que su rostro exótico me volviera a embriagar.
__ Daniel Funes. __ Le dije sin saber que decir.
__ ¿Argentino?
__ Uruguayo, ¿Brasileña?
Sonrió y me señaló la silla vacía enfrente de ella.
__ Soy Brasileña pero vivo en Berlín, mi marido es alemán.
__ ¡Debí suponerlo!, No podría existir una mujer tan hermosa como usted sin que alguien no haya caído enamorado antes como lo hice yo,
Su risa fue como una catarata enorme de alegría y sorpresa, todos nos miraron, ella con un par de lágrimas saliéndoseles de los ojos me tomó las manos y levantándose me dio un beso en la mejilla que me sonrojó como un tomate.
Los minutos volaron cayéndose con la tarde y un cielo difuminado de rojos intensos con algunos tintes violetas detrás de su silueta perfecta, se llamaba Doralice y yo trataba por todos los medios de que el tiempo se detuviera en esa imagen fantástica.
A la mañana siguiente volví al hotel, los muchachos me recibieron como si fueran mis padres puteándome como si fuera un chico por no avisarles que no iba a pasar la noche con ellos.
__ ¡Incluso te trajimos una mina para vos! __Gritó Marcelo.
__ Bueno, pero nos la repartimos. ___Dijo Pablo sin ningún prejuicio.
__ ¿Les cobraron mucho? __Pregunté seguro de que eran putas.
__ ¿Qué te crees?, Las conocimos en la playa. ___Dijo Pablo.
__ Nos costaron menos que el casino, casi nos quedamos en pelotas, menos mal que a último momento saqué un pleno y recuperé todo. ¿Y vos?
__ Tranquilo, caminé por aquí y por allá, conocí a la mulata de la playa, ¿Recuerdan?, Se llama Doralice, hicimos el amor tres veces, todavía me tiemblan las piernas, lástima que se vuelve hoy de tarde a Europa, es casada.
Ambos me miraron y luego cruzaron sus vistas.
__ ¡Déjate de joder Daniel, siempre con tus cuentos!
FIN
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