Por: Darío Valle Risoto
__ Algún día tendré que juntar ese laterío __ Pensó Limeño, mientras seguía tirado sobre su hamaca paraguaya disfrutando de la sombra de los nogales. Marta lavaba ropa en la pileta, el olor al perfume del jabón le llegaba entre los gritos de una cigarra que parecía insultarle al sol del verano.
El laterío eran un montón de cachivaches de los que los hombres suelen juntar en algún rincón del fondo de sus casas, por si algo hace falta. Chapas, maderas, unas latas oxidadas, algunos petates viejos y un desvencijado asiento de aquel cachilo que supo llevarlos varios veranos a la playa Pascual sin mayores altibajos.
__ Laurita está embarazada de nuevo.
__ ¿Qué decís? __ Preguntó Limeño cuando ya había pegado un poco los ojos entre la modorra y la somnolencia, Marta estaba colgando unas sábanas casi nuevecitas mientras trataba de ponerle los palillos, su cabello claro brillaba al sol, estaba descalza.
__ Que Laurita espera otro hijo para Febrero o Marzo.
__ ¿Y este de quién es?
Marta se encogió de hombros, los perros comenzaron a ladrar, el cartero pasó, saludó y siguió de largo, esta vez no había cartas para ellos.
Cinco niños y otro por camino, en Villa Pancha no era raro encontrar mujeres llenas de retoños y hombres reacios a formar un hogar, Limeño sin embargo ya llevaba para ocho años con su joven esposa sin problemas y sin hijos.
__ Estaba pensando en pedírselo y criarlo nosotros, como yo no puedo.
__ ¿Qué decís mujer?
El sopor se desvaneció porque esas palabras lo hicieron sentarse en la hamaca que se cimbró contra los troncos donde estaba atada, Limeño se acomodó el sombrero de paja y se pasó la mano por la frente perlada de sudor. Era un poco gordo, narigón y de aspecto brutal pero en el fondo buena persona.
Marta terminó de colgar las sábanas y las fundas y caminó hasta la jarra de jugo de limón, entró a la cocina y trajo hielo para servirle un vaso a su marido que aún sentado en la hamaca la miraba como a una extraña.
__ ¿Pero que te pasa por la cabeza mujer?
__ Quiero un hijo, ella tiene muchos y es más pobre que nosotros, a vos te va bien con la carpintería y yo me la paso sola todo el día y un niño…
Limeño se quitó el sombrero y se rascó la cabeza de pelos ralos y mecánicamente se arregló el bigote antes de aceptar el vaso de las perfectas manos de Marta, nunca sabría como una mujer puede lavar todo el día, enjabonar ropa y fregar los pisos y tener esas manos como de estatuas.
__ Pero no sabemos quién es el padre, ¿Y si sale tonto?, Los otros hijos de Laurita no son muy listos que digamos, el segundo es tartamudo y la tercera le salió sorda…imagínate.
__ ¡Por favor Limeño!
Ella tomó de su jugo, Limeño hizo lo propio, el fresco sabor del agua con limón le alegró la garganta y los hizo olvidarse un poco de los casi cuarenta grados a la sombra. Un verano muy agresivo ese.
__ Bueno… veremos, hablaremos con ella y si está de acuerdo lo adoptamos y después dios dirá lo que pase.
El rostro de Marta se iluminó y lo besó fuerte, casi agresivamente para volver a terminar de colgar la ropa que aún descansaba húmeda en el latón de aluminio.
Limeño volvió a tirarse en la hamaca y a cerrar los ojos, la tarde comenzaba a caer y eso traería un poco de frescor.
__Algún día tendré que juntar ese laterío.
Pensó antes de quedarse amodorrado y casi dormido.
FIN
El laterío eran un montón de cachivaches de los que los hombres suelen juntar en algún rincón del fondo de sus casas, por si algo hace falta. Chapas, maderas, unas latas oxidadas, algunos petates viejos y un desvencijado asiento de aquel cachilo que supo llevarlos varios veranos a la playa Pascual sin mayores altibajos.
__ Laurita está embarazada de nuevo.
__ ¿Qué decís? __ Preguntó Limeño cuando ya había pegado un poco los ojos entre la modorra y la somnolencia, Marta estaba colgando unas sábanas casi nuevecitas mientras trataba de ponerle los palillos, su cabello claro brillaba al sol, estaba descalza.
__ Que Laurita espera otro hijo para Febrero o Marzo.
__ ¿Y este de quién es?
Marta se encogió de hombros, los perros comenzaron a ladrar, el cartero pasó, saludó y siguió de largo, esta vez no había cartas para ellos.
Cinco niños y otro por camino, en Villa Pancha no era raro encontrar mujeres llenas de retoños y hombres reacios a formar un hogar, Limeño sin embargo ya llevaba para ocho años con su joven esposa sin problemas y sin hijos.
__ Estaba pensando en pedírselo y criarlo nosotros, como yo no puedo.
__ ¿Qué decís mujer?
El sopor se desvaneció porque esas palabras lo hicieron sentarse en la hamaca que se cimbró contra los troncos donde estaba atada, Limeño se acomodó el sombrero de paja y se pasó la mano por la frente perlada de sudor. Era un poco gordo, narigón y de aspecto brutal pero en el fondo buena persona.
Marta terminó de colgar las sábanas y las fundas y caminó hasta la jarra de jugo de limón, entró a la cocina y trajo hielo para servirle un vaso a su marido que aún sentado en la hamaca la miraba como a una extraña.
__ ¿Pero que te pasa por la cabeza mujer?
__ Quiero un hijo, ella tiene muchos y es más pobre que nosotros, a vos te va bien con la carpintería y yo me la paso sola todo el día y un niño…
Limeño se quitó el sombrero y se rascó la cabeza de pelos ralos y mecánicamente se arregló el bigote antes de aceptar el vaso de las perfectas manos de Marta, nunca sabría como una mujer puede lavar todo el día, enjabonar ropa y fregar los pisos y tener esas manos como de estatuas.
__ Pero no sabemos quién es el padre, ¿Y si sale tonto?, Los otros hijos de Laurita no son muy listos que digamos, el segundo es tartamudo y la tercera le salió sorda…imagínate.
__ ¡Por favor Limeño!
Ella tomó de su jugo, Limeño hizo lo propio, el fresco sabor del agua con limón le alegró la garganta y los hizo olvidarse un poco de los casi cuarenta grados a la sombra. Un verano muy agresivo ese.
__ Bueno… veremos, hablaremos con ella y si está de acuerdo lo adoptamos y después dios dirá lo que pase.
El rostro de Marta se iluminó y lo besó fuerte, casi agresivamente para volver a terminar de colgar la ropa que aún descansaba húmeda en el latón de aluminio.
Limeño volvió a tirarse en la hamaca y a cerrar los ojos, la tarde comenzaba a caer y eso traería un poco de frescor.
__Algún día tendré que juntar ese laterío.
Pensó antes de quedarse amodorrado y casi dormido.
FIN
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