Negro: ¿Por qué te hiciste cristiano?
Ensayo sobre la bobera parte: 666
Por: Darío Valle Risoto
La gente no nace cristiana, la hacen, en la gran mayoría de los casos nacer en un hogar “Creyente” es la mejor manera de caer indiscriminado e inocente en las fauces de un mundo donde la mística se confunde con los delirios más pirados de nuestro grupo de queridos familiares, ellos nos aman tanto como para meternos de lleno en esa locurita colectiva de creer en dios y su benemérito hijo hippie Jesucristo.
Podemos tener una mamá o un papá que nos aconsejan rezar todas las noches para que no nos coja el diablo y a veces hasta nos llevan a catequesis y nos acompañan a la iglesia con la misma actitud solícita que nos van rellenando con un montón de miedos, represiones y prejuicios que transforman nuestros primeros años de vida, los más susceptibles del mundo y su entorno, en una especie de pavito acondicionado para ir al cielo atosigado de patrañas tales como la resurrección o las más descabelladas teorías sobre la creación, la necesidad de sufrir como pelotudos durante toda nuestra vida y esa maravillosa tendencia a castrarnos todo deseo de ser felices desde que nos tocamos de niños hasta que nos encontraron aquella playboy pegoteada debajo del colchón.
Levantarán la biblia que lo explica todo, desde el pastel que se le quemó a la tía hasta la historia del pueblo elegido que le tocó sufrir el holocausto pero se las arregló bien para barrerlo debajo de una alfombra de confección Palestina sin ningún dejo de culpa. ¡Eso si que es ser elegidos carajo!
Y cuando grandes nos venderán toda suerte de baratijas bendecidas por algún cura pedófilo o manoseada por un pastor evangélico brasileño, para que caminemos ignorantitos y entupidos los pocos años que nos tocan sobre este mundo.
Porque todo está escrito pero nadie sabe por quién o quienes y con que intenciones, pero habrá que seguir como electrodomésticos el manual de supervivencia cristiana salmo por salmo, proverbio por proverbio, asesinato por asesinato y vejación por vejación. Nadie ose cometer la blasfemia de cuestionar esta mitología cristiana tan poco original que al menos hubo antes en la historia una media docena de leyendas tan parecidas que asustan.
¿Y quién fue cristo? Aparte de un judío de ojos claros que encontró la perfecta fórmula para levitar sobre un río, transformar el agua en vino y nacer de una mujer virgen, pero no se pudo salvar de la cruz porque sino el viejo se le enojaba. Seguramente el flaco Inri fue un tipo como cualquiera de nosotros que por allí se comió algunos hongos y le dio por divagarle a un montón de mugrientos que no tenían nada mejor que hacer (No había televisión) que escuchar a cualquier loquito que se creía importante. ¡Menos mal que hora ya no pasa!, ¿O si?
Pero bastara que desde niños nos hayan lavado el cerebro, centrifugado y colgado nuestros sesos a la sombra del cristianismo para que estemos realmente jodidos a menos que nos de por hacernos algunas preguntas muy jodidas para el resto de la humanidad.
El hombre desde siempre tiene la capacidad de racionalizar su propio lugar en el universo a través de la observación tanto del mundo circundante como de su mundo interior, con las herramientas que le fueron otorgadas por sus semejantes mayores desde que nace, si esto aparece de esta forma es porque así funciona la naturaleza y nada habrá que nos defienda de familiares, sociedad o cultura que ya desde la cuna nos vaya programando para ser cristianos, sufrir, sentir culpa y joder a los que no los son con sus absurdos conceptos sobre la vida y sus circunstancia.
También existen los cristianos mayores, los conversos o los que por un mal de amor, drogadicción, alcoholismo o golpe en la cabeza un buen día “Se encuentran con el señor”. Las posibilidades de volverse locos de un día para el otro están a la mano, yo por las dudas ya tengo varios conocidos a los que les pedí que por favor me sacrifiquen sin clemencia si algún día me vuelvo cristiano.
Ensayo sobre la bobera parte: 666
Por: Darío Valle Risoto
La gente no nace cristiana, la hacen, en la gran mayoría de los casos nacer en un hogar “Creyente” es la mejor manera de caer indiscriminado e inocente en las fauces de un mundo donde la mística se confunde con los delirios más pirados de nuestro grupo de queridos familiares, ellos nos aman tanto como para meternos de lleno en esa locurita colectiva de creer en dios y su benemérito hijo hippie Jesucristo.
Podemos tener una mamá o un papá que nos aconsejan rezar todas las noches para que no nos coja el diablo y a veces hasta nos llevan a catequesis y nos acompañan a la iglesia con la misma actitud solícita que nos van rellenando con un montón de miedos, represiones y prejuicios que transforman nuestros primeros años de vida, los más susceptibles del mundo y su entorno, en una especie de pavito acondicionado para ir al cielo atosigado de patrañas tales como la resurrección o las más descabelladas teorías sobre la creación, la necesidad de sufrir como pelotudos durante toda nuestra vida y esa maravillosa tendencia a castrarnos todo deseo de ser felices desde que nos tocamos de niños hasta que nos encontraron aquella playboy pegoteada debajo del colchón.
Levantarán la biblia que lo explica todo, desde el pastel que se le quemó a la tía hasta la historia del pueblo elegido que le tocó sufrir el holocausto pero se las arregló bien para barrerlo debajo de una alfombra de confección Palestina sin ningún dejo de culpa. ¡Eso si que es ser elegidos carajo!
Y cuando grandes nos venderán toda suerte de baratijas bendecidas por algún cura pedófilo o manoseada por un pastor evangélico brasileño, para que caminemos ignorantitos y entupidos los pocos años que nos tocan sobre este mundo.
Porque todo está escrito pero nadie sabe por quién o quienes y con que intenciones, pero habrá que seguir como electrodomésticos el manual de supervivencia cristiana salmo por salmo, proverbio por proverbio, asesinato por asesinato y vejación por vejación. Nadie ose cometer la blasfemia de cuestionar esta mitología cristiana tan poco original que al menos hubo antes en la historia una media docena de leyendas tan parecidas que asustan.
¿Y quién fue cristo? Aparte de un judío de ojos claros que encontró la perfecta fórmula para levitar sobre un río, transformar el agua en vino y nacer de una mujer virgen, pero no se pudo salvar de la cruz porque sino el viejo se le enojaba. Seguramente el flaco Inri fue un tipo como cualquiera de nosotros que por allí se comió algunos hongos y le dio por divagarle a un montón de mugrientos que no tenían nada mejor que hacer (No había televisión) que escuchar a cualquier loquito que se creía importante. ¡Menos mal que hora ya no pasa!, ¿O si?
Pero bastara que desde niños nos hayan lavado el cerebro, centrifugado y colgado nuestros sesos a la sombra del cristianismo para que estemos realmente jodidos a menos que nos de por hacernos algunas preguntas muy jodidas para el resto de la humanidad.
El hombre desde siempre tiene la capacidad de racionalizar su propio lugar en el universo a través de la observación tanto del mundo circundante como de su mundo interior, con las herramientas que le fueron otorgadas por sus semejantes mayores desde que nace, si esto aparece de esta forma es porque así funciona la naturaleza y nada habrá que nos defienda de familiares, sociedad o cultura que ya desde la cuna nos vaya programando para ser cristianos, sufrir, sentir culpa y joder a los que no los son con sus absurdos conceptos sobre la vida y sus circunstancia.
También existen los cristianos mayores, los conversos o los que por un mal de amor, drogadicción, alcoholismo o golpe en la cabeza un buen día “Se encuentran con el señor”. Las posibilidades de volverse locos de un día para el otro están a la mano, yo por las dudas ya tengo varios conocidos a los que les pedí que por favor me sacrifiquen sin clemencia si algún día me vuelvo cristiano.
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