La Seducción de la Tarde.
Por: Darío Valle Risoto
___No me espíes. ___Le dijo ella.
Pero a Ramón le gustaba verla cambiarse la ropa, allá en el cuarto decorado con ese viejo papel de flores amarillas sobre un verde algo decolorado, las sillas, eran dos, en una estaba él, sentado apoyado del revés con las manos sobre el respaldo, ella tenía la ropa sobre la otra y también sobre la cama destendida.
___Se me hace tarde
Miraron juntos el reloj y las miradas recorrieron la pared y se encontraron con el viejo cuadrito con el mar y ese barco de velas amarillentas que nunca se mueve, solo está allí y detrás el faro con esa lucecita pobre.
___¿A que hora vuelve?
Ramón sacó el viejo reloj de su abuelo del bolsillo de su saco que colgaba de la cama tocando el suelo alfombrado, miró ambos, el de la pared y ese, las dos y treinta y cinco en uno... y cuarenta en el otro.
___Nunca tenemos tiempo.
___Hicimos el amor dos veces. ___Contestó ella mientras se ponía la blusa y se miraba en el espejo ovalado de la cómoda, el mismo espejo tenía una mancha de oxido que la obligaba a bajar la cabeza para tratar de enfocar su vista en lo puesto, atrás estaba él aún sobre el respaldo de la silla fumando y mirándole el trasero.
___No me mires.
___Tienes un...
___No lo digas.
___Perfecto.
___Se me hace tarde, no me obligues a volver a la cama. ___Le dijo con un gesto condescendiente, su cabello era intensamente negro, como una pincelada de espacio sin estrellas, sus ojos marrones oblicuos como almendras. Se llamaba Marta.
Terminó de vestirse y lo besó como si los labios le quemaran, antes de despedirse terminó de verse en el espejo y se fue cerrando despacio la puerta, Ramón seguía en calzoncillos mirando el cuadrito con el velero, el faro y el mar decolorado. Abajo se escuchó un portazo.
Ya en pie acabó las últimas gotas del vaso de vino y miró a la botella vacía, tampoco quedaba salchichón ni pan, la fiesta había sido tan breve.
La cama destendida.
Pasó su mano sobre la silueta perfecta y aún caliente que Marta había dejado de recuerdo sobre el lado derecho, siempre quería dormir a la derecha.
Se puso los pantalones que encontró tirados debajo de la cama y se levantó los tiradores que tuvo que volver a bajar para ponerse la camisa que recogió también de debajo de la cama. Aún se sentía mareado por esa mujer.
___Marta.
Escuchó la puerta de abajo y sonrió.
___Vuelve a hacerlo otra vez. ____Se dijo.
Entonces entró el hombre temblando, con un arma en la mano y disparó varias veces.
El cuadrito se calló con un hueco que dio de lleno en el barco y lo desgajó de la pared con un estampido bestial.
Fue el único disparo del marido de Marta que no dio en el blanco.
Por: Darío Valle Risoto
___No me espíes. ___Le dijo ella.
Pero a Ramón le gustaba verla cambiarse la ropa, allá en el cuarto decorado con ese viejo papel de flores amarillas sobre un verde algo decolorado, las sillas, eran dos, en una estaba él, sentado apoyado del revés con las manos sobre el respaldo, ella tenía la ropa sobre la otra y también sobre la cama destendida.
___Se me hace tarde
Miraron juntos el reloj y las miradas recorrieron la pared y se encontraron con el viejo cuadrito con el mar y ese barco de velas amarillentas que nunca se mueve, solo está allí y detrás el faro con esa lucecita pobre.
___¿A que hora vuelve?
Ramón sacó el viejo reloj de su abuelo del bolsillo de su saco que colgaba de la cama tocando el suelo alfombrado, miró ambos, el de la pared y ese, las dos y treinta y cinco en uno... y cuarenta en el otro.
___Nunca tenemos tiempo.
___Hicimos el amor dos veces. ___Contestó ella mientras se ponía la blusa y se miraba en el espejo ovalado de la cómoda, el mismo espejo tenía una mancha de oxido que la obligaba a bajar la cabeza para tratar de enfocar su vista en lo puesto, atrás estaba él aún sobre el respaldo de la silla fumando y mirándole el trasero.
___No me mires.
___Tienes un...
___No lo digas.
___Perfecto.
___Se me hace tarde, no me obligues a volver a la cama. ___Le dijo con un gesto condescendiente, su cabello era intensamente negro, como una pincelada de espacio sin estrellas, sus ojos marrones oblicuos como almendras. Se llamaba Marta.
Terminó de vestirse y lo besó como si los labios le quemaran, antes de despedirse terminó de verse en el espejo y se fue cerrando despacio la puerta, Ramón seguía en calzoncillos mirando el cuadrito con el velero, el faro y el mar decolorado. Abajo se escuchó un portazo.
Ya en pie acabó las últimas gotas del vaso de vino y miró a la botella vacía, tampoco quedaba salchichón ni pan, la fiesta había sido tan breve.
La cama destendida.
Pasó su mano sobre la silueta perfecta y aún caliente que Marta había dejado de recuerdo sobre el lado derecho, siempre quería dormir a la derecha.
Se puso los pantalones que encontró tirados debajo de la cama y se levantó los tiradores que tuvo que volver a bajar para ponerse la camisa que recogió también de debajo de la cama. Aún se sentía mareado por esa mujer.
___Marta.
Escuchó la puerta de abajo y sonrió.
___Vuelve a hacerlo otra vez. ____Se dijo.
Entonces entró el hombre temblando, con un arma en la mano y disparó varias veces.
El cuadrito se calló con un hueco que dio de lleno en el barco y lo desgajó de la pared con un estampido bestial.
Fue el único disparo del marido de Marta que no dio en el blanco.
FIN
No comments:
Post a Comment