Por: Darío Valle Risoto
Hace tiempo el cuento me rondaba en la cabeza, como casi todos mis relatos se van armando de un conglomerado de experiencias personales, algunas historias conocidas y algo de imaginación. Los escritores muchas veces somos seres vivientes frustrados por las penas del mundo que nos negamos a dejarlo así como así. La fantasía es la espada de los que soñamos intranquilos frente al innegable deterioro que el tiempo nos regala.
Probalemente de la fauna ciudadana de Montevideo nuestras viejas y queridas putas estén en amplia extinción, al menos ya no son como antes, cuando ostentaban cierta señorial forma de tratar al hombre mezcla de madres, maestras y por sobre todo: amantes.
También se extinguen los viejos y queridos kilombos que son suplantados por wiskerías de mujeres aburridas que te tratan mal y parecen esclavas de una soterrada angustia que no nos hace volver nunca más a solicitar sus servicios, probablemente se trate de eso.
Hubo un Montevideo donde la gente tenía tiempo hasta de conversar en un boliche y reírse a carcajadas rodeado de malandrines, putas y trolos y hasta llegaba sano a casa. ese Montevideo ya no existe más.
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