Saturday, April 21, 2012

Los Buceadores del Sueño

Los Buceadores del sueño
Por: Darío Valle Risoto

“La realidad es un engaño, es un sueño suspendido de la lágrima de un insecto microscópico. Fieles al sueño los hombres rebotan entre cápsulas de luz en un universo poblado de sombras.”
Aleister Madox – Londres 1912

__Te dije que iban a desaparecer.
Grados sempiternos de oblicuos mortales los paneles que sostenían esa parte del tiempo se fueron empequeñeciendo hasta que Eduardo tuvo que agarrarse de Horacio.
__ Y vos… ¿de donde?
Horacio seguía con los ojos cerrados y su pijama celeste con pequeñas flores blancas puesto, iba desde luego que descalzo. Eduardo apenas si podía mantenerse en esa parte de la realidad sosteniéndose de los bajos del pantalón de su amigo.
Eduardo desconoció el lienzo áspero de su saco de colores indescifrables mientras apretando los labios sentía que se iba a resbalar inexorablemente.
__ ¿Si me caigo me muero?
__ Si lo crees es que ya estás muerto, no seas pajero hermano y pensá en algo posible.
Cerró los ojos y olió un pastel de manzanas apoyado en la ventana de la casita de Albani cuando la tía Rose los agasajaba cada vez que las vacaciones lo alejaban de la furibunda ciudad.
__ ¿Somos Yanquis?
__ ¿Y eso que mierda importa?
Dos paneles de cincuenta por cincuenta fueron el subrepticio apoyo para sus pies justo en el preciso segundo en que se soltaba del pantalón de Eduardo que quedó parado a su lado. En rededor las estrellas seguían girando.
Y poco a poco se abrió el panorama y se cayeron de cabeza sobre el suave césped de una llanura, sobre una ondulada colina un grupo de árboles sacudían sus ramas al viento, todo el aire olía a azafrán.
Horacio evitó pensar en algo demasiado pesado como que la realidad se disolviera nuevamente, los sucesivos estudios sobre los saltos al menos lo habían ayudado para centrarse lo más posible sin embargo Eduardo seguía siendo el mejor guía para esos mojos.
__ ¿Y ahora?
__ No se porqué me vino a la mente la vagina de Laura.
__ ¡Ja!
__ No te rías pelotudo que si sigo con eso se nos va a aparecer en cualquier momento.
__ No creo que tengamos tanto poder en este costado de la realidad, cuando consumimos la droga nos dijo el maestro que iba a durar poco.
Eduardo le hablaba tirado sobre la grama verde y se había puesto a masticar una ramita.

Un zumbido los trajo de nuevo a la realidad aunque de ese lado el concepto era por demás inocuo sobretodo porque el cielo se había poblado de unas nubes densas que goteaban hacia arriba una lluvia que se alejaba rumbo a la nada. Se desplazaron caminando hacia los árboles pero a poco de intentar cobijarse en sus sobras descubrieron que aunque caminaran largo rato estos siempre se mantenían a la misma distancia, unos cincuenta metros.
__ ¡Otra vez nos quedamos fijados en un universo reducido!
__ La última vez casi me rompo la nariz contra ese cielo, ¿Recuerdas?
__ Si, la campiña de Troya y tus obsesiones mitológicas casi hacen que esos soldados nos rompan el culo.
__ Este juego ya me está cansando.

Volvió el zumbido y la sensación de vértigo, el estómago se le dio vuelta y Horacio cerró los ojos, sabía que iba a volver a la realidad y eso siempre era complicado.
Lo primero que vio fueron los ojos de la señorita Stewart.
__ Trate de tranquilizarse, está muy excitado.
No le permitieron sentarse en la camilla los cinturones de cuero ni las cintas en torno a sus muñecas. En ese momento pensó en Eduardo y comenzó a lagrimear lentamente.
__ ¿Se siente bien?
__ Volví a encontrarme con mi amigo…
__ ¿Le dijo algo importante?
__ Me hizo… creer que estaba conmigo en el experimento, fue tan real que ahora me siento raro de estar solo en esta sala…digo.
__ ¿Qué?
__ ¿Ustedes no me estarán engañando?, ¿Eduardo murió en el noventa y cinco?
__ Usted debería saberlo, el accidente lo sufrieron ambos.

Horacio permitió que le suelten las muñecas y la cintura, se sentó a la camilla, tenía puesta una bata, abajo estaba desnudo, descubrió que se había orinado durante el viaje.
__ Perdón.
__ No se preocupe, a veces el cuerpo se relaja y pasan estas cosas.
Cuando pudo caminar lo llevaron hasta su habitación, se sentó en el reducido habitáculo y sacó un libro al azar. Era “El Quinto abatar” de Douglas Peterzel.

En ese preciso instante la doctora Stewart apagó las luces del laboratorio, poco antes ordenó que le quiten los censores y mantengan la vida en suspensión del cadáver 2318-C mejor conocido por Horacio Salvatierra. Volvió a conectarse con el profesor Madox en Helsinki para compartir los datos sobre la última exploración dentro del cerebro de un muerto.

FIN

No comments:

Post a Comment