Saturday, April 28, 2012

Una Mujer en la Cama y un Problema en la Cabeza.

Una mujer en la cama y un problema en la cabeza
Por Darío Valle Risoto

No es bueno que ellas lo sepan, me refiero a las mujeres porque realmente no se si los Transvestís entran en este dislate, pero cuando una mujer no te copa demasiado luego de hacerle el amor, te dan ganas de dormir y sobretodas las cosas de despertar sin ella. Triste,
duro, pero cierto.
Mi madre tenía la terrible teoría de que la mayoría de los hombres pensamos con el pene y de que muchas mujeres… digamos un cincuenta por ciento lo hacen con la vagina, también sostenía que la mayoría de los hombres después de los cincuenta se hacen putos. ¿?.
Mi madre como razonarán, tenía un viejo encono con la humanidad y específicamente con el sexo que siempre le resultó sobrevalorado, no usaba precisamente esa palabra pero dejémoslo así.

Bueno, dejémonos de florituras, a menos de que estemos aquejados de alguna enfermedad mental la mayoría de los hombres conocemos mujeres e inmediatamente, a más tardar unos tres segundos, en nuestro sistema nervioso comienzan a generalizarse una serie de impulsos eléctricos que terminan indefectiblemente en la entrepierna. Hay excepciones pero si más o menos está potable aunque sea fea tarde o temprano nos va a cachondear los ratones podridos de la cabeza casi cualquier mujer sino… esperemos un tiempo.
Había una flaca fea, pero fea fea que compartía parte del horario de mi primo en el trabajo de vigilancia de una fábrica textil durante la noche.
Mi primo me confesó cierto día con un rictus de asco y resignación en su rostro, que una cierta noche de tormenta le hizo el amor a esta colega y luego de eso no sabía como sacársela de encima y para colmo recordar esos minutos de “placer” eran peor que pensar en los vómitos del exorcista.

Así que llevarnos una chica a la cama (O de parados como mi primo) además de ser un tanto complicado tiene el problema subsiguiente de que descargadas nuestras tensiones “hombrísticas”, tendremos que seguirla viendo, a menos que la hayamos abordado justo unos días antes de irnos a Timbuktu pero me temo que allí también tienen Internet.

Y se me ocurre que no en balde la mayoría de las religiones tratan de mantener castos o al menos restringidos los deseos sexuales de sus discípulos y tratan de sublimizar tanta energía de alguna manera entre rezar, pasar hambre o tocar niños en la sacristía. No es nada fácil.
No debería ser tan difícil ser como mi amigo Lalo que contaba con mujeres a montones y no era una maravilla de apostura sino que tenía la audacia del que todo le importa un rábano y por lo tanto le caía a cuanta chica pasara cerca de su coto de caza. Digamos: todo Montevideo. Más tarde o más temprano las tenía por montones, las apilaba como lechugas y las sulfataba seguido.

Y uno que pasó hambre toda su vida no lo entendía hasta que cierta vez comprendemos que a Lalo le importaba un rábano, un carajo y un soberano cacahuate romper un corazón. Pero al no ser así aprendemos a mentir lindo y decirles te quieros, te extraños, te amos y todas esas barbaridades solo con la finalidad de seguir explorando, tocando, chupando y exfoliando sus cuerpos no siempre bien agraciados.
A veces me pregunto si no rinde más ser medios hijos de putas.


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