Sunday, December 19, 2010

El espiral de la Vida (Cuento)

El Espiral de la vida
Por: Darío Valle Risoto


Pedro era un chico bastante tímido más no tonto, por lo que se sintió inmediatamente atraído por esa muchacha nunca antes vista, cuando se cruzó con ella, fue una situación cotidiana pero bastante fuera de lo común si nos ponemos a pensar.
Su madre iba a hacer pastel de carne y por lo tanto tuvo que ir a comprar morrones que eran lo único que les faltaba, a los dieciséis años pesa bastante menos ir de compras que cuando uno es un niño porque siempre hay cosas con las que entretenerse por el camino pero verla fue como si de pronto se abriera una pantalla a la fantasía.
Por lo tanto como un zombie volvió a casa y dejando la bolsa sobre la mesa de la cocina donde su madre ya preparaba la cena no tuvo más remedio que contárselo.
__ Vi a una chica rara, tenía un vestido color verde con franjas finas anaranjadas, era castaña lindo pelo, hermosos ojos, nunca antes la había visto.
Se sentó a la mesa con la vista perdida, su padre que ayudaba a su esposa a pelar las papas lo miró y luego se rió sin decir una palabra, su compañera en cambio era siempre más comunicativa.
__ ¿Te enamoraste Pedro?
__ ¿?
__ Te enamoraste
__ Me siento raro, creo que se me quitó el hambre.

Media hora más tarde, luego de comer dos platos de pastel con abundante coca cola volvió a contarles como había visto a esa chica.
__ Estaba agachada en la esquina de Muñoz y Crocker, le hablaba a su perro que se negaba a caminar, un perro lanudo bastante feo, ella tiraba del collar y le suplicaba que siguiera, por unos momentos lagrimeaba y le pedía por favor que camine. Pero el perro estaba echado como si nada.

__ ¿Y vos le dijiste algo?
__ ¿Te ayudo?
__ "No seguí, estoy bien", Me dijo con la cara húmeda, entonces le vi los ojos verdes como si fueran las hojas del jardín… bueno, ustedes me entienden.

Pedro no durmió muy bien esa noche, pasaron los días y en la esquina donde se había cruzado con la chica siempre pensó que había un hueco extraño y misterioso como si faltara algo, al terminar las clases y con un poco más de tiempo comenzó a sentarse en la plaza que queda en diagonal a esa esquina, sus amigos Álvaro y Carlos se mostraban extrañados de que ya casi no fuera a jugar a la Playstation. Hasta que les contó lo de la chica aquella.
__ ¿Cuándo fue?
__ No sé, como un mes tal vez un poco más.
__ Del barrio no es.
__ Me parece que es la nieta de los Irrazabal que viven en la calle Convento. ___Agregó Carlos.
Unos minutos después llegaron hasta una casa prolija de dos pisos rodeada de jardines con adornos de enanos y jarrones Fenicios de muy mal gusto.
__ Dale, ¡golpeá!
__ ¿Y si no es?, ¿y si es?, ¿y que le digo?
El aldabón sonó adentro como hueco y distante, era como si nadie habitara la casa pero la puerta se abrió y era ella.
__ ¿Si?
Pedro sonrió y quiso salir corriendo pero no pudo.
__ El perro, vos llorando, te vi hace unos días, me quedé pensando en que te podría ayudar en algo… no se.
__ Yo no tengo perro, debes estar equivocado. ___Cerró la puerta.
Volvieron a la plaza cabizbajos, Carlos le dijo que las minas eran todas locas y Álvaro que tratara de conocerla de otra forma.
Al comienzo del año siguiente en el bachillerato ella entró a clase, quiso el destino que estuviera también en primero de científico, se llamaba Laura.

Se hicieron novios y dos años después se casaron, vivieron muy felices, tuvieron una hija y luego un perro, a los sesenta años Pedro murió de un ataque cardíaco, Yolanda su hija sacó a pasear al perro que se negaba a caminar más triste que nunca, se resistía a ser llevado  dar la vuelta por otro que no fuera su viejo amo.
__ ¿Te ayudo?__ Preguntó un muchacho.
__ No seguí, estoy bien__ Le dijo con la cara húmeda.

FIN

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