Saturday, November 5, 2011

Capurro on my Mind (Cuento)

Capurro on my mind
Por: Darío Valle Risoto


El eco se fue alejando, como si las voces fueran cubiertas por la dura frazada del destino, así fue, nada quedó de aquellas madrugadas más no sea los buenos recuerdos que el tiempo suele agradar por mejores y si hubo malos, también pueden transformarse en añoranzas.

Sentir todavía el gusto a mariguana en la boca, la fría y amigable humedad del vaso de cerveza espumeante que casi siempre era Patricia, a veces, solo a veces compraban Norteña y todo porque uno de ellos quería cambiar, en invierno cerveza negra, de cualquier marca, negra como las noches en que salían una y otra vez a recargar baterías al almacén del barrio. El gallego chocho de la vida.

Luego pasaron al vino que era mucho más barato y pegaba más, la droga se ponía cara en verano porque se iba toda para Punta del este y entonces cualquier porro apestaba a trapo viejo pero servía. Nunca probó la blanca, el polvo de ángel, la caspa de dios le daba miedo, la única coca que consumía era la de Montevideo Refrescos mientras los otros esnifaban como chanchos y hablaban de sexo y de transvertís y si Ozzy Osbourne se la comía o no.

Y cayeron de nochecita los Testigos de Jehová, era un veterano con dos pibas gordas, una de ellas estaba fuerte pero lamentablemente no aceptó la invitación a ponerla y estar un poquito más cerca del cielo. El hombre viejo se ofendió y casi los manda a cagar a todos los faloperos, peludos, anarquistas y metaleros, esbirros de satanás que se querían coger a una buena cristiana.

Se fueron los testigos del edificio, se dejaron de golpear puertas atrapando la biblia en el sobaco y dejando revistas Atalaya como regalitos junto a los felpudos de welcome. Uno de los peludos tenía una barba poblada, nariz aguileña y se llamaba Jesús pero nunca pudo caminar sobre el agua, en realidad el agua le gustaba muy poco.

El apartamento olía a semen, mariguana, vino y analgésicos de esos que vienen en bolas de colores y no dejan dormir, mezclados con alcohol rectificados hacen maravillas con el cerebro de la juventud. Ni hablar de cantar el himno nunca jamás y cuando alguna vieja habla de dios lo único que dan ganas de hacer es de tirarse un buen pedo contra el viento.

Pero contra toda predicción volvió la gorda testigo de Jehová, se llamaba Sarah y era más puta que las gallinas sino pregúntenle a los gallos de la tía Teresa. Jesús le daba por atrás mientras ella jalaba cocaína y el gordo Juan le leía la biblia en clave Rolling Stones mientras yo me meaba literalmente de risa y tenía que correr al baño sucio esquivando la mierda de los gatos.

Después se la chupaba al gordo y era una pinturita ver a dos Hipopotamitos haciéndolo mientras Jesús intentaba cambiar un vinilo y le rayaba el disco de Sabbath al dueño de casa.
__ ¡Conchatumadre! ___Gritó, mientras la gorda pegaba unos gritos orgásmicos que parecía que le daban convulsiones.
Medio exagerada.
Y entonces éramos pocos y parió la abuela, golpearon la puerta y llegó una flaca de ojos celestes con un trolito afeminado asqueroso. El gordo en pelotas los recibió de brazos abiertos con su pequeña pichila más enhiesta que mi vergüenza.
Y yo que era el único que no se excitaba con la escena.  La flaca se desnudó y el maricón se la tocó al gordo.

Me fui antes de terminar con dolor de culo por una semana, nunca se sabía como iban a terminar esas cosas, de regreso a casa medio mamadito me encontré con una piba del liceo Bauzá, habíamos sido novios en otra era.
Me miró extrañada porque yo tenía el pelo largo y una remera de Iron Maiden con Eddie transformado en momia.
La llevé al Molino medio de prepo, lo peor de todo es que mis amigos de Capurro nunca me creyeron esto ni me perdonaron que me haya ido. Tremenda orgía según Jesús y parece que el trolito todavía a más de cinco años…no se puede sentar del todo bien.

FIN

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