Por: Borja Crespo
El popular Hombre de Hierro vio la luz gracias a la inusitada imaginación de un tándem de lujo, Stan the man Lee y Jack King Kirby, responsables de la mayoría de las colecciones Marvel de los 60, una época dorada que sigue influyendo en los creadores de última hornada, sin dejar de aumentar las filias de los lectores más nostálgicos.
Lee, el guionista de oro, acostumbrado últimamente a ejercer de productor ejecutivo y asesor de los recientes éxitos cinematográficos basados en tebeos de gran calado entre el público, acostumbraba a iniciar todas sus series con la ayuda de Kirby, un excelente diseñador de personajes.
El caso de Don Heck, seguidor de la obra de Kirby, uno de los incuestionables maestros del cómic de superhéroes, fue algo distinto. Este artista apadrinado por Lee cogió las riendas de las hazañas del Hombre de Hierro desde el principio, aunque su carrera vivió su mejor empujón posteriormente, cuando su arte fue elegido para continuar con las peripecias de Los vengadores, uno de los grupos organizados de superluchadores contra el crimen más demoledores de Marvel, la Casa de las ideas.
El número 39 de la revista Tales of Suspense, publicado en marzo de 1963, fue el bautismo de fuego de Iron Man, el superhéroe que mejor representa el concepto de Hombre-máquina. Tras su metálica apariencia se escondía un ser humano, Tony Stark, un millonario excéntrico acostumbrado a fabricar armas para llenar sus arcas, un próspero negocio, que como buen ciudadano, abandonó a finales de los 60 coincidiendo con la oleada de pacifismo que se extendía por todo el mundo. Ni corto ni perezoso, el singular ricachón, también científico, construyó un centro de investigación de energías alternativas, con el objetivo de evitar la contaminación y preservar la ecología. Este giro en la vida del justiciero, símbolo del sueño americano, no hizo mucha gracia a sus fanáticos seguidores, obsesionados con la génesis de su ídolo: fue capturado en Viet Nam, un cruel hecho que lo llevó a inventar una armadura con inusitados poderes para repartir estopa entre sus enemigos.
La asombrosa coraza, construida con materiales de misteriosa procedencia, una información nunca revelada y que es mejor dejar como está para que el mito no pierda magia, también le sirvió a Stark de improvisado pulmón de acero. La enfermedad es una de las constantes en la vida de El Hombre de Hierro, muy vulnerable a pesar de sus habilidades. Un transplante y un cáncer son algunas de las dolencias que se han cruzado en su camino, sin olvidar su etapa de alcohólico en busca de redención.
Lee, el guionista de oro, acostumbrado últimamente a ejercer de productor ejecutivo y asesor de los recientes éxitos cinematográficos basados en tebeos de gran calado entre el público, acostumbraba a iniciar todas sus series con la ayuda de Kirby, un excelente diseñador de personajes.
El caso de Don Heck, seguidor de la obra de Kirby, uno de los incuestionables maestros del cómic de superhéroes, fue algo distinto. Este artista apadrinado por Lee cogió las riendas de las hazañas del Hombre de Hierro desde el principio, aunque su carrera vivió su mejor empujón posteriormente, cuando su arte fue elegido para continuar con las peripecias de Los vengadores, uno de los grupos organizados de superluchadores contra el crimen más demoledores de Marvel, la Casa de las ideas.
El número 39 de la revista Tales of Suspense, publicado en marzo de 1963, fue el bautismo de fuego de Iron Man, el superhéroe que mejor representa el concepto de Hombre-máquina. Tras su metálica apariencia se escondía un ser humano, Tony Stark, un millonario excéntrico acostumbrado a fabricar armas para llenar sus arcas, un próspero negocio, que como buen ciudadano, abandonó a finales de los 60 coincidiendo con la oleada de pacifismo que se extendía por todo el mundo. Ni corto ni perezoso, el singular ricachón, también científico, construyó un centro de investigación de energías alternativas, con el objetivo de evitar la contaminación y preservar la ecología. Este giro en la vida del justiciero, símbolo del sueño americano, no hizo mucha gracia a sus fanáticos seguidores, obsesionados con la génesis de su ídolo: fue capturado en Viet Nam, un cruel hecho que lo llevó a inventar una armadura con inusitados poderes para repartir estopa entre sus enemigos.
La asombrosa coraza, construida con materiales de misteriosa procedencia, una información nunca revelada y que es mejor dejar como está para que el mito no pierda magia, también le sirvió a Stark de improvisado pulmón de acero. La enfermedad es una de las constantes en la vida de El Hombre de Hierro, muy vulnerable a pesar de sus habilidades. Un transplante y un cáncer son algunas de las dolencias que se han cruzado en su camino, sin olvidar su etapa de alcohólico en busca de redención.
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