Por: Darío Valle Risoto
16 de Junio 2007
Hoy recuerdo que mi niñez transcurrió sin computadora ni playstation, que tuve por primera vez televisión alrededor de los siete años y era en blanco y negro, que tampoco habían celulares ni por supuesto Internet y sin embargo crecí no exento del consumo de la fantasía necesaria para todo niño. Asmático crónico los deportes no eran mi fuerte, así que giré para el lado intelectual dominado por el gusto por los cómics de mi padre. En aquella época, hablo de la segunda mitad de los años sesenta, nací en 1962, era común que se compraran revistas y hasta había salones de canje y/o de compra y venta de las mismas.
El triángulo de Editorial Novaro de México era frecuente en los kioscos, íbamos con mi padre a uno de la calle 8 de Octubre y Propios, allí él solícito me dejaba elegir revistas, mis preferidas eran las de Superman.
Hoy con título de Comunicador Social mediante y luego de leer por ejemplo: Apocalípticos e Integrados de Umberto Eco, no me puedo desprender de aquel lejano sentimiento de libertad que me producía imaginarme volando con esa enorme capa roja por los cielos de Metrópolis. Superman para mí significaba no solo la invulnerabilidad sino la corporación de un sentimiento inculcado por mis padres desde la cuna, un sentimiento que aún hoy me obliga a ponerme del lado de los más débiles y sentir una enorme rivalidad ante los poderosos que dominan el mundo. Sé muy bien que hoy en día este personaje puede resultar desde patético a naif, pero creo que pertenece a un mundo propio donde hay códigos que debemos si no respetar al menos tomar en cuenta.
Mi padre, enorme con sus casi dos metros de estatura era mi héroe personal y hasta un amigo nunca superado cuando conversábamos durante horas sobre universos paralelos o discutíamos sobre uno u otro superhéroe preferido; él sostenía que Batman era mejor porque al no tener poderes especiales dependía de su entrenamiento y astucia para superar a los villanos, sin embargo yo quería ser Superman y apenas llegué a Clark Kent.
Otra imagen que me toca es recordarnos sentados en al patio de aquel conventillo de La Unión con Sergio, mi querido primo, leyendo revistas de a dos por vez y riéndonos mostrándonos aquellas viñetas donde algo nos motivaba o disparaba nuestras fantasías. En aquella enorme pobreza donde nos criamos éramos inmensamente ricos cuando teníamos una colorida revista delante de nosotros. Pero llegó la adolescencia.
Creo que hice el traspaso de muchos lectores: del querido universo DC (Superman, Batman y Wonder Woman principalmente), pasé al mundo Marvel donde me encontré principalmente con Peter Parker y descubrí que: “un poder trae consigo una gran responsabilidad”. Con los X Men sentí la discriminación que todos los humanos ejercemos de alguna u otra forma durante nuestra vida y comprendí que como dijo alguna vez Caetano Veloso: “Visto de cerca nadie es normal”.
Hoy cuando bajo cómics de la web llego a estremecerme cuando me encuentro con aquellos dibujos de Curt Swan o descubro a ese genio impresionante que es Alex Ross o sufro de sana envidia cuando E.Barreto el dibujante Uruguayo sigue codeándose con los grandes de la historieta. Envidio a Barreto porque él cumplió mi lejano sueño de ser uno de los creadores de esos mundos, poder darle esa vida de dos dimensiones a nuestros héroes que hoy en día reasumen con pletórica salud nuestra vida cotidiana.
Si el cómic salvó mi niñez, el cine la cuidó, la mantuvo y la cobijó dentro del enorme recinto del Intermezzo o aquellas salas del centro de Montevideo que lamentablemente hoy han sido invadidas por las huestes de un Dios peor que el mismo Luthor. Pare de Sufrir eliminó la fantasía sana de los cinematógrafos para instalar sus huestes de maniáticos portuñoleses.
Pero por suerte aún hoy sigo a mis héroes cuando cobran vida en el celuloide, desde Christopher Reeve y sus cuatro Supermanes, no me he perdido casi ninguna película de superhéroes en la gran pantalla, salvo raras excepciones voy al cine solo para verlos. A los escasos cines que sobreviven a las “cruzadas de fe”. Podrán los analistas y críticos lanzar sus calificaciones o descalificaciones sobre cada héroe llevado a la pantalla pero ellos hoy están allí con nuevos bríos. En parte porque el cine norteamericano sufre una gran crisis de creatividad y debe recurrir a refritos, revivals de series televisivas y a la cantera de los cómics es que nos hemos beneficiado. Tim Burton parió a un Batman insuperable, me hubiera gustado que mi padre lo hubiera visto, lástima que los productos siguientes fueron decayendo, por otra parte salvo pequeñas excepciones todos los personajes Marvel llevados al cine hasta hoy lo han hecho con grandes aciertos.
Debemos tener presente que el cómic o historieta es un formato que aunque está íntimamente ligado por su forma de secuencias y su encuadre al formato cinematográfico es diferente y que el cine no solo contiene otras directivas sino que debe necesariamente apartarse debido a un diferente planteo temporal de los límites del cómic. Por lo tanto si los directores resumen quince años de Spiderman o X Men en dos horas y media, se trata de otra dinámica, otra visión del tema no menos buena sino diferente.
Mi colección de cómics hoy en día es virtual, duerme dentro de una treintena de compactos, ayer, hace más de treinta años guardaba mis revistas en cajas debajo de mi cama en la única habitación de nuestro apartamento, recuerdo que no siempre había que comer y a veces mi madre me vendía las revistas para llevar el pan a la mesa, eran tiempos duros y difíciles.
Se fue el tiempo y el papel pero quedaron mi memoria y los cómics que salvaron mi niñez, no están ni mis padres ni mi querido primo Sergio que murió joven como mueren los hombres buenos, a veces creo que ellos están en Metrópolis o en Ciudad Gótica esperándome.
the end
Este artículo fue publicado en El Diccionario delDiablo en la fecha que aparece debajod el título
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