Por: Darío Valle Risoto
(Este es un relato real)
Un hombre extraño como secuestrado de un filme de los años cincuenta: alto, extremadamente delgado, con una nariz injusta, casi incorrecta si no fuera parte de esa imagen de ave de rapiña algo discontinuada que poseía.
Creo que se llamaba Carlos, pero tuve la mala idea de bautizarlo “El Buitre” a poco de entrar en la imprenta, luego lo de siempre, todos adoptaron el apelativo y me tuve que tragar mi absoluto desagrado por los sobrenombres. Sin embargo este tipo se lo merecía.
Sub-encargado de la sección Encuadernación, le hacía demasiado bien los mandados a los superiores y allí andaba vigilándonos como todo el tiempo para que no conversáramos o nos saliéramos de nuestros lugares de trabajo. El gran taller, las horas inhóspitas se solapaban sobre más de cien trabajadores y nosotros los de encuadernación éramos los más vigilados por rebeldes, sindicalistas, transgresores.
Y El Buitre nos miraba todo el tiempo como si fuera un robot, mecánica su vida se debía al trabajo como si la patria existiera o las obligaciones bien cumplidas garantizaran el cielo. Carente de sentido del humor esbozaba una risa como de arlequín que parecía más un ataque o una convulsión. Sus propios colegas se reían a sus espaldas pero el Buitre era un buen ciudadano.
Algunos le tenían lástima, yo sin embargo aprendí a odiar su miserable vida al servicio de esa pequeña casi invisible partícula de poder. Ni siquiera tenía clase para explotador.
En el año 83 a poco de morir mi padre le solicité un adelanto para pagar la factura del agua ya que faltaban cuatro días para cobrar y no alcanzaba, hacía casi dos años que trabajaba allí y nunca había pedido un adelanto.
El Buitre me miró seriamente y me dijo que tenía que consultarlo en la administración, como si hubiera pedido el dinero para comprarme una casa, se fue con un gesto preocupado y en el resto del día no me dijo una palabra.
Agobiado por la situación antes de la salida le pregunté si mi dinero estaba para ser retirado en contaduría, me contestó con un gesto sumamente serio, que él se tenía que hacer cargo personalmente de mi adelanto, que dependía de su responsabilidad y de mi conducta allí adentro.
Asqueado le contesté que lo dejara así y me retiré realmente enfurecido porque no solo se me complicaba recibir parte del dinero que ya tenía ganado sino que encima ese hijo de puta pretendía que yo se lo agradeciera como si me hubiera salvado la vida.
Cierta vez en el turno de la noche un veterano compañero se había ido a dormir y yo lo necesitaba para que me descargue unas pilas de cuadernos, para seguir cortando, para ello era necesario que utilizara el elevador. Pero estaba dormido.
Uno de mis ayudantes se ofreció a manejar el elevador ya que tenía las llaves puestas, algo dudando le dije que lo hiciera para así no despertar al veterano compañero y felizmente todo funcionó y pudimos seguir con nuestro trabajo.
Al día siguiente no bien entré, El Buitre sombrío se acercó a mi y me dijo que deberíamos tener una conversación solo entre nosotros. Ya me imaginaba por donde venía la cosa.
___¿Usted vio a alguien manejando el elevador anoche?
___Sí, claro
___¿A quién? ___Preguntó con la mirada interesada en mis palabras.
___Al Zorro. ___Le dije el nombre del compañero que estaba durmiendo y era el único autorizado para manejarlo.
Vi que se tornaba furioso y se estaba dando cuenta de que no estaba frente a un alcahuete.
___Pero... ¿No vio a nadie más?
___Mire, mi máquina está de espalda a todo el taller, yo no miro quién maneja el elevador cada vez que lo escucho, ese no es mi trabajo.
Y allí se retiró El Buitre y yo poco después le conté a mis compañeros que algún imbécil le había contado a este pelele lo que había pasado en la noche.
En otra ocasión estaba aquejado de la espalda, El Buitre andaba echo pedazos pero nunca faltaba a trabajar, una compañera veterana le aconsejó que se tomara unos días para mejorarse.
___No puedo, tengo que dar el ejemplo. ___Dijo este idiota.
Cierto invierno yo era el único que me había quedado trabajando en el taller un Sábado a las diez de la noche, en el turno de la tarde todos hacían dieciséis horas los viernes, para no ir los sábados y yo me negaba a trabajar de esa manera, por lo que allí estaba yo, solo en un inmenso taller gráfico y el Buitre como supervisor de un único empleado.
Salía a las veintidós treinta, poco antes de irme me iba al baño y me lavaba la cara, cuando apagué mis walkmans escuché un ruido de tablas en la inmensidad de la fábrica.
___¡Increíble!
El Buitre se encontraba recogiendo tablas, palies y trastos por todas las secciones casi a oscuras a pesar del dolor de espalda. No había nadie más que yo y los serenos sin embargo este personaje trabajaba hasta pasado su horario.
Pasados los años me fui de ese trabajo, luego sucedió lo de siempre, el taller dio quiebra y dejaron a todos en la calle, como diez años después cobraron el 50% del despido.
Hablando con una vieja compañera me contó que El Buitre estaba realmente mal en esos años.
Me quedé pensando en aquel ser responsable, serio y patriota que andaba por la vida creyendo que hay gente con autoridad y que las responsabilidades valen más que los afectos o la amistad, seguramente cuando se muera lo enterrarán envuelto en la bandera.
Creo que se llamaba Carlos, pero tuve la mala idea de bautizarlo “El Buitre” a poco de entrar en la imprenta, luego lo de siempre, todos adoptaron el apelativo y me tuve que tragar mi absoluto desagrado por los sobrenombres. Sin embargo este tipo se lo merecía.
Sub-encargado de la sección Encuadernación, le hacía demasiado bien los mandados a los superiores y allí andaba vigilándonos como todo el tiempo para que no conversáramos o nos saliéramos de nuestros lugares de trabajo. El gran taller, las horas inhóspitas se solapaban sobre más de cien trabajadores y nosotros los de encuadernación éramos los más vigilados por rebeldes, sindicalistas, transgresores.
Y El Buitre nos miraba todo el tiempo como si fuera un robot, mecánica su vida se debía al trabajo como si la patria existiera o las obligaciones bien cumplidas garantizaran el cielo. Carente de sentido del humor esbozaba una risa como de arlequín que parecía más un ataque o una convulsión. Sus propios colegas se reían a sus espaldas pero el Buitre era un buen ciudadano.
Algunos le tenían lástima, yo sin embargo aprendí a odiar su miserable vida al servicio de esa pequeña casi invisible partícula de poder. Ni siquiera tenía clase para explotador.
En el año 83 a poco de morir mi padre le solicité un adelanto para pagar la factura del agua ya que faltaban cuatro días para cobrar y no alcanzaba, hacía casi dos años que trabajaba allí y nunca había pedido un adelanto.
El Buitre me miró seriamente y me dijo que tenía que consultarlo en la administración, como si hubiera pedido el dinero para comprarme una casa, se fue con un gesto preocupado y en el resto del día no me dijo una palabra.
Agobiado por la situación antes de la salida le pregunté si mi dinero estaba para ser retirado en contaduría, me contestó con un gesto sumamente serio, que él se tenía que hacer cargo personalmente de mi adelanto, que dependía de su responsabilidad y de mi conducta allí adentro.
Asqueado le contesté que lo dejara así y me retiré realmente enfurecido porque no solo se me complicaba recibir parte del dinero que ya tenía ganado sino que encima ese hijo de puta pretendía que yo se lo agradeciera como si me hubiera salvado la vida.
Cierta vez en el turno de la noche un veterano compañero se había ido a dormir y yo lo necesitaba para que me descargue unas pilas de cuadernos, para seguir cortando, para ello era necesario que utilizara el elevador. Pero estaba dormido.
Uno de mis ayudantes se ofreció a manejar el elevador ya que tenía las llaves puestas, algo dudando le dije que lo hiciera para así no despertar al veterano compañero y felizmente todo funcionó y pudimos seguir con nuestro trabajo.
Al día siguiente no bien entré, El Buitre sombrío se acercó a mi y me dijo que deberíamos tener una conversación solo entre nosotros. Ya me imaginaba por donde venía la cosa.
___¿Usted vio a alguien manejando el elevador anoche?
___Sí, claro
___¿A quién? ___Preguntó con la mirada interesada en mis palabras.
___Al Zorro. ___Le dije el nombre del compañero que estaba durmiendo y era el único autorizado para manejarlo.
Vi que se tornaba furioso y se estaba dando cuenta de que no estaba frente a un alcahuete.
___Pero... ¿No vio a nadie más?
___Mire, mi máquina está de espalda a todo el taller, yo no miro quién maneja el elevador cada vez que lo escucho, ese no es mi trabajo.
Y allí se retiró El Buitre y yo poco después le conté a mis compañeros que algún imbécil le había contado a este pelele lo que había pasado en la noche.
En otra ocasión estaba aquejado de la espalda, El Buitre andaba echo pedazos pero nunca faltaba a trabajar, una compañera veterana le aconsejó que se tomara unos días para mejorarse.
___No puedo, tengo que dar el ejemplo. ___Dijo este idiota.
Cierto invierno yo era el único que me había quedado trabajando en el taller un Sábado a las diez de la noche, en el turno de la tarde todos hacían dieciséis horas los viernes, para no ir los sábados y yo me negaba a trabajar de esa manera, por lo que allí estaba yo, solo en un inmenso taller gráfico y el Buitre como supervisor de un único empleado.
Salía a las veintidós treinta, poco antes de irme me iba al baño y me lavaba la cara, cuando apagué mis walkmans escuché un ruido de tablas en la inmensidad de la fábrica.
___¡Increíble!
El Buitre se encontraba recogiendo tablas, palies y trastos por todas las secciones casi a oscuras a pesar del dolor de espalda. No había nadie más que yo y los serenos sin embargo este personaje trabajaba hasta pasado su horario.
Pasados los años me fui de ese trabajo, luego sucedió lo de siempre, el taller dio quiebra y dejaron a todos en la calle, como diez años después cobraron el 50% del despido.
Hablando con una vieja compañera me contó que El Buitre estaba realmente mal en esos años.
Me quedé pensando en aquel ser responsable, serio y patriota que andaba por la vida creyendo que hay gente con autoridad y que las responsabilidades valen más que los afectos o la amistad, seguramente cuando se muera lo enterrarán envuelto en la bandera.
FIN
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