La decisión de Laura
Por: Darío Valle Risoto
___Un hijo nos va a separar y no quiero eso
Era lo último que hubiera esperado escuchar mientras ambos sostenían frente a sus ojos el test de embarazo, Laura dejó el adminículo sobre la mesa de la cocina y fue a servirse un trago de vino, aún estaba desnuda, era de mañana y el sol del otoño invadía toda la casa.
Pedro en cambio había sostenido la idea de que ser padres podría ser como una suerte de afirmación del amor que compartían desde hacía cuatro años.
___ ¿Te sirvo?
___ No, solo agua mineral, me duele la cabeza, ¿Estas segura de no querer tenerlo?
Ella se volvió a sentar a la mesa, era inevitable verle los pechos siempre duros, sus pezones magníficos y ese lunar en el medio como una especie de minúscula frutilla.
___ No quiero esclavizarme, quince o veinte años, preocuparme por su educación, su salud, tratar de que sea buen ciudadano de que crea en todas esas patrañas que fabricamos en este mundo de mierda y además irme poniendo vieja, ¿Sabés que más tarde o más temprano los hijos siempre terminan odiando a sus padres?
___ Bueno, pensándolo bien no puedo contradecirte, mis viejos eran unos hijos de puta y los tuyos…
___ También.
___ Siempre cabe la posibilidad de dejarlo en la puerta de una iglesia.
___ Eso no es nada gracioso Pedro, no quiero que nuestra vida cambie.
___ ¿Y la preservación de la especie?
___ Un niño menos no le hace mella al mundo, ya hay suficientes futuros soldados, sacerdotes, políticos, contadores, carpinteros, prostitutas, encuestadores, cajeras, policías, enfermeras, recepcionistas…todo una mierda.
Laura rompió el test de embarazo y lo tiró a la papelera, al levantarse a servirse más vino su compañero no pudo evitar mirarle el abdomen que quiso descubrir un poco más pronunciado.
___ ¿Y si es una niña?
___ ¡No me jodas Pedro!
Los fines de semana comenzaban los viernes de tarde, ambos llegaban de sus trabajos con una hora de diferencia, él antes que ella, no bien entraba al apartamento prendía inciensos, ponía música y la esperaba, ella entraba, se iban a bañar juntos y después hacían el amor sobre una colchoneta en el living hasta dormirse agotados, eso continuaba a veces hasta el sábado por la noche, más de un día juntos, desnudos haciendo el amor, riendo y tomando vino, conversando y contándose historias, nunca prendían la televisión ni atendían a las visitas que se aburrían tocando timbre.
Laura era apenas y un poco más alta que Pedro, delgada, tenía un rostro hermoso, ojos grandes y nariz algo curvada, labios un poco gruesos y el cabello negro como la noche, él era algo fornido, mucho más blanco de piel que ella, de ojos claros y una insipiente calva que disimulaba con largos cabellos que casi siempre ataba, a veces barba, a veces solo bigote.
Ese domingo amaneció soleado pero fresco y él cerró algunas ventanas porque entraba una corriente de aire, se escuchaban los gritos de los niños desde el parque, Laura comenzó a juntar las cosas para ir a vender a la feria como lo hacían siempre pero esta vez el no la quiso acompañar, sin muchas preguntas se fue sola empujando su carrito con artesanías, Pedro se sentía triste.
Por: Darío Valle Risoto
___Un hijo nos va a separar y no quiero eso
Era lo último que hubiera esperado escuchar mientras ambos sostenían frente a sus ojos el test de embarazo, Laura dejó el adminículo sobre la mesa de la cocina y fue a servirse un trago de vino, aún estaba desnuda, era de mañana y el sol del otoño invadía toda la casa.
Pedro en cambio había sostenido la idea de que ser padres podría ser como una suerte de afirmación del amor que compartían desde hacía cuatro años.
___ ¿Te sirvo?
___ No, solo agua mineral, me duele la cabeza, ¿Estas segura de no querer tenerlo?
Ella se volvió a sentar a la mesa, era inevitable verle los pechos siempre duros, sus pezones magníficos y ese lunar en el medio como una especie de minúscula frutilla.
___ No quiero esclavizarme, quince o veinte años, preocuparme por su educación, su salud, tratar de que sea buen ciudadano de que crea en todas esas patrañas que fabricamos en este mundo de mierda y además irme poniendo vieja, ¿Sabés que más tarde o más temprano los hijos siempre terminan odiando a sus padres?
___ Bueno, pensándolo bien no puedo contradecirte, mis viejos eran unos hijos de puta y los tuyos…
___ También.
___ Siempre cabe la posibilidad de dejarlo en la puerta de una iglesia.
___ Eso no es nada gracioso Pedro, no quiero que nuestra vida cambie.
___ ¿Y la preservación de la especie?
___ Un niño menos no le hace mella al mundo, ya hay suficientes futuros soldados, sacerdotes, políticos, contadores, carpinteros, prostitutas, encuestadores, cajeras, policías, enfermeras, recepcionistas…todo una mierda.
Laura rompió el test de embarazo y lo tiró a la papelera, al levantarse a servirse más vino su compañero no pudo evitar mirarle el abdomen que quiso descubrir un poco más pronunciado.
___ ¿Y si es una niña?
___ ¡No me jodas Pedro!
Los fines de semana comenzaban los viernes de tarde, ambos llegaban de sus trabajos con una hora de diferencia, él antes que ella, no bien entraba al apartamento prendía inciensos, ponía música y la esperaba, ella entraba, se iban a bañar juntos y después hacían el amor sobre una colchoneta en el living hasta dormirse agotados, eso continuaba a veces hasta el sábado por la noche, más de un día juntos, desnudos haciendo el amor, riendo y tomando vino, conversando y contándose historias, nunca prendían la televisión ni atendían a las visitas que se aburrían tocando timbre.
Laura era apenas y un poco más alta que Pedro, delgada, tenía un rostro hermoso, ojos grandes y nariz algo curvada, labios un poco gruesos y el cabello negro como la noche, él era algo fornido, mucho más blanco de piel que ella, de ojos claros y una insipiente calva que disimulaba con largos cabellos que casi siempre ataba, a veces barba, a veces solo bigote.
Ese domingo amaneció soleado pero fresco y él cerró algunas ventanas porque entraba una corriente de aire, se escuchaban los gritos de los niños desde el parque, Laura comenzó a juntar las cosas para ir a vender a la feria como lo hacían siempre pero esta vez el no la quiso acompañar, sin muchas preguntas se fue sola empujando su carrito con artesanías, Pedro se sentía triste.
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