Wednesday, July 8, 2009

Las Brujas de San Jose (Cuento)

Las Brujas de San José
Por: Darío Valle Risoto

___¡Metele espuelas que sino te toma de número! ___Gritaba el tío Juan mientras Daniel intentaba montar esa yegua terca y dirigirla por el camino; era un joven de ciudad y por lo tanto esa feroz proximidad con un enorme caballo “Femenina” le producía cierto terror ancestral y la yegua lo sabía por lo que unos minutos después Daniel rebotaba entre los terrones y los yuyos a un costado del alambrado.
Se puso de pie sacudiéndose la tierra seca, era primavera en San José..., bueno, en todo el Uruguay aunque dentro suyo hervía de calentura por no poder sofrenar a ese bicho de mierda. Y la hermosa yegua barcina se perdió en un recodo donde el monte de espinillos y otros árboles la tapó de su vista, para peor tanto el tío Juan como su padre también se habían alejado rumbo a la estancia de Osorio seguramente pensando que el seguía detrás de ellos.
Bueno, era cosa de seguir el alambrado... caminando, con ese dolor en la rodilla izquierda que lo hizo levantarse el vaquero.
___¡Que yegua de porquería!. ___Gritó viendo la sangre, no era gran cosa la herida pero el Levis le había costado casi mil pesos y ahora estaba manchado.
Un rato después comenzó a sentirse el hombre más solo del universo, en todo su alrededor no veía una puta persona y comenzaba a extrañar su walkman con el cassette de Sabbath que había llevado desde Montevideo. Se bajó la gorra de visera y comenzó a silbar: “Iron Man” y entonces un ensordecedor ruido de pájaros le tapó la melodía, unas cotorras allá arriba encima de la copa de los eucaliptos hacían tremendo alboroto.
La caminata junto al alambrado derivó en unos minutos descansando sobre un tronco caído, seguramente un árbol partido por un rayo en medio del monte no debería ser algo raro pero a él lo sobrecogió la figura de la base del mismo, chamuscada como un enorme castillo de madera que hubiera sido incendiado.
Ni su padre ni su tío aparecían pero a esas alturas deberían haberse dado cuenta que no seguía detrás de ellos, al menos esperaba que “la Dorita”, esa yegua podrida los hubiera alcanzado, ya se estarían matando de risa por su inutilidad total para la cabalgada.

___Hola.
La voz de alguien que se acercaba a su espalda lo sobrecogió y mucho más cuando vio a una mujer delgada extremadamente alta que traía una canasta con flores y yuyos, estaba vestida con una larga blusa hindú sobre un pantalón de tela muy delgada anaranjado.
__Perdone, me asusté, me llamo Daniel Velez, me caí de una de las yeguas de mi tío y creo que estoy perdido, voy para la estancia de Osorio.
___Estamos un poco lejos, pero está lastimado por la caída, puedo verlo, me llamo María Noel Osorio.
___¿Es algo del viejo...?
___Venga que lo voy a curar, mi casa está al borde del camino por aquel lado.
Su cabello era largo y lacio, a Daniel lo sobrecogió una extraña vibración cuando ella le tocó la rodilla, el lamparón de sangre hacía aparecer la herida como una verdadera calamidad pero no era para tanto, pero aprovechó para hacerce el malherido.
Llegaron a una casa pequeña con una aljibe al frente, ella le levantó el pantalón y le aplicó un paño con un líquido verde amarronado que trajo desde la cocina de campaña, desde allí vino una mujer mayor, seguramente la madre por su gran parecido. El alivio fue inmediato.
___Pensé que vivían en la estancia, por su apellido, perdónenme el atrevimiento. ___María sonrió pero la mujer grande se notó preocupada, ambas se retiraron adentro y escuchó algunos murmullos antes de que volvieran junto a él que estaba sentado sobre una cómoda silla de madera observando algunas gallinas que junto al rancho buscaban comida.

El ruido de los pájaros volvía lentamente como si se tratara de su propio walkman al que le subía el volumen lentamente, pero en sus ojos veía un montón de hojas atravesadas por millones de rayos de sol, mientras que la espalda le dolía tremendamente y también la rodilla, se incorporó y estaba en medio del monte, a su izquierda el tío Juan y su padre se acercaban rápidamente trayendo sus cabalgaduras incluida la puta de Dorita.
___¿Te caíste pajarón?
El tío siempre tan tierno, su padre en cambio lo ayudó a pararse, cuando lo vio cojear le preguntó si estaba en condiciones de volver a montar, la yegua barcina lo observaba con un dejo de sonrisa de satisfacción.
___Prefiero caminar, pero... ___Miró a ambos lados, seguramente se había desmayado en el rancho de las mujeres pero: ¿Por qué lo habían dejado cerca del camino?
___Dorita vino a nosotros y desandamos el camino Daniel, pero no te encontramos y comencé a preocuparme, pero el tío te vio desde aquella loma, como estabas caído pensamos en que te habías desmayado o algo peor.
___Me ayudó una mujer muy hermosa, se llama María Noel Osorio, creo que debe ser algo de...
El rostro del tío Juan siempre presto a embromar se tornó lívido como si hubiera visto al diablo.
___¡Dios me libre y guarde!
___¿Y ahora? ___Preguntó molesto porque el viejo se comenzó a persignar como si le hubiera dado el mal de Parkinson.
Cuando Daniel se levantó el pantalón y vio un hermoso pañuelo bordado atado a la pierna de su sobrino-nieto de Montevideo se terminó de convencer de un hecho insólito más no inesperado en ese lugar.
___Me lo puso la madre de María, lástima que se manchó un poquito. ___Dijo sonriendo.
Lamentablemente la sonrisa se le fue borrando cuando el viejo tío Juan le contó que María y su madre: Encarnación Osorio, habían muerto catorce años antes en un incendio en medio del bosque y que nunca había existido la vivienda a la que él estaba seguro lo habían llevado.

FIN

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