La Soledad y las ganas de comer
Por: Darío Valle Risoto
Estoy convencido que los hombres y mujeres deben vivir solos por cierto período de tiempo al menos una vez en su vida, claro que esto muchas veces no es posible por cuestiones económicas o sencillamente porque hay personas que no les gusta estar solas.
En nuestra cultura latina además de los condicionamientos económicos que actúan en contra de la independencia de cualquier persona y más aún de los jóvenes, debemos sumarle el fuerte factor proteccionista del hogar y esencialmente de la figura materna sobre los hijos, aún cuando estos tienen más de dieciocho años, protección que suele manifestarse a veces durante toda la vida e impide el desarrollo completo del individúo.
Por lo tanto son muchos los casos donde el joven se va del hogar para casarse o “juntarse” y por lo tanto formar otra familia sin lo que yo pienso, necesario período de vida independiente, la independencia es mucho más común entre los anglosajones del primer mundo, donde a partir de los quince o dieciséis años se van a vivir con amigos o solos a un departamento, vuelvo a reiterar que el factor económico es puntual en nuestros países.
Tras la muerte de mi madre a los treinta y tres años me quedé viviendo solo, ya grandecito, por suerte siempre había cultivado una gran independencia emanada del amor propio para combatir el fantasma de “nene pollerudo” que se asomaba sobre mi condición de ser hijo único. Fue curioso que el año siguiente me llovieran las posibles compañeras, fue como si solo en un año me pusiera al día de la fisura de la falta de mujeres, por cierto tiempo llegue a salir hasta con tres a la vez, esto no lo escribo para hacerme el superman sino porque el factor desencadenante de que perdiera estas y otras relaciones era que quería vivir solo y disfrutar de mi independencia.
Por el ya mencionado factor económico muchas buenas amigas se me querían instalar en casa y muchas veces tras solo haberme conocido poco tiempo, ni les cuento que tuve que luchar denodadamente contra las “invasiones”, también estaban aquellos amigos no solo solteros que pretendían usar mi reino como el bulín de sus torpezas sexuales.
Finalmente me tomé mi tiempo, llegó el momento de tener una compañera en serio y vivimos muy bien varios años, pero realmente he llegado a la conclusión que vivir solos es lo máximo porque uno puede realmente vivir como se le antoja y sobretodo hay un aprovechamiento del tiempo realmente intenso aunque ya se que peco de ser realmente egoísta.
Vivir solos significa tener ganas de levantarnos a cualquier hora, de escuchar la música que se nos antoje, de comer lo que se nos ocurra, de estar en silencio si así lo deseamos, de salir, entrar, bañarnos, no bañarnos, lavar los platos o dejarlos una semana para ver que vida desarrollan los gérmenes que se multiplican sobre los restos de comida, de tener visitas, de no tener visitas, de andar en bolas por la casa, de ponernos a bailar mirándonos al espejo, de no contestar el teléfono, de estar en Internet hasta que se nos salten los ojos, de jugar al playstation varias horas y quedarnos dormidos con el joystick en la falda, de fumarnos un porro, de corrernos una raya y andar como robots por las habitaciones, de putear, de rascarnos las partes, eructar…. En definitiva, ser libres como unas bestias.
Por: Darío Valle Risoto
Estoy convencido que los hombres y mujeres deben vivir solos por cierto período de tiempo al menos una vez en su vida, claro que esto muchas veces no es posible por cuestiones económicas o sencillamente porque hay personas que no les gusta estar solas.
En nuestra cultura latina además de los condicionamientos económicos que actúan en contra de la independencia de cualquier persona y más aún de los jóvenes, debemos sumarle el fuerte factor proteccionista del hogar y esencialmente de la figura materna sobre los hijos, aún cuando estos tienen más de dieciocho años, protección que suele manifestarse a veces durante toda la vida e impide el desarrollo completo del individúo.
Por lo tanto son muchos los casos donde el joven se va del hogar para casarse o “juntarse” y por lo tanto formar otra familia sin lo que yo pienso, necesario período de vida independiente, la independencia es mucho más común entre los anglosajones del primer mundo, donde a partir de los quince o dieciséis años se van a vivir con amigos o solos a un departamento, vuelvo a reiterar que el factor económico es puntual en nuestros países.
Tras la muerte de mi madre a los treinta y tres años me quedé viviendo solo, ya grandecito, por suerte siempre había cultivado una gran independencia emanada del amor propio para combatir el fantasma de “nene pollerudo” que se asomaba sobre mi condición de ser hijo único. Fue curioso que el año siguiente me llovieran las posibles compañeras, fue como si solo en un año me pusiera al día de la fisura de la falta de mujeres, por cierto tiempo llegue a salir hasta con tres a la vez, esto no lo escribo para hacerme el superman sino porque el factor desencadenante de que perdiera estas y otras relaciones era que quería vivir solo y disfrutar de mi independencia.
Por el ya mencionado factor económico muchas buenas amigas se me querían instalar en casa y muchas veces tras solo haberme conocido poco tiempo, ni les cuento que tuve que luchar denodadamente contra las “invasiones”, también estaban aquellos amigos no solo solteros que pretendían usar mi reino como el bulín de sus torpezas sexuales.
Finalmente me tomé mi tiempo, llegó el momento de tener una compañera en serio y vivimos muy bien varios años, pero realmente he llegado a la conclusión que vivir solos es lo máximo porque uno puede realmente vivir como se le antoja y sobretodo hay un aprovechamiento del tiempo realmente intenso aunque ya se que peco de ser realmente egoísta.
Vivir solos significa tener ganas de levantarnos a cualquier hora, de escuchar la música que se nos antoje, de comer lo que se nos ocurra, de estar en silencio si así lo deseamos, de salir, entrar, bañarnos, no bañarnos, lavar los platos o dejarlos una semana para ver que vida desarrollan los gérmenes que se multiplican sobre los restos de comida, de tener visitas, de no tener visitas, de andar en bolas por la casa, de ponernos a bailar mirándonos al espejo, de no contestar el teléfono, de estar en Internet hasta que se nos salten los ojos, de jugar al playstation varias horas y quedarnos dormidos con el joystick en la falda, de fumarnos un porro, de corrernos una raya y andar como robots por las habitaciones, de putear, de rascarnos las partes, eructar…. En definitiva, ser libres como unas bestias.
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