El Libro Ilegal
Por: Darío Valle Risoto
Se que debo ser un fatalista insufrible pero esto me lo esperaba desde hace tiempo, como escritor se lo que debe sentir un novelista que escribe un libro dejandose horas de insomnio por el camino y quizás hasta algo de creatividad, luego implora de editorial en editorial que le publiquen su mamotreto, por allí logra que un miserable crítico le haga un comentario para su libro y luego por cuestiones de magia, esoterismos varios o por simplemente un gran culo le publican su obra.
La editorial se embolsa en 95.89 % del valor de venta de su libro, es importante el 0.89% que seguramente se destinará a pagar la edición, el resto es para agrandar la mansión de tres o cuatro cretinos seudo literatos que pusieron una editorial un buen día luego de apañarse media docena de rayas de la mejor cocaína de los Estados Unidos.
La primera edición es de solo cinco mil ejemplares de los que verá el 4.11 % del valor de venta siempre y cuando le descuenten unos veinticinco impuestos se quedará con suficiente dinero como para comprar una nueva notebook y le darán encima diez ejemplares para repartir entre amigos y conocidos varios. Le invitarán a un par de programas fatales de televisión a quince programas absolutamente olvidables de radio y por allí tendrá el sublime placer de tocar un libro ¡¡¡escrito por el!!!.
A la semana de salir a la venta un joven universitario con serias trazas de delincuencia informática escaneará todo el libro y lo colgará en la web, dos días después se lo bajan desde Los Ángeles a Timbuktú totalmente gratis. Incluso una vieja novia de la infancia le contará al colega que se bajó el libro y que está bueno aunque la letra es medio chica y que tuvo que pedir que se lo pasen a Pdf, luego de esto lo subió nuevamente y lo bajaron hasta de Saturno, la zona Klingom y el cuadrante Delta, la capitana de la Voyager lo ha leído tres veces.
En conclusión el tipo al principio se molestó pero después que miró los cuatro pesos que los editorialistas de mierda le dieron por su obra se sintió feliz, al menos había gente en lugares insondables que podían enterarse de su obra y tal vez por allí algo le haya hecho de bueno a las vidas de personas que jamas iba a conocer en cambio estos bucaneros de su propiedad intelectual siguen reeditando sus libros y guardándose el 95.89% de su valor de venta.
Claro que los empresarios se quejaron con sus representantes en el senado y presionaron por todas partes para que caigan los piratas que plagiaron la obra de su querido escritor y así finalmente lograron que caigan uno a uno los contenedores de tamaña información ilegal.
Un buen día en la lejana Tibuktú el pastor Noik dejó de poder leer obras de literatura en Internet y ya no pudo descargar películas, tampoco bajarse los discos de Arjona porque ya no hubo servidores.
Así que volvió a pastar con sus cabras en la completa ignorancia.
Tampoco hubiera podido comprar nada de ello porque no le alcanzaba el dinero y es más: si no fuera por Internet nunca los hubiera conocido.
Al menos le debemos conceder al FBI que ya no pueda escuchar a Arjona.
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