Sunday, September 20, 2009

La Reivindicación del insulto

LA REIVINDICACIÓN DEL INSULTO
La violencia verbal de los incapaces
Por Darío Valle Risoto
Este artículo fue publicado en otro blog el 6 de Enero del 2008

Durante los años 2002, 2003 y 2005 tuve el honor de dar clases de comunicación Social en la Biblioteca Municipal Carlos Roxlo de La Teja, allí desarrollé un programa basado en lo que había estudiado en la Universidad del Trabajo pero convenientemente adaptado a un curso intensivo; no sería honesto olvidar a María Luisa Odella la directora de la Biblioteca ni al coordinador del curso de Creación Literaria que cooperaron para que yo comience a dar clases allí.
Desarrollé las clases aprendiendo permanentemente junto los alumnos. Desde luego que la laicidad fue una obligación y nunca adelanté opiniones propias sobre temas tan delicados como los que conciernen a la comunicación humana. Dentro del estudio del lenguaje, los signos y su significado hicimos una charla sobre la dinámica del lenguaje y como las palabras van cambiando su significado no solo a través del tiempo sino entre grupos sociales y también profesionales entre otras variables.
Allí nació un debate sobre algo todavía en boga que es la relativa pauperización del lenguaje coloquial que no solo se va simplificando sino que a ido adoptado palabras otrora ofensivas y/o insultantes al uso cotidiano.
Debemos comprender que el significado de las palabras es convencional y que el lenguaje es dinámico, cambiante y adaptable, esto es necesario porque las sociedades cambian, evolucionan y se desenvuelven utilizando nuevos códigos y signos lingüísticos. Así que cualquier juicio de valor sobre lo bueno o malo de ciertos códigos en determinado lapso de tiempo o entre un grupo más o menos identificado de comunicantes es siempre arriesgado.

EL INSULTO Y LAS MALAS PALABRAS
No es lo mismo ser “Cogido” en España que en el Río de la Plata, parece un chiste, pero es cierto, el significado ha cambiado y por lo tanto se adaptó en uno u otro lugar de acuerdo a diferentes usos y costumbres, aún así algunas palabras o frases que en un mismo sitio tenían cierto significado, pueden llegar a modificarse en sus contenidos.
(Coger = Asir o tomar en España, Coger = Tener sexo en el Río de la Plata)
“Sos un hijo de p... ”: No hace muchos años cualquier mención al oficio pecaminoso de la madre del destinatario de este epíteto, merecía al menos un golpe ya que no solo era tratado de bastardo el que recibía el insulto, también se le ofendía a la sagrada progenitora, hoy esta frase dentro de otro contexto puede hacer mención a un loquito bárbaro, gran tipo y hasta a un verdadero amigo. Algunos fenómenos acuñados entre nuestros hermanos del Río de la Plata: Los Argentinos, eran tomados como identificatorios de su lenguaje, en este caso en particular me refiero específicamente al habitante de Buenos Aires. La palabra “Boludo” ha sido incorporada a nuestra fauna adolescente casi como una constante y no hay frase que parezca poder prescindir de esta, por ejemplo:
___¿Qué haces boludo?
___Por acá boludo ¿y vos boludo?
___Nada boludo, voy pa’l estadio, ¿Vamos?
___Dale boludo.
(Traducción al Uruguayo: Boludo = Pelotudo, que tiene grandes testículos y por lo tanto es un poco lento)
Al decir de Alejandro Dolina, un “filósofo de churrasquería” diría que malas palabras son: Hambre, guerra, pobreza, etc. Sin embargo el uso ofensivo de ciertas palabras existe por dos razones: Una, para agredir al destinatario y así provocarlo o asustarlo y la otra más terapéutica, es cuando nos mandamos terrible puteada al darnos un martillazo en el dedo, por ejemplo.
Hoy los tiempos han readaptado las llamadas malas palabras y estas forman parte integral del lenguaje corriente, las madres ya no amenazan con lavarle la boca con jabón a sus hijos cuando las profieren y se integran todo tipo de insultos a lo cotidiano.
Los medios masivos de comunicación tienen su cuota parte de responsabilidad si pensamos en que esto está mal, creo que todo comenzó con un locutor que deslizó alguna mala palabra haciéndose el transgresor y luego fue adoptado por sus colegas para aumentar el rating. Pienso que debemos reivindicar el verdadero uso del insulto para sostener la posibilidad de ofender a nuestros interlocutores sin tener que llegar a darnos de golpes.
Como persona que apunta a ser un poco más culto cada día pretendo no usarlas aunque en el trabajo si algo me sale mal me nacen: ¡Me cago en dios! o ¡La conciencia de la lora! Para asombro de mis compañeros que me creen intelectual.
En síntesis creo bueno hacer el ejercicio de evitar hablar utilizando un lenguaje simple, acotado y cuando no vulgar, porque si de entendernos se trata podrá ser funcional pero nos evita enriquecer nuestra conversación y así aprender algo nuevo cada día.
Un típico integrante del movimiento plancha (otrora Cumbiero o terraja) me intercepta en la calle y se suscita el siguiente diálogo.
____ñiñiñi ñi ñi, ñi
___¿Qué?
___Amistá, tené una chapas que te sobren ahí.
___Disculpemé, no entiendo lo que me dice.
___Flaco, que si tenés unas monedas, estás de coso, estás.
___No, lo lamento, no tengo nada.
___¡Andá a la con... de tu madre!
Me fui pensando en que hay gente simple, casi unicelular, que solo sabe hablar de esta manera, una verdadera pena. Por último recuerdo que me enseñaron que la gente que insulta solo se insulta a si misma demostrando que no tiene argumentos mejores que esas tonterías que solo pueden ofender a los de su misma condición.
Este artículo solo pretende aportar una visión un tanto diferente de lo cotidiano, sé que en esta sociedad y en este momento para mucha gente le es imposible comunicarse con otros códigos que no sean la agresión verbal, tengo un conocido que es una invitación viviente al insulto porque permanentemente se mete en mi vida, me califica, me descalifica y pretende conocerme mediante las sucesivas “etiquetas” que me adjudica, nunca le he dado consejos ni le he dicho nada ya que sería inútil buscar un interlocutor válido en alguien que necesita terapia.
Escuchemos en nuestra familia, nuestro trabajo, en los lugares donde nos reunimos y tratemos de preguntarnos: ¿Qué ha hecho que la gente no se hable con respeto?.

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