Sunday, March 11, 2012

La Argentina de Arena

La Argentina de Arena
Por: Darío Valle Risoto

__ En ese universo paralelo ganamos la guerra, fue todo diferente en ese sentido. ___Dijo López.
__ ¿La de las Malvinas?
__ No me refiero a la tercera guerra por cierto.
__ Bueno, no caigo de mi asombro López, vos sabes que todavía los médicos te aconsejan seguir con la medicación para alejarte de… esos divagues.
A Sánchez le resultaba difícil hablar con su viejo amigo en esa sala del hospital entre varias camas con gente pobre y abandonada a los tormentos de la salud pública.
López cansado, enfermo y raquítico levantó sus puños flacos con huesos puntiagudos como armas medievales y apuntó al cielo raso desconchado, sus ojos enormes y claros miraron a la nada.
__ ¡Nunca fui un héroe Marcelo, vos lo sabes!
__ Tranquilízate hermano porque te van a volver a encajar una inyección de esas para elefantes y vas a dormir una semana entera.
López se tocó el brazo izquierdo, tenía una vía por donde recibir suero glucosado para mantenerlo hidratado, tenía los labios casi grises como los de un muerto.
__ ¿Cómo caí en este hospital de mierda?
__ Te encontraron hace unos veinte días tirado en el piso de la pensión, la vieja, la dueña llamó a la ambulancia, unos días después me avisaron al boliche y acá estoy.
__ ¿Y Laura?, ¿Dónde está Laura?

Marcelo Sánchez apretó los labios, una profunda tristeza por su amigo lo embargó al punto que lejos de ser muy emotivo le tomó la mano libre del suero y miró a los ojos desorbitados de un hombre que ha perdido la cordura.
__ ¿Tu hija?
López cerró los ojos y descansó la cabeza en la almohada húmeda, sus ralos cabellos canosos parecían las hebras del tiempo tratando de inundarle la frente. Se pasó la mano por la cara y respiró profundo, al fondo de la sala un tipo conectado a un respirador comenzó a descompensarse, varias enfermeras corrieron a llamar a los médicos. Todo olía a desinfectante mezclado con la mugre de gente demasiado pobre.

__ En el otro lado volví a encontrarme con Laura, no había muerto, allí no había muerto, hasta tengo nietos del otro lado, también ganamos la guerra de las Malvinas y son nuestras, no te imaginas hermano que lindo que era ver la bandera en Puerto Argentino cuando la mostraban por la televisión. Tampoco existen Tinelli ni Moria Casán ni esos programas de mierda que nos pasan hablando de trapos y maricas.
Sánchez sonrió como aquel que escucha un chiste nuevo, su amigo se quitó la mano de la frente y casi milagrosamente su mirada recuperó la cordura.
__ Baje al sótano a buscar clavos y encontré el libro de Borges y entonces me resbalo y cuando me incorporo veo esa luz color celeste brillante entre los aparadores, pensé que era reflejo del sol en las banderolas pero eran las nueve de la noche, imposible.
__ Pero la pensión no tiene sótano López.
__ En la casa de Lautaro el librero, acordate que fui a arreglarle unos anaqueles, el sabe que cobro caro pero soy buen carpintero, entonces bajé al sótano a buscar unos clavos y allí encuentro el libro y cerquita la ventana o puerta o como mierda se llame y…me chupó.

Marcelo Sánchez le sirvió un poco de jugo de manzanas que una enfermera le había dejado en una jarra amarilla de plástico, por suerte López tomó unos tragos sentado en la cama, sonrió y se sonó la nariz con un pañuelo gris.
__ El Aleph le llamaba Borges, existe mi amigo… existe.
__ Perdóname pero creo que se te saltaron varios tornillos, tal vez te caíste y el golpe en la cabeza te hizo alucinar o te diste la viaba con algo.
Ángel López miró a su amigo que era un poco más joven que él, se conocían de las carreras y del boliche, muchos años de timba y alcohol los habían unido más que muchos con una bohemia amistad de esas inquebrantables.

__ Vos sabes que siempre me gustó la ciencia ficción pero esto que me contás es digno de un cuento de esos que aparecían en las revistas de historietas, nadie te va a creer.
__ Ni mierda que me interesa, no sabes lo que fue volver a abrazar a Laura, ya tiene treinta años y dos nenas preciosas en ese mundo soy abuelo... ¿Tenés idea de lo que eso significa?
__ ¿Y no hay un Ángel López del otro lado?
__ Buena pregunta compañero…buena pregunta.

Se quedó quieto, el sol iluminaba a dos niños morochos que sentados en la cama de su padre acompañaban la enfermedad de su viejo sin comprender que la vida se lo iba llevando a un lugar insospechado, la madre sonreía con un dejo de tristeza. El hospital Argerich olía a despedidas innecesarias.
__ En el otro lado yo morí de cirrosis en el noventa y pico, cuando pasé me encontré con mi querido barrio de La Boca, todo había cambiado, las calles eran más limpias y la gente tenía esperanzas, no era como acá. ¿Te dije que Tinelli no existe del otro lado?
Sánchez miró a su amigo y lo dejó contarle muchas cosas, sabía que estaba muy cansado e incluso el médico le había aconsejado dormir lo más posible pero cuando López contaba sus aventuras en la tierra paralela parecía que el último dejo de vida que mantenía era alimentado por esos extraños recuerdos.

Una semana después Sánchez recibió una llamada, su amigo como era de esperarse había fallecido. Aplastaba el cielo gris y pesado de invierno sobre el cementerio de La Chacarita, nadie más fue a despedir al viejo carpintero, había sido demasiado tarde para dejar de tomar y comenzar a vivir como quería hacerlo.
Marcelo bebía un capuchino en un bar mugriento y decidió ir a visitar la librería de Lautaro, donde supuestamente su amigo había encontrado la puerta hacia un mundo paralelo mucho mejor que este. No era que le creyera un carajo pero se lo debía, era mejor eso que dejarle unas tristes flores sobre la tierra que lo mantenía a salvo de futuras penurias.

La vida nunca había sido justa para el viejo y probablemente ese sueño había sido lo mejor que le había pasado en casi sesenta años de pobre existencia.
Así que unos días después fue a la vieja librería en la peatonal Florida y le pidió para bajar al sótano, el tipo a regañadientes lo dejó porque no pudo evitar sentirse mal por el viejo carpintero que nunca iba a terminarle los anaqueles.
Bajó la escalera y todo parecía normal y sucio, encontró algunas herramientas, un martillo y una caja de clavos que seguro le pertenecieron a Ángel y entonces cuando levantó la cabeza para buscar el Libro de Arena lo encontró junto a muchos otros y por un escaso segundo, apenas una milésima de tiempo infinitamente corto vio un brillo celeste junto a un anaquel.
Subió casi corriendo los escalones y jamás volvió a ir a ese lugar, pero en el fondo de su alma cada vez que se va a tomar una al boliche cree escucharlo a López cagándose de risa con sus nietas allá de vacaciones en Puerto Argentino.

FIN.

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