Tiempo de Bufandas
Por: Darío Valle Risoto
A pedido de un lector
Se viene el frío y hay que abrigarse, pero en este caso nos queremos referir a ciertos especímenes masculinos que pueblan nuestras ciudades más o menos humanas, nos referimos al: “Bufandus Refregeitors Machus occidentalus”, es aconsejable alejar a las damas de este artículo so pena de despertarles atávicos deseos de reventarle una patada en la entrepierna al primer tipo que se crucen por la calle.
El “Bufandus” si bien parece un hombre, es más bien una especie de simio Neanderthal que en vez de cerebro tiene un pene gigante envuelto dentro de la cabeza como si fuera una cascabel, por lo tanto no usa su cerebro sino que se mueve por el puro y simple instinto sexual de querer penetrarse hasta la abuela inválida, vive caliente todo el día y en su cabeza asocia todo con el sexo y lo excitan las cosas más inverosímiles. Si va al estadio y el juez se agacha se excita, si ve los dientes postizos de su suegra moribunda dentro del vaso sobre la mesa de luz, se excita, si observa la rayita del culo peludo de su amigo mecánico cuando se agacha a limpiar una bujía, se excita.
Uno de los primeros síntomas del nacimiento intrínseco del Bufandus es la vueltita para mirarle el culo a cualquier dama que pase en sentido contrario a su rumbo en busca de satisfacer sus instintos primarios…digamos que más bien pre-escolares.
Habitando diversos hábitats los podemos detectar con gesto baboso y ojos vidriosos apoyándose minitas en los ómnibus repletos, sobándose contra el hombro de las monjas sentadas en el metro o mirando con gesto al borde del alarido a esa cuñada embarazada que vino a casa a pedir un poco de azúcar.
Podríamos rastrear sus orígenes en una infancia asociada indisolublemente a un tío degenerado que les enseñó la maravillosa frase de: “Todo bicho que camina va a parar al asador” o más tarde cuando se es un adolescente preso de las perennes erecciones cruel adicto a masturbaciones de todo tipo les dijo con aliento a grappa con limón: Nene “Hay que coger que se acaba el mundo”. Dignos ejemplos de que el cerebro comienza a transformarse en un falo impensante que solo tiene un cometido en la vida: “Folllaaaaaaaar”
Por lo tanto el Bufandus vivirá esclavo de una perpetua insatisfacción sexual, buscando acoplarse a todo lo que se le ponga enfrente como si fuera un chicle, si se casa le pondrá cuernos a su esposa, si se hace cura se refregará a cuanto niño pase por sacristía (Pregúntenle al papa), si se hace militar se pasará el día en el cuartel lustrando sables y si por casualidad consigue mucha plata su único sueño será una piscina llena de mujeres, transvestis y canguros para morir de una perenne espermatorragia.
Por: Darío Valle Risoto
A pedido de un lector
Se viene el frío y hay que abrigarse, pero en este caso nos queremos referir a ciertos especímenes masculinos que pueblan nuestras ciudades más o menos humanas, nos referimos al: “Bufandus Refregeitors Machus occidentalus”, es aconsejable alejar a las damas de este artículo so pena de despertarles atávicos deseos de reventarle una patada en la entrepierna al primer tipo que se crucen por la calle.
El “Bufandus” si bien parece un hombre, es más bien una especie de simio Neanderthal que en vez de cerebro tiene un pene gigante envuelto dentro de la cabeza como si fuera una cascabel, por lo tanto no usa su cerebro sino que se mueve por el puro y simple instinto sexual de querer penetrarse hasta la abuela inválida, vive caliente todo el día y en su cabeza asocia todo con el sexo y lo excitan las cosas más inverosímiles. Si va al estadio y el juez se agacha se excita, si ve los dientes postizos de su suegra moribunda dentro del vaso sobre la mesa de luz, se excita, si observa la rayita del culo peludo de su amigo mecánico cuando se agacha a limpiar una bujía, se excita.
Uno de los primeros síntomas del nacimiento intrínseco del Bufandus es la vueltita para mirarle el culo a cualquier dama que pase en sentido contrario a su rumbo en busca de satisfacer sus instintos primarios…digamos que más bien pre-escolares.
Habitando diversos hábitats los podemos detectar con gesto baboso y ojos vidriosos apoyándose minitas en los ómnibus repletos, sobándose contra el hombro de las monjas sentadas en el metro o mirando con gesto al borde del alarido a esa cuñada embarazada que vino a casa a pedir un poco de azúcar.
Podríamos rastrear sus orígenes en una infancia asociada indisolublemente a un tío degenerado que les enseñó la maravillosa frase de: “Todo bicho que camina va a parar al asador” o más tarde cuando se es un adolescente preso de las perennes erecciones cruel adicto a masturbaciones de todo tipo les dijo con aliento a grappa con limón: Nene “Hay que coger que se acaba el mundo”. Dignos ejemplos de que el cerebro comienza a transformarse en un falo impensante que solo tiene un cometido en la vida: “Folllaaaaaaaar”
Por lo tanto el Bufandus vivirá esclavo de una perpetua insatisfacción sexual, buscando acoplarse a todo lo que se le ponga enfrente como si fuera un chicle, si se casa le pondrá cuernos a su esposa, si se hace cura se refregará a cuanto niño pase por sacristía (Pregúntenle al papa), si se hace militar se pasará el día en el cuartel lustrando sables y si por casualidad consigue mucha plata su único sueño será una piscina llena de mujeres, transvestis y canguros para morir de una perenne espermatorragia.
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