Monday, May 25, 2009

Un Sabado Infernal (¿Cuento?)

Un Sábado Infernal
Por: Darío Valle Risoto

Este sábado feliz de la vida, tenía dos pizzas con muzarella, jamón y morrones listas para el horno, un par de cocas en botellas de vidrio y la hermosa sensación de que nadie iba a venir a casa a perturbarme mi semanal encuentro con mis animes y películas pero entonces...
¡La grasera!, Me había olvidado que la grasera de la cocina estaba tapada desde hacía tres días con el consiguiente aromita a podredumbre y el desagüe del baño que devolvía un líquido inquietante porque amenazaba a tener vida propia.
Entonces la destapé tratando de sacar a Wendy que se asomaba como toda gata curiosa y allí me apresté a desagotarla tratando de pensar en jardines floridos, campos agrestes... imposible.
Luego de constantes trasiegos de agüita podrida y tras bombear muchos litros de agua con hipoclorito al fin lo logré y todo siguió su cauce felizmente, así que subí a la computadora a ver mis blogs y ...
¡Lavar la ropa!
Bajé corriendo, empujé el lavarropas hasta el baño, conecte el cable, la entrada de agua y el desagüe mientras en la cocina calentaba agua para el mate. Resulta que en el baño no tengo lugar para este adminículo limpiador que compró Julia hace un par de años y hay que empujarlo y sacarlo, felizmente solo lavo una vez por semana, pero hay un pequeño inconveniente. Luego de que cargué mis pantalones negros, mis camisas negras y un poco de jabón Skip para ropa... negra claro, adivinaron.
Subí a mi querida PC.
¡La caldera!
Chifló avisándome que estaba lista, llené mi matecito con yerba, el azucarero, la bombillita de bronce y subí a la computadora, un rato después bajé corriendo al baño porque la yerba me...
Problema.
La lavadora queda pegada al inodoro por lo tanto para hacer el número dos tengo que ponerme de costado con las piernas torcidas contra el bidé.
Bueno, mas aliviado subí al cuarto a seguir cargando los cuentos, artículos, creo que estuve como una hora hasta que bajé de nuevo la escalera para buscar algo, no recuerdo qué..., a sí, para desagotar la lavadora y cargarla con más ropa.
¡Sorpresa!
El baño, la cocina y parte del living inundados, yo idiota de pacotilla, había dejado fuera de lugar la manguera del desagüe del lavarropas cuando me senté en el trono y por lo tanto el agua desagotada por la lavadora había llegado a todos los confines de la planta baja.
Wendy con sus grandes ojos amarillos mirándolo todo desde arriba de la escalera.
Estuve como dos horas juntando agua en baldes y más baldes hasta que más o menos todo quedó bien. Pero esto no termina aquí, ya de noche me fui a dar una ducha que buena falta me hacía luego de limpiar la grasera y lo que siguió, cuando estaba en lo mejor de la enjabonada se apagó todo.
¡Pero me ca... en dios!
Imbécil de mí, me había entrado a bañar con la cocina prendida calentando una de las pizzas, ambas: cocina y calentador de lluvia no se pueden usar juntos porque suceden estas cosas.
Mojado, enjabonado, semivestido y caliente como un caballo tuve que revisar la caja de tapones, de todos los distritos de la casa para comprobar a la luz de las velas que no había electricidad pero todo estaba en orden.
Fui al baño a tratar de secarme mejor, pisé a Wendy que pegó un grito, me asustó y me di la cabeza contra la escalera, me sequé y busqué la caja de herramientas, intentando conseguir un poco de sosiego llamé en la semioscuridad mientras estornudaba como loco a Marcelo que me prometió venir de mañana a ayudarme en lo posible a restablecer la luz y la civilización a mi hogar.
Wendy con los ojos iluminados por el reflejo de las velas me vio salir al corredor para mirar el contador exterior de la casa, allí recordé que hace añosl e pusimos una cerradura porque los vándalos me apagaban la luz de vez en cuando.
¿Y la llave?
Ni idea, por lo tanto mientras continuaba estornudando busqué una pequeña linterna que sostuve entre mis dientes y desarmé la chapa de la cerradura mientras el perro de la vecina ladraba contra la puerta de su casa a un medio metro de mi cabeza como si estuviera poseído. Finalmente saqué la cerradura y encontré la vieja llave que abrí y cerré y...
¡Se hizo la luz!
A esa altura ya se me había pasado el día entre grasera, inundación y apagón, solo llamé a Marcelo para decirle que seguía con vida y que estaba todo bien antes de acostarme y dormirme como un bebé.
Hoy entré al trabajo y me preguntaron
¿Qué tal tu fin de semana?

No comments:

Post a Comment