Wednesday, June 9, 2010

Cuadraturas (Cuento)

Cuadraturas
Por: Darío Valle Risoto

No era fácil verla sufrir, sin embargo así eran las cosas, ella estaba pasando por un momento pesado y Pablo la miraba desde una distancia terapéutica, si bien con disgusto se sentía un cobarde. De todas formas la veía ahogarse en su enrarecido mar de amores perros y momentos desconsiderados. Pablo sentía que esa mujer merecía una mejor vida o tal vez su mente comenzaba a enrarecerse porque comenzaba a interesarse en ella.
Había aprendido que las mujeres son los seres más maravillosos del universo, no podía entender más que eso cuando las trataba, sin embargo a menudo creía que no estaba a la altura de ninguna o quizás era un tipo demasiado raro.
Había pasado la tarde anterior haciendo el amor con Alejandra, ella había lanzado sus horribles gritos orgásmicos que lo ponían tan nervioso, no se atrevía a preguntarle si fingía placer o eran reales, ambas posibilidades le aterraban. Alejandra era una mujer suficientemente atractiva que estaba siempre a disposición de una llamada telefónica, siempre llegaba y en menos de quince minutos andaba desnuda por la casa intentando posiciones nuevas.
Luego se iba a su casa a atender a su marido y tal vez a seguir leyendo la Biblia con sus hermanos y hermanas de los testigos de Jehová, todo seguía su curso. La había conocido en un taller literario y después de odiarse, una noche la acompañó al ómnibus, en el camino llamó un taxi y la metió en un hotel con olor a desinfectante y cortinas verdes.
La primera vez había gritado sus orgasmos como una loca y Pablo creyó que era porque se sentía culpable por cagar a su marido, pero cuando lo comenzó a llamar seguido comprendió que tenía la calentura atrasada.
Aún con el olor a Alejandra en la piel se encontró con Cecilia que andaba triste pasada de droga pero triste, fueron a tomar una cerveza y ella lloró en medio del boliche y el se sintió la puta de incómodo.
Pablo no era buen consejero en el amor, subrepticiamente evitaba dar opiniones pero indefectiblemente era empujado a elaborar sus disquisiciones sobre corazones perdidos y ese destino de los hombres y mujeres que nunca se encuentran aunque estén cerca.
Cecilia era hermosa, tenía ojos claros, el cabello negro muy Lacio y una delgadez que la elevaba aún más de su silueta alta. Lo miraba profundamente a los ojos y trataba de que él la convenciera de que las cosas se le iban a solucionar con su enamorado de turno.
Un puto del orto, sí, lo conocía bien, Mario era un verdadero hijo de puta que la usaba para someterla a quién sabe que tortuoso mecanismo para elevar su pobre autoestima.
Pero Mario era su amigo, gran problema, le conocía todas sus aventuras y por ese oculto código entre los hombres se mantuvo al margen tratando de no estorbar.
A fin de ese año Cecilia y Mario se casaron.
Alejandra sigue haciéndolo con Pablo y continúa gritando cuando tiene sus múltiples orgasmos.
Pablo descubrió que estaba enamorado de Cecilia.
Cosas que pasan.

FIN

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