Monday, April 18, 2011

Salando las heridas (Cuento)

Salando las heridas
Por: Darío Valle Risoto


Los ojos hundidos en el alma y el sabor amargo de la saliva corrompida por una larga noche en todo sentido, dejar de lado las sabanas puede ser un ritual asqueroso o simplemente cotidiano para enfrentarse al sucio paisaje del barrio a través de una ventanita de mierda.
Se levantó especialmente negativo, no tiene dudas de eso aunque alberga dudas existenciales desde que se murió Daniella de sobredosis el mes pasado y ya los muchachos de la esquina no acuden para sonreír o pasarla bien sino que ahora parecen un montón de cuervos encapuchados con cara de alambres de púas.

La gente camina en cámara lenta por la plaza Colón y nadie observa que Joaquín se está quedando sin merca, salir de casa para Antonio siempre se transforma en toda una tranza porque siempre hay que cuidarse de los “tiras” que esperan al acecho mostrando los dientes para reclamar sus huesos. Saludar a Joaquín siempre hace temblar el alma porque el tipo es un zombie muerto desde hace años, desde hace siglos, hasta parece que debería haberse ganado el examen de inmortal.
__ ¿Tenés algo?
__ Hambre
__ Merca…botija. __ Los ojos hundidos dentro del esqueleto de cara como si le hubieran metido dos dedos hasta el fondo de la cabeza rapada llena de marcas.
__ ¿No tenés frío?
__ Le vendí la campera a mi tío, era linda...pero hay que soñar pibe…hay que soñar.
Joaquín tiembla,  nunca se sabrá si es de frío o porque ya le queda tan poco cerebro sano que probablemente necesite la parte del equilibrio para respirar… ¿quien podría saberlo?
__ Cuídate Joaquín.
Nada contesta y se abraza a si mismo porque la tarde invernal asiste a su larga espera cotidiana para conseguir “algo”, cualquier cosa le viene bien robar, comprar, soñar y volver a robar al día siguiente. Joaquín no sería mala persona si estuviera vivo.

Antonio dio dos vueltas por el barrio y desistió de ir a la casa de Amalia, sabía que ahora paraban a fumar allí desde la muerte de Daniella. ¿Qué habrá pasado con sus hijos?
Se sentó en una vereda para prender un cigarro y decidirse por un camino en la vida, había algo que le decía que todo había caído demasiado tiempo por un caño oscuro y sin salida. Probablemente sería mejor comenzar a limpiarse por dentro y por fuera a como de lugar.
Al llegar a casa iba a tirarlo todo por el inodoro, la merca, el porro, todo, hasta pensaba en dejar el alcohol.
En ese momento el griterío lo puso de pie, un joven pasó corriendo a su lado casi chocando con él, una mujer fuera de si y la policía, dos disparos sonaron desde alguna parte.
Fue lo único que Antonio escuchó mientras caía por el caño, pero esta vez era blanco, reluciente, como si lo hubieran pulido.

FIN

No comments:

Post a Comment