Por: Darío Valle Risoto
Si rastreamos los ilustres orígenes del comic norteamericano indudablemente el gran peso de la fama posterior de estos recaerá en el gran creador: Harold Foster (1892-1982), Ilustrador y guionista nacido en Canadá que luego de dibujar y guionar nada más ni nada menos que Tarzán ideó un personaje que se encumbraría a los anales del comic mundial como un ejemplo de que este arte no es para ser tomado como cosa de niños.
El Príncipe Valiente ocupará a Foster por el resto de su vida. Harold inventó un comic que tiene en si mismo el peso artístico del dibujo natural y un cuidadísimo realismo histórico fruto del profesionalismo de un hombre que supo dotar a Valiant de un realismo casi sin parangón en el mundo de las tiras dominicales de los periódicos. Sin globitos pero con notas al pie, las proezas del Príncipe Valiente bien podían detenerse en detalles domésticos, anécdotas de caza o descripciones de paisajes, personajes y lugares. Por lo tanto para nuestros abuelos leerlo significo más que entretenimiento un verdadero vehículo de cultura y aprendizaje sobre la historia de una Europa pre medieval.
En Uruguay fue publicado incontables veces y luego aparecieron los albumes Mexicanos y españoles, hoy por suerte me topé con tres libros suyos en El Chico de los Tejados y la verdad que se me puso la piel de gallina recordando a mi querido padre contándome las hazañas de Valiant, su vida familiar y su gran audacia para salir airoso de muchas aventuras. Curiosamente y pese a relatar una época feroz este comic carece casi por completo de violencia excesiva y tiene mejor puesto el interés en deliniear una época e involucrarnos en una mágica leyenda.
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