Thursday, April 29, 2010

La ventana de mi casa

La ventana de mi Casa
Por: Darío Valle Risoto

Salía corriendo del secundario, nadie sabía la razón, sus amigos lo tomaban por el loco que siempre corría hacia su casa, desdén por los fichines y por ir al bar a tomarse unas cocas, ni siquiera se quedaba para tratar de cazar alguna piba o al menos intentar hacer un poco de parque al sol de esa hermosa primavera en Buenos Aires.
Entraba, besaba a su madre, saludaba a su padre que miraba el programa deportivo en Telefe y subía las escaleras como una exhalación.
___ ¡Pedro, hice panqueques!
___En un rato, tengo tarea, ya bajo.
La ventana de su cuarto, las cortinas de flores beiges sobre fondo verde arbolado, afuera el patio de la casa de al lado y la otra ventana y el sonido de los pájaros en los árboles y los dedos cruzados porque ella siga con esa costumbre de no cerrar del todo las cortinas.
Y allí está la veterana de tetas poderosas, nalgas turgentes y el cabello tan negro que seguramente debe estar teñido. ¿A quién mierda le importa? Ya se le había comenzado a parar desde que doblaba la esquina y pasaba frente a las glorietas de la señora Catanzaro Román. Pedro intenta que rápidamente se le vaya el resplandor del sol de sus ojos y la vista se acostumbre a que metros más debajo de su ventana, la otra ventana que da a la casa de la nueva vecina inicie el espectáculo.
A los pocos días de mudarse, la mujer comenzó a desnudarse a diario para caminar por su casa y beber de una copa de vino, enciende luego un tocadiscos y escucha a Frank Pourcell sin parar, luego se sienta en el sofá y comienza a tocarse y a transpirar.
La primera vez Pedro no lo podía creer, casi corre a llamar a Nico, a Esteban y hasta el nabo de Marcelo pero fue vivo y se lo guardó para el solo.
Al principio se masturbaba frenéticamente hasta quedarse apoyado contra el marco de la ventana, el corazón palpitándole a punto de explotar y ella seguía moviéndose con su piel blanca y sus nalgas bien formadas por su casa entre penumbras y rayos de sol. Con el correr de los días acopló su búsqueda de placer a los movimientos de la señora, encontró un equilibrio entre sus movimientos con la mano derecha y sus pies descalzos deambulando por el living mientras escuchaba a la orquesta y bebía, a veces debía agacharse porque tenía la leve impresión que los ojos de gata de la veterana lo habían descubierto pero era imposible. El sol pegaba en la ventana, así que solo podía verla él pero ella no.
___ ¡Pedroooo! ___Eyaculó hasta la última gota y se limpió con un pañuelo desechable, bajó no si antes mirarse la cara en el baño, estaba colorado y con los ojos perdidos.
___ ¿Te sentís bien?
___Estuve… haciendo flexiones, por la gimnasia, el sábado tenemos partido de futbol cinco.
Su padre se les reunió en la mesa, volvió a tocarse la hernia.
___Ah, Pedrito, mañana internamos a papá para operarle la hernia ¿Te acordás?
___A si, en el sanatorio, claro. ___Su madre les sirvió los panqueques, el dulce de leche y el café caliente.
___Yo me voy a quedar con él y vos no te preocupes.
___ ¡Mamá, ya tengo quince años!
Ella sonrió y le acarició el pelo, Pedro se sintió muy maldito.
___Ya se que estás grandecito, pero alguien te va a venir a hacer la comida, son solo dos días pero si te dejamos solo te la vas a pasar comiendo nachos y esas porquerías.
___ ¡No me digas que la tía Marta!
___No mi cielito, la tía está en Chile, va venir la vecina nueva, Raquel Catanzaro, cuando le conté lo de tu padre en la verdulería se ofreció, es un amor la señora.
Pedro se atragantó con un panqueque y se le volvió a parar.

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