Friday, December 25, 2009

Crónica 468 (Cuento?)

Crónica 468
Por: Darío Valle Risoto

El traqueteo del colectivo sería un poco más llevadero si el chofer no fuera un sicótico que se detiene sobre las paradas tan abruptamente que siempre se cae una vieja, tampoco estaría mal que dejara de lado la otra alternativa: apenas detenerse y hacer que los pasajeros se tiren a la calzada cual si fueran paracaidistas en la segunda guerra mundial.
Un calor del infierno y yo sentado contra una ventanilla que apenas si da algo de sombra porque la cortina está demasiado alta, a pesar de mis mp3 al borde de la explosión de mis tímpanos a puro Heavy metal, me duermo. No es fácil trabajar casi nueve horas parado a mi edad.
Siempre me duermo la primera parte del tramo, son casi cuarenta y cinco minutos de viaje, aburrido viaje donde nunca falta un rompebolas que suba a hacer teatro, cantar folklore o lo que es peor: rapear consignas cristianas que si en realidad dios existiera ya lo fulminaría con un rayo en el mero culo.
Gracias a estos insoportables exponentes del hambre y la cultura nacional me despierto y trazo una panorámica de rostros tan destruidos como el mío, muchos que regresan de sus trabajos y se me ocurre que tan duros como cualquiera, el ómnibus traza una imponente trayectoria en “U” desde la ciudad de La Paz hasta pasando Carrasco y viceversa, allí recoge empleados de la construcción, empleadas de tiendas del shopping y también domésticas.
Con el transcurso de los meses uno se va familiarizando con ciertos pasajeros que conviven en los mismos horarios que este sufrido viajero; la metalera con cara de culo ya es habitual, también esa mujer gorda que parece una gran Orca dispuesta a explotar en cualquier momento y ese viejo canoso que casi nunca se baña y además se sienta con las piernas abiertas como si fuera solo.
Tampoco faltan los tipos y ahora, últimamente “chicas” que andan con el termo y el mate al aire transformándose así en una promesa de accidente con agua caliente y en el mejor de los casos una mancha de yerba babeada sobre la cabeza de alguien. ¿No estaba prohibido?
Tengo que aguantarme a la gente que no superó la etapa oral y anda chupeteando ese asqueroso mate al lado mío, cada vez que se ceba (Acto de echarle agüita caliente a la yerbita mediante el milagroso evadir de los movimientos del colectivo), cada vez que se ceban, me dan un codazo si voy sentado al lado y en vez de pedir disculpas me miran con gesto de: ¡Bo antipatriota!
Tampoco sobran las viejas que se te sientan al lado sin sacarse esas enormes y duras carteras y/o bolsos que te los encajan encima y ni se inmutan mientras trato de imaginarme un lugar lejano sin colectivos o con colectivos sin gente.
Probablemente el colectivero vaya escuchando el peor programa de radio de este país: Malos Pensamientos, si claro, no es para sorprenderse que la gente se entretenga escuchando a otra gente tan estúpida como ellos narrando anécdotas tan previsibles que ese apestoso programa debería llamarse: “Lugares comunes”.
Imagino que le quito el celular al idiota que va escuchando música plancha al mango con ese sonido repugnante de los nuevos modelos “Truchostar” y se lo tiro por la ventanilla. Me río de mi propia imaginación, cuando entonces, sube ella.
De regreso pero no todos los días sube a mí mismo colectivo, es de mediana estatura y siempre lleva lentes negros, ¿será tuerta? ¿O una espía cubana?
No suelo mirar insistentemente a nadie, en realidad, no suelo mirar a nadie, generalmente veo bultos pero no a la gente, no es que esté al borde de la ceguera, pero la gente en realidad no me gusta, entonces trato de no verla. Pero hay excepciones.
Su cabello es largo y muy negro probablemente tenido, no tiene una boca perfecta pero si atractiva, a veces creo que me sonríe, no lo sé, pero si estoy seguro de que advirtió que tiene un espectador sobre el vehículo, las mujeres y su sexto sentido que nunca falla.
A veces bien puede que suba y yo ni me dé cuenta, duermo casi todo el trayecto, este Lunes el colectivo iba especialmente lleno y yo trataba de despertarme cuando al fin recuperé la vigilia, como siempre a mediana distancia de casa, no se porqué, pero nunca me pasé de parada en mi vida, tengo como un reloj interior.
Esquivando el culo del tipo que casi se me sienta encima apoyado contra el fierro del último asiento, pedí permiso y traté de abrirme paso hasta la muy cercana puerta, entonces veo a una mujer de espaldas que interrumpía el paso.
___¿Baja en la próxima parada?
Reparo en que justo era esta chica, la que de vez en cuando me hace mirarla con el forzado gesto del poco interés.
___No. ___Me contesta sonriente y su rostro se ilumina.
Entonces me bajo pensando en ella, esa pasajera anónima que por un ratito me despertó el amor adormecido y ese conquistador errante.

FIN

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