Monday, February 9, 2009

La mujer inapropiada (Cuento)

Sandra
Por: Darío Valle Risoto

El invierno era duro y en el liceo faltaban muchas ventanas, demasiadas, creo que fue en 89 porque hacía poco me había mandado a hacer la guitarra y no podía conseguir un profesor de mi gusto. Ella se sentaba al fondo del salón, pálida, cabello corto a lo "Príncipe Valiente" y piel extremadamente blanca, recuerdo que pensé en que era una vampira. El frío se colaba por todas partes y las peroratas de los profesores creaban una sórdida conjunción de aburrimiento, bronca y ganas de mandar todo al carajo. ¿Para que estudiar?
Y ella como una aparición en la ultima fila, yo me sentaba también solo pero casi adelante y del lado de las ventanas a la calle. A veces me miraba y me sonreía, yo me comencé a incomodar, era demasiado tímido en aquella época, ahora no me interesa si lo sigo siendo o no.
En algún momento conversaba con Michael en el corredor y como el estaba en la música le pregunte si no conocía a un buen instructor de guitarra que no me robe la plata y me dijo que había uno bueno y que justamente su hermana estaba en mi clase.
Conjunción de universos similares, magia, alguna cosa hizo que fuera ella y solo ella la hermana, cuando nos presentaron parecía que nos conocíamos de antes.
Desde luego que comencé a aprender guitarra con su hermano, lamentablemente las clases con solfeo se hacían eternas y más aburridas que jugar al ludo pero estaba ella, a veces en la casa estaba ella; cierta vez su hermano no había llegado y lo esperé en el living con mi vieja guitarra en su funda, se paró delante mío, era hermosa, alta y de cuerpo grueso pero armonioso, sus labios carnosos y sus ojos castaños de mirada profunda me sofocaban.
¿Que hago yo ahora?
Conversamos de tantas cosas que no podría resumirlas todas pero cuando me dijo que tenía novio no me asombró nada la noticia, era imposible que alguien así estuviera sola por el mundo ya en aquella época tenía suficiente madurez como para preveerlo, igual era algo molesto escucharla.
Y bien podría haber sido un imbécil su novio, en cambio era un gran tipo que me invitaba a tomar cerveza con ellos, nada que hacerle, no tenía esperanzas contra un tipo genial y con mucha plata.
Reproché las lecciones de mi padre, la caballerosidad, la vieja y querida discreción hizo que la acompañara bajo la lluvia a esperarlo en pleno invierno y que de a poco me fuera alejando de las lecciones de guitarra.
Un año después íbamos al cine con unos compañeros de la imprenta Barreiro.
___¡Mirá lo que acaba de subir al ómnibus!___Exclamó Alvaro mientras muchos pasajeros veían a esa mujer de negro, pálida y sonriente que miraba en nuestra dirección.
___¡Darío tanto tiempo!
Conversamos de varias cosas, le mandé saludos al novio y fue la última vez que la vi.

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